Tú,
que
sembraste
esperanza
en el campo de un alma arrasada.
Desapareciste en verano
y dejaste raíces sin flor.
Tú,
que con tus brazos,
abrigaste el calor del infierno.
Te fuiste,
subiendo escaleras,
y hoy quedan cenizas del fuego.
Tú,
que bailaste en las olas
de los mares de la alegría.
Te salieron alas.
Volaste.
Y el mundo ahora es solo desierto.
Tú,
que cruzaste los cielos,
junto a otras aves de paso.
Aterrizaste,
cuál ángel caído,
vistiéndote de humana más.
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