Las personas sensibles dan mucho de qué hablar y la mayor parte del tiempo esto nace desde el mejor sentido posible.
Las gaviotas me cuentan, que, a la orilla de la frescura marina, un día, tuvieron la dicha de poder conocer a un marinero sensible. Me cuentan que este hombre era bello, muy bello, bello en todos los sentidos. Su belleza era tan grande que las gaviotas fueron cautivadas por él al primer instante. Me cuentan que él solía por las auroras acercarse a las orillas del puerto para sentir el aire fresco sobre su rostro. Me cuentan que él llegaba luego en las tardes, cuando el sol se estaba yendo… iba para observar al mar mecerse a lo lejos, mientras el sol se fundía en los reflejos y desaparecía lentamente en el horizonte… cálido y distante. También, el hombre llegaba a los amaneceres, ya no veía al sol, pero veía al mundo iluminarse, y sonreía cuando podía ver con claridad al mar nuevamente.
Un día, la bandada de aves se acercó sin temor al hermoso hombre, todos los días lo veían hacer aquello tan misterioso y propio de él. No había ningún hombre tan delicado y especial. Él era único, relajado, sereno, parecido al mar de cierta forma… las curiosas gavinas creen que cada día él se acercaba a observar y sobre todas las cosas a meditar, a sentir. Las gaviotas cuentan que se acercaron entonces al hombre y éste, abrió sus ojos azulinos lentamente, las recibió con una sonrisa y ni un leve rastro de inquietud apareció en su rostro cuando ellas a él se allegaron.
La bandada con seguridad aterrizó en sus alrededores y lo contempló mientras éste observaba el paisaje. Por primera vez en la vida lo oirían hablar.
“Oh mis amigas gaviotas… habéis venido a mí por fin… siempre he buscado cautivar a los seres vivos de esta Tierra y hoy, por fin, me demostráis vuestro amor por mí…”
La voz masculina del hombre aumentó sus rasgos encantadores y las gaviotas se sorprendieron de poder entender las palabras de aquél singular humano. Escucharon atentamente y reconocieron el bello acento español.
“Os quiero contar una cosa… pero no os enojéis conmigo, no os vayáis aún, dejadme primero hablar.” Las gaviotas asintieron.
“Yo la verdad, marinero no soy.” Las gaviotas abrieron sus alas impresionadas. Pero luego se calmaron.
“Hoy me veis en estas ropas. Pero son ilusiones muertas. Marinero no soy, pero siempre lo quise ser.
Desde niño siempre sentí una conexión con el mar… y se me ha sido privado toda la vida de mis manos el navegar… mi único consuelo en mi afligida situación es observar y observar… hasta que mis ojos soñadores se cansen. Nunca se cansarán. Y ahora, mirad, miradme bien… mirad mis ojos… en ellos llevo al mar. Nadie lo entendería. He hablado de ello con gente, pero todos me tildan de loco. Ya no doy más. Quiero ser parte del mar. Tengo una conexión con las profundas aguas… me recuerdan al vientre de mi madre… tengo una conexión con vosotras, las gaviotas… pues a mi hermana me recordáis… una conexión con los peces, que sin darse cuenta, lucen igual a los pescadores de este pueblo… ah… gaviotas… las personas son insensibles, a ellas jamás os acerquéis, yo persona soy, pero carezco de simplicidad, así que humano jamás creo yo que me podré considerar… sólo una persona me creo, para al menos sentirme como algo… y es que, no me siento en un cuerpo, me siento efímero y sin gravedad, como un sentimiento en sí mismo.
Enamorado estoy, pero enamorado del mar.
Y mi amor es tan incomprendido, tan complejo… tan inconmensurable…
Hoy con certeza os puedo decir, que el Gran Titán al mar jamás podrá desafiar. ¿Habéis oído de ello? Pronto será inaugurado. Pronto en él gente acomodada de toda Europa podrá viajar. Y lo he dicho. Vaya, si hasta lo he gritado. Que todos ellos morirán… el mar me lo dijo… que ellos sin darse cuenta se estrellarán.
Oh gaviotas… yo soy el mar… el mar en sí mismo quizás… quiero entonces así nadar… me veo cuando era niño y conectaba mi alma con el océano, cuando jugaba a ser marinero y veía como esos hombres en los barcos de espiritualidad carecían… ¿honor? Joder, honor no necesitáis para el mar. El mar está vivo y jamás lo sabréis. El mar soy yo y así me olvidareis…
Las gaviotas entonces observaron al precioso hombre lanzarse al mar… lo vieron nadar hasta las aguas profundas y luego, no lo vieron jamás… no lo vieron jamás… esa es la belleza de las personas sensibles, es breve, porque no es para este mundo… es profunda… porque es incomprensible por todos y es bella, porque es única en su tipo.
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