Dilema (cuento encadenado)

1ª semana

En esta maleta no cabe casi nada, se dijo Lucrecia. Sus ilusiones se esfumaron. La imagen de mujer fatal en el exclusivo club desapareció con una estela del humo de su cigarrillo. Miró de nuevo las prendas que quería llevar. Estaban apiladas sobre la cama. Dirigió la vista a su maleta y quiso llorar. Era ridículo. ¿Por qué les habían limitado el equipaje? No podría llevarse ni una cuarta parte. ¿Y si compras lo que falta? “¿Estás tonta o qué? —se reprochó—¿Cómo voy a conseguir de nuevo esas prendas tan caras?”. Ni hablar. Lo echaré a suertes, dios dirá.

2ª semana

Lo echaré a suertes, dios dirá. Cogió una moneda, la lanzó y eligió cruz. Tenía que llevarse el bulto de la izquierda y lamentó no haber ordenado su ropa de otra forma. La pequeña maleta iba a reventar de indumentaria que se había metido a presión de caderas. Lucrecia llegó a la estación de ferrocarril y se encontró a Mariana, la otra traductora. Casi le da un infarto cuando vio su equipaje: tres grandes maletas y una de mano. Era la consentida, pero no la mejor. Se le permitía cualquier cosa porque no solo usaba la lengua para traducir.

3ª semana

Se le permitía cualquier cosa porque no solo usaba la lengua para traducir. Araceli se había ganado, a fuerza de acostones, el aprecio, no desinteresado, de sus jefes. El director la sobre estimaba porque le había devuelto el deseo por la vida y la energía suficiente para sentirse útil bajo las sábanas. Lucrecia llegó a la estación sacó del maletero su equipaje y se fue al andén donde salía su tren. Caminó pavoneándose para ocultar su enfado y cuando dejó su actitud soberbia inclinó la cabeza. Casi le da un infarto al ver a su compañera rodeada de maletas.

4ª semana

“Te regalé una bonita sonrisa de Joker, querida Araceli. Ya sabíamos las dos en ese momento cómo sería nuestra contienda: tú presumiendo de la enorme cantidad de trapos exclusivos que tienes, ocultando tus patinazos en la traducción, sonriendo como idiota por tu falta de profesionalismo y yo vestida a la buena de dios traduciendo certeza, sin saltarme las normas, ni tampoco entrometiéndome en las conversaciones de los demás”. Las dos subieron al vagón y les asignaron sus compartimientos. Como era de esperarse Araceli iría muy bien acompañada y Lucrecia con la chusma. Se instaló en su sitio de mala gana.

5ª semana

A esta gatita aún le quedan muchas vidas por vivir, se dijo Lucrecia. Ya le habían arruinado el viaje y parte de su plan, pero le quedaban piezas muy importantes en el tablero y la confianza de Araceli sería el factor más importante. Se cubrió con las sábanas y se ajustó el sostén con las copas de goma, se revisó la peluca y se ajustó la banda de la cabeza para dormirse. Soñó que la esposa del magnate Gerald Thompson, famosa por sus deslices y malas costumbres en la cama, se fijaba en ella y se hacían amantes.

6ª semana

El veintidós ya es historia, al menos el de marzo porque estamos por llegar a nuestro destino y hoy es veintiuno de abril. Hace casi un mes nos eligieron para hacer las traducciones. Recuerdo el grito que pusieron en el cielo en el departamento de lingüística cuando oyeron mi nombre. «Va a ir el travesti, dijeron las gallinas cluecas y los maricones malnacidos de la sección de francés, vaya sorpresita». Sí, sí, les dije yo con una postura retadora. «Voy a ir y qué, ¿quién me lo va a impedir?». Nadie se atrevió a responder y me salí pavoneándome.

7ª semana

Él ya estaría tomándose un Daiquiri en la playa, pensó, si el congreso no se hubiera prolongado tanto. Las cosas le habían ido muy bien. Los primeros días, Araceli, se mantuvo a raya, pero después empezó con sus intrigas. ¿Cuánto más podría soportarle?¿En qué momento perdería el control y se le echaría encima como una fiera? La paciencia se le terminaba y temía cometer un grave error y terminar con toda su carrera. Se hincó y rezó encomendándose a La Divina Providencia.

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