Hay un libro en el estante.
Polvo sobre su portada.
Hace tiempo no se abre.
Canta la primera página:

La prisa de volar.
Deseos de una noche.
El miedo al amor.
Un accidente de coche.

Un inglés mal hablado.
Vistas. Risas entre humo.
Caras nuevas. Viejos pecados.
Una pena del absurdo.

Una puerta que se abre.
Un corazón que se cierra.
Silencios desde el desastre.
Vasos rotos a decenas.

Un «¿volveré a verte?».
Tres poemas innecesarios.
Conversaciones pendientes.
Un perdón entre los brazos.

La noche en la que ella vuelve.
Cenas frías. Un adiós.
El olvido en las paredes.
Tres trompetas y un tambor.

Noches confusas. Llantos.
Amargura sin amor.
El regreso del pasado.
La tristeza del alcohol.

El reencuentro esperado.
Una noche sin final.
La Luna bajo tejados.
El ya no saber frenar.

Una semana vacía.
Siete días de clausura.
Martes de luto. La duda.
Un viernes y un par de chistes.

Carne infecta. Películas.
Dos sofás separados.
Una pregunta ridícula.
Un problema inventado.

Confesiones a kilómetros.
El miedo a volver a casa.
Una alfombra. Otro empezar.
La certeza de que se ama.

Días de magia. Un lamento.
La despedida. El tormento.
La distancia. Los cerrojos.
La promesa de sabernos.

Navidad triste. Enero ansioso.
Primer contacto. Mi verdad.
La vuelta a la celda. Vacía.
Un mes de vernos y callar.

Por fin hablarnos en sueños.
Vaso pequeños. Caminar.
Canciones mudas. Dos papeles.
Expectativas que se van.

Tus alas nuevas. Lloros viejos.
Brazos abiertos al volver.
Una flor blanca. Su secreto.
El Sol regando. Mi disfraz.

Domingo amargo. Días confusos.
Rogar efímeridad.
Videos malos. Tiempos buenos.
Y una confesión sin respuesta.

Se detienen las palabras.
Un punto amenaza morir.
Al libro, ya leído,
le quedan hojas que escribir.

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