Descuido

Descuido

Dae

13/01/2020

Ese domingo había decidido dejar atrás las cobardes indirectas en mi perfil por lo que me encontré tocando a su puerta. No tuve que esperar mucho, justo como lo recordaba, a mi tercer llamado estuvo frente a mí.

Todo es tan nostálgico cuando ya no se practica, vuelves a sentir todo tan familiar y tan nuevo a la vez.

Me asusté cuando esos orbes castaños se posaron en mí, mucho antes me hubieran regañado por pensar en otra cosa que no fuera él, pero de nuevo, me adelanté a pensar todo y envolverme en un sinfín de teorías equívocas. Tal parece que nunca aprendo.

Sólo había abierto la puerta, no me había saludado. No escuché un sólo gruñido por haberlo despertado y eso me hizo sentir efímeramente decepcionada. Descubrí que estaba hablando sin sentido y sola cuando realmente lo observé.

Plantado en el marco, ahí estaba, descalzo y sumido en su universo, sin mirarme ya. El misterio brillante de sus ojos jugaba a las escondidas, alimentando por completo mi desconcierto.

Se acomodó su abrigo dejándome ver sus manos, más pálidas y huesudas de lo que recuerdo. ¡Qué lejos estaban de ser aquellas delicadas que me acariciaron alguna vez!

Lo ví, recorrí sus gestos y sentí frío. Me lo merecía supongo.

¡Hipócrita! – gritaba con fuerza mi conciencia – Le has visto así incontables veces, admite que hoy descubres que te importa

Como decía, me lo merecía, supongo. Yo fui la que lo dejó.

Sentí mi cara arder por haberle descubierto dos lunares en la firmeza de su mandíbula. ¿Siempre estuvieron allí?

Y qué decir cuando casi exploto al presenciar su barba marcarlo con tanta posesividad…

Y es cuando de nuevo me sorprendo, ¿por qué lo menciono ahora? Es que el recuerdo luce más intimidante que… esperen, no puedo comparar. Nunca antes la había visto en él.

Su celular sonó y al fin despegó los ojos del suelo. Jamás hubiera imaginado que L. Richie le pareciera apropiado como tono de llamada.

Se disculpó por no haber asistido al evento (me pregunto cuál) y prometió ser puntual con los planos.

¿Qué?

Miré la dorada y orgullosa placa de su puerta.

¿Acaso era…?

¿Arquitecto? Si – dijo al fin

Su voz de ultratumba me heló por completo.

¿De casualidad él….?

«¿De casualidad él sabía lo que pensaba?» – se mofó de mí, imitando patéticamente mi voz- Apuesto a que hoy descubres cómo me veo de cerca, cómo se escucha mi voz y a qué me dedico- concluyó, curvando su comisura amargamente.

¿Qué comes que adivinas?

Te conozco porque realmente me importaste alguna vez. ¿Puedes decirme a qué venías?

Quería que volviéramos. Vamos, no tienes por qué hablar de tu amor por mí en pasado.

Comenzó a reír con fuerza y sólo se detuvo para señalar su anular.

¿Estaba…?

Casado, estás en lo cierto. Y muy enamorado también, añade eso – completó. ¿Que manía tenía con interrumpir mis conclusiones?

¿Y qué es lo gracioso?– contraataqué, un tanto humillada.

De seguro te importo tanto, que decidiste no leer el artículo sobre mi boda, el mismo que salió en la revista que tú editas. ¿Es que alguna vez me prestaste atención?

Y riéndose me cerró la puerta.

Me sacudió la realidad.

Ya lo había leído en algún almanaque, de seguro un domingo:

«No hay mayor dolor que perder aquello que por distraído no escogiste probar».

Por alguna razón si recordé eso.

Me lo merezco.

Supongo.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS