Hoy , en mi correo hay una invitación de un espectáculo de magia. Curioso, ya por mi edad pocas veces recibo algo y menos invitaciones. Ya no quedan casi amigos de antaño. Se fueron yendo con los años. Ya nadie escribe cartas tampoco,así que esta tarjeta me resulta inquietante. Leo la fecha del evento, el lugar, la hora. Será dentro de unos días, cerca de casa. Decido acercarme. A pesar de la edad, he logrado que la curiosidad se quede bien atada junto a mí, amén de otras cosas que creo que siguen siendo buenas.

Dentro de mi habitación del hotel. Mis nervios están a flor de piel. Mis manos van ejecutando una y otra vez los trucos que haré el próximo viernes en el teatro principal. Los naipes me responden. Mientras lo hacen, mi mente vuela lejos. Me pregunto si todas las personas a las que he mandado las invitaciones vendrán. Si entre ellas estarás tú. Ha pasado tanto tiempo… Volver de nuevo aquí hace mi corazón se acelere.

-¡Chernobyl!, ¡Chernobyl!…voces de niños que lo susurran. Yo me quedo quieto, les escucho. Intento esbozar una sonrisa a la nada, al nadie. Poco más puedo hacer.

Las cartas me obedecen sin rechistar, mis manos las acarician. No tengo ninguna preferida pero si me tuviese que decantar por alguna sería el siete de picas.

-¡Chernobyl!…yo sonrío a la nada, al nadie.

Me ajusto las gafas, leo en ese cuaderno que tengo las cosas que debo de hacer. Mi memoria ya no es lo que era. Todos los días, mi mano temblorosa apunta mis quehaceres. Ah, hoy es el día de la invitación. Será a las siete en el teatro principal. Pongo el despertador antes de la siesta, mis piernas a veces no desean obedecer. Me piden descanso, se han declarado hace años en huelga y tengo que negociar con ellas para que la abandonen. Les ofrezco la posibilidad de aprender algo nuevo.Ellas que siguen siendo curiosas, aceptan el trueque. Hoy nos toca magia.

El salón del teatro está lleno. La gente va buscando sus sitios. Se oyen murmullos, pasos, ruidos de abrigos, algunas toses. Las luces del escenario se encienden. El presentador anuncia a los magos que actuarán.

Desde mi escondite detrás de las bambalinas escudriño los rostros que hay. Han pasado demasiados años. Me pregunto si mis ojos lograrán detenerse en ti, si no pasarán de refilón. Seré el primero en actuar. No sé si podré reconocerte, no sé si has venido, sólo sé que estés donde estés uno de mis trucos será para ti.

¡Chernobyl!.. cierro los ojos, intento que ahora no entren esas palabras en mi cabeza. No debo sonreír a la nada, al nadie. Deseo sonreír al público, a ti. Sonreír…

Sentada, espero con impaciencia al primer mago, desde pequeña siempre me ha gustado la magia. Recuerdo mi primer juego de magia que me trajeron los Reyes Magos.

Entra el primer mago. Suenan aplausos. Se presenta, su nombre artístico es Sad. Su figura es algo desgarbada, sus gafas resbalan a veces por su nariz. Se las coloca una y otra vez. Su voz es algo áspera. Sus trucos van acompañados de algo de humor, la gente sonríe al escucharle. Cuando los termina, se dirige de forma tímida hacia dónde estamos. Aplaudimos. Por fin llega el truco final. Mira hacia el público, busca un voluntario. Sentada en la segunda fila miro hacia abajo cómo cuando, en el colegio pedían voluntarios para salir a la pizarra. Sad baja al patio de butacas. De pie delante de mí, me pide que sea yo la voluntaria. Me sonríe al decirlo y es entonces cuando me doy cuenta que eres tú.

Me das la mano para poder subir los escalones que llevan al escenario. Ahora es cuando se cambian los papeles. El alumno de entonces ayuda a la mujer mayor que soy hoy. Agarrada a tu mano, emocionada, subo contigo, cada escalón que voy subiendo me trae un recuerdo, una imagen

Recuerdo como fui tu profesora de apoyo hace muchos años. Una de las primeras cosas que me dijiste al conocernos era que habías sido adoptado, que habías nacido en Ucrania, yo no te dije nada en ese momento. Tu madre ya me había informado, me había contado tu adopción en un orfanato cuando tenías cinco años. Tus palabras al informarme, llevaban provocación y un dolor que no supe de él hasta más tarde. Recuerdo nuestras charlas en las clases, hablábamos de mil cosas entre las lecciones. Nunca te gustaron los animales, sin embargo yo creo que tú te hubieses llevado bien con ellos. Nunca creíste en Dios, te ponías furioso si salía su nombre. Nunca te gustó dibujar, no creías en tus manos. Aquellas habían sido atadas de pequeño para no estorbar en un lugar sin lugar para los niños. Tímido, retraído y serio así eras. No fuiste un niño alegre pero cuando lograba sacarte una sonrisa, tu semblante se llenaba de una luz que pocas veces he visto. Resplandecías. Luego nuestros caminos se separaron, tu familia se fue fuera. A veces me preguntaba que habría sido de ti.

¡Chernobyl!- te decían por lo bajo , en mitad de la clase. Me lo contabas, yo le quitaba importancia. Te decía que debíamos seguir con los problemas de matemáticas.

Voy subiendo los peldaños de tu mano. Mis piernas suben felices. Llegan al escenario, y antes de que empieces a explicarme lo que debo hacer para el siguiente truco te digo- ¡hola Andrés! Me sonríes. Resplandeces.

Sorprendido por tu saludo, te sonrío. ¡Me has reconocido! En mi cabeza busco la palabra repetida muchas veces por mis compañeros del colegio. No la encuentro ahora. Has hecho magia.

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