Enciendo la tele y no encuentro el programa aquel que…

que…

debería mojar mis pies en moqueta eco fresca del jardín,

dicen que es sano…

me revuelvo y lo consigo

me aislo del mundo de cables y me deslizo en la

suave brisa nocturna mientras retozo mi apatía en

lo poco que queda de salvaje aquí fuera.

Y de repente veo aquellos ojos, enormes y

grandiosos que parecen guiñarme entre la oscuridad.

No hay duda me he enamorado de un buho,

delicioso animal que desoye mi petición de amistad entre salto y salto para verle mejor desde esta diminuta selva quasi amazónica.

Es sin duda un gran buho

que evita mis miradas pero no deja de mirar,

es un poco irritante porque no paraba de hablar ami llegada y ahora se esconde detrás de una tullida y

elegante rama que lo protege de mí, como si

de una amenaza fuera.

Intento captar su atención pero mi encantador buho se

da la vuelta,

se aleja y se acerca.

Me mira y dialoga para dejarme luego sin

opción a contestar.

Es entonces que entrego a la resignación y

me hago íntima de un conejo silvestre,

lozano y hermoso.

Pero para mi sorpresa mi amado buho vestido de blanco y oro me mira enfadado

y me hace añicos mi carta de amor

escondida entre ramas

y las escupe con rabia

escondido entre la oscuridad.

No me rompas las cartas,

no me guiñes los ojos,

solo vuela y vigila la noche

mientras duermo a tu lado

y me dejas aprender a volar

cada noche de algún día.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS