FANTASMAS DEL PASADO, PERFUMES DEL AYER
La fiesta era en un cine teatro. En mi casa no sobraba la plata como para ropa nueva, estaba de moda usar chaleco. Así fue como una tía suministró uno de su marido. La camisa la proveyó un primo mayor que yo, me quedaba grande aunque pasaba. Había que ir con pantalones de vestir. Mi vieja arregló unos de cuando estaba más gordito.
Eso sí: los zapatos brillaban de tanto lustre.
Se salía al escenario por orden alfabético. Primero las chicas y después nosotros. Cada chico elegía a su pareja de baile.
Me transpiraba hasta el apellido. Hacía varias noches que venía soñando ese momento. No tenía ninguna duda y la iba a sacar a Ella. Y en medio del baile pensaba decírselo, estaba decidido.
Siempre la quise. Desde la primera vez que la vi. Vivía frente a mi casa, nos hicimos amigos. Jugábamos juntos; soñábamos juntos, para nosotros el futuro siempre era posible. Los padres me adoptaron sin chistar. Nos llevaban al cine y cuando terminaba la función nos venían a buscar. Hacíamos toda una ceremonia para ver la serie Batman por televisión. Nos reíamos a carcajadas y su risa ya me producía ciertos escalofríos de adolescente. Cuando se estrenó la película en colores, nos llevaron a verla. Para un cumpleaños me regaló un suéter rojo y me obligaba a utilizar debajo una camisa blanca, con el cuello fuera del escote redondo. Así vimos a Ricardo Tapia, Robin, en la película. Juntos fuimos a ver Love Story y nos tomamos de las manos. Fue mágico para mí, nunca supe qué fue para ella. Una noche fuimos a ver tocar a un grupo nuevo: Manal. Quedé absorto ante la música, blues en castellano. Y me distraje. Cuando la busqué, estaba bailando con otro. Fue un presagio.
Claro que en algún momento llegamos a tener un poco de intimidad. Hoy los chicos dirían chapar, nada más que eso. Pero al otro día continuamos siendo mejores amigos, nada más que eso.
Aprovechábamos cuando los padres y el hermano no estaban. Reconozco que siempre quería algo más y ella no me lo permitía. Así que aprendí a quererla en silencio.
Por aquellos apresuramientos míos, estuvimos alguna vez un mes sin hablarnos. Hasta que me animé a pedirle disculpas con una ramo de flores. Me perdonó, pero nada volvió a ser como antes.
Para su cumpleaños de quince, los padres organizaron todo en su casa, muchas luces, música, baile en la terraza. Pero se cortó la luz, la vi sentada en las escaleras llorando. Y no lo podía permitir, conseguí una radio a pilas y muchas, muchísimas velas. Distribuí todo, busqué una emisora con buena música y los insté a todos a bailar. Esos ojos, esa risa, eran todo para mí.
Por esas arbitrariedades o condolencias de la memoria, he olvidado cuál era el tema musical. Solo sé que sonaba fuerte en el cine teatro. Me fui acercando a Ella, estaba resplandeciente. Cuando iba acercándome alcancé a oírla, fuerte y claro:
—Ojalá este payaso no me saque a mí…
Se lo decía a otra chica que tenía al lado, se rieron. Y yo seguí de largo y saqué a otra adolescente. La pobre piba no entendía nada, me pasé todo el tema llorando. No lo podía evitar, las lágrimas caían como si se hubiera abierto un grifo en mi alma. Sentía la garganta cerrada y no podía hablar.
Esa noche se formaron muchas parejas en ese cine teatro. Yo volví solo a mi casa, me acosté vestido y me pasé la noche mirando el techo. Sospecho que la primer bofetada que te da el amor, ayuda a entenderlo un poco más. Y te prepara para los vaivenes de la vida.
La vida nos fue alejando cada vez más. Tuve noviecitas, novias, mujeres. Me enamoré, me casé, me fui del barrio. Volví mucho tiempo después, me encontré con el hermano. Me contó que había fallecido. El tipo no se dio cuenta, busqué una excusa y me fui. Otra vez las lágrimas se agolparon en mis ojos.
Otra vez no pude dormir, pensando, recordando. Si hubiera sabido, si hubiera seguido en contacto. Habría estado a su lado, incondicionalmente.
Graciela, Chela, mi amiga. En mis peores noches, en las deshoras antes del amanecer, sus ojos, su risa, vienen a recordarme que el pasado no es sólo cenizas, sino parte de lo que somos.
Y sonrío.
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