Una carta/ Artículos Indeterminados (2015-2018)

Una carta/ Artículos Indeterminados (2015-2018)

Decidí escribirte esta carta. Y resolví hacerlo por el simple hecho de que ya nadie escribe cartas. El género epistolar es el más abandonado, junto con el anacreóntico y el epitalamio. Yo juzgo que, a diferencia de los anteriores, las cartas son increíblemente románticas y por eso te dedico ésta. No digo que la anacreóntica o epitalamio no sean “románticos”, hay sáficos adónicos bellísimos, pero ese no es el caso a discutir; decidí escribirte una carta y basta. Lo hice porque me gusta la idea de pensarte leyéndola en tu cama, releyéndola en un parque y volviéndola a leer en el autobús rumbo al trabajo. Que conserves el sobre satinado con el mismo cuidado con que se cuida una joya y que guardes mi carta, doblando de forma precisa sus pliegues para no dañar el terso papel, pensando: “Así es como la dobló él”. Y que no sea una, sino varias, las epístolas que guardes celosa en un cofrecito de madera durante muchos años; y que las leas, décadas después, cuando te sientas sola. Y que cuando mueras, las encuentre tu anciano esposo, bajo tu almohadón de plumas, y diga tras leerlas: “Ése sí la amó”. Que haya sido a una sola de tus nietas, la más bonita y de carácter más agudo, a quien le hayas contado de mí, en esas confidencias y secrecías cómplices. Y en tu velorio ella gritará: “¡Hubo un hombre que en verdad la amó!”. Y el silencio se hará. Es tan bonita tu nieta, se parece a ti; y ni siquiera ha nacido. Vieras cómo me regodeo con estos pensamientos, en medio de prolepsis y analepsis que me golpean súbitamente cada que espero paciente a verte salir de casa.

Y por eso debo empezar, con la primera de un sinfín de cartas que dirijo con todo mi amor hacia ti, porque quiero ser ese cofrecito de madera en tu vida. Es mi única ambición. Sí, efectivamente, leíste bien, quiero ser un cofrecito de madera, porque sé que no aspiro a nada más. ¡El miedo, el miedo! Tormento dulce en la contemplación serena. La sola idea de saberme querido por tu hermosa persona me causa un calosfrío casi insoportable; nervios atroces que taladran trás la nuca. Una zozobra tan infame que voy a arrojar esta carta y olvidarlo todo. ¡Ay de mí, Señora mía! Pero estas letras son tuyas y tuya es la pluma y el tintero también. Ya tienes todo; pero cómo podría corresponder tu amor si apenas y puedo balbucear cuando te veo de lejos. Es extraño, lo sé, pero tendrás que aprender a vivir con eso: un amante silencioso y etéreo que te mira a la distancia. Pero no divaguemos, seamos realistas: las cartas que te mande deben ser el producto de un amor platónico que no debe saberse jamás, salvo por tu nieta no nata y tu futuro esposo anciano, y claro está, por las personas que se enterarán en el funeral que, calculo yo, serán unas treinta gentes. ¿Sabes cómo se extienden los chismes con eso del facebook, y más en el futuro? ¡Sabrá Dios qué existirá para ese entonces! a lo mejor ya se pueda leer la mente. Eso podría arruinar mi matrimonio, con esa mujer que aún no conozco, con quien formaré una familia. ¿Cómo pudiste ser tan inconsciente de no guardar bien mis cartas? ¿No había cofrecitos de madera con candados de seguridad supersónica en el futuro? Seguramente tu esposo no tuvo un buen trabajo o tú de plano eres muy tacaña. No tienes idea del daño que puedes causarme con tus indiscreciones; seguramente le contaste también a tu amiga esa, la gorda con la que andas siempre tomando café y lamentándote. Y yo que pensé que la única que lo sabía era Margarita, tu nieta. Mira, una cosa es que no ame a esa esposa que aún no conozco y que tengamos problemas, digo, todas las parejas los tienen; pero de eso a que arruines cuarenta y tres años de matrimonio, oye no. Sabes qué, mejor aquí la dejamos, que ésta sea la primera y única carta que tengas de mí. Debut y despedida, como dice la canción. Al fin y al cabo, ésta no tiene nada comprometedor que haga enojar a mi futura mujer. Adiós, y que seas muy feliz con tu esposo, el viejito ese. Ahí les mando un epitalamio cuando se casen. Salúdame a Margarita, es la única que me cayó bien de tu familia.

P.D. Anexo, a esta carta, un cofrecito de madera con un buen broche; ya le compras un candado supersónico del futuro, por si me animo a escribirte otra vez.


Registro de Autor: 03-2017-090710563200-01

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS