Abre un poco más la ventana Armantina
que el aire no corre, sino gatea
en el retroceso nonato de mi noser.
Ábrela un poco más, tantito más, a más no poder.
Ábrela para que podemos cerrarla,
que el aire ha dejado de ser ázoe y oxys,
mas no para, no se agota en dolor disnéico
de esfenoides que explotan y oxidantes pulmones.
Si la abres, ciérrala un poquito más para sentir
el oreo anverso en tu sentir reverso
de una misma triada bronquial de panal muerto.
Abre de nuevo la puerta César,
que van a entrar gentes que no he visto nunca con su luz oscura
a esculcarme el cuerpo de abajo a arriba y de arriba al cielo
y su luz meridiana quema el resuello
cascado de un suspiro intenso que dura hasta hoy, hasta cuando leas esto
y me arrulles hasta desfallecer, pero desfallecer
buenamente.
Ya tápame bonito,
tanta cosa,
arrebújame en mis higiénicas mortajas antes de
dejar oscurecer la lucerna.
No olvides cerrar la ventana.
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