Marzo, 2020, 17:30 horas.

Estoy descansando en las afueras del metro Plaza de Armas, cuando decido mirar a la ventana de aquel edificio, ese blanco con ventanas pequeñas. Me fue inevitable reconocer tu rostro. Incluso pude sentir tu olor.

Estabas escondiéndote de alguien, pero sonríes. No me ves te mueves lento y tocas tu cuello.

Tu polera escotada fue lo primero que se ve al reflejar la luz del atardecer, parece que eres una dama de la calle, a simple vista, cintura de avispa y senos prominentes, labios bien pintados, no ha de ser otra persona. Tú trabajas en San Antonio, La eterna calle de las prostitutas.

El morbo me obliga a quedar detenido con la respiración débil, y mirarte. Eres linda. En mi mente vienen los prejuicios del Sida. Hago caso omiso y sigo mirando, esperando que llegue un hombre desnudo y te tome por atrás.

Estás en la ventana, deseas que te vean. Lo sé.

Se acercó un hombre por tus hombros y huele tu cabello. Trato de mirar disimuladamente, pero mi vecina de la banca me descubre observando y comienza a hacer comentarios descalificadores.

“Mujeres sucias y cochinas” siento que es la típica señora mojigata, anciana, que tiene 10 hijos pero aún así condena el sexo cuando a ella la pasaron follando en toda su vida.

Finalmente decido pararme, no podía seguir con la erección mental a lado de aquella mujer. Era asqueroso siquiera imaginarla desnuda y tan anciana. Senos caídos, arrugados, tristes.

Tomo el metro, me subí al vagón de prisa. Empujando porque no todos caemos. Me miran feo, decido no mirar más que a la ventanilla.

De pronto, te veo. Piel blanca, ojos azules, pelo rojizo. Eres de las pelirrojas que me gustan. No eres del todo delgada, pero te queda bien ese pequeño rollito regordete. Vengo sanando de mi erección mental pero te veo. Eres guapa. Y mis instintos sólo me obligan a mirarte. Me acerco disimuladamente a ti. Intento tocar tu brazo con el mío. En tono de respeto, me pongo hacia atrás para observar tu espalda y oler tu cabello. Me agrada.

Decido no moverme más, la gente me empuja. Hábilmente logro encontrar mi lugar a tu lado en ese vagón tan apretado. Aun no me ves, no soy nadie para ti. No puedo dejar pasar este momento, debes verme.

Llegamos a una estación común baja mucha gente, me apresuro a ver que no te bajes. Sigues ahí. Respiro tranquilo.

Mi mente sigue inventando excusas para poder hablarte, sin parecer un maldito acosador. La situación en el país es crítica con estos casos, debo ser muy sutil.

Seguimos en el metro, yo no vivo en esta dirección, pero no me puedo bajar, deseo seguirte. El metro sigue avanzando y sólo se me ocurre continuar hasta que te bajes. Decido hacer un movimiento maestro. Te hago una zancadilla para que caigas sobre mis brazos. ¡Ahora! Cresta, no funcionó, te enojaste y me trataste de imbécil. “Idiota, me pisaste, fíjate” entonces ya no te quería ver con amor, ahora me humillaste delante de todos, mis ganas de amor se volvieron intriga. Te pido disculpas con una sonrisa cínica, y continuamos el viaje.

Ya no te quería cuidar, ahora es personal. Ya me había pasado del lugar de bajada a mi casa, debía terminar lo que comencé.

Llegamos al final de la estación del metro. Bajas rápidamente. Te sigo. Vas casi corriendo, no creo que me hayas visto y que decidí seguirte. Trato de apurar la marcha para no perderte de vista. Sigues avanzando. Oh, no… decides subir las escaleras normales y no las mecánicas, me la pones difícil. A esta altura, la adrenalina es la que me mueve. Sigo por las mismas escaleras, siento que me dará un infarto. Debo descansar. Menos mal hay un abuelito en la escalera subiendo lentamente y se armó un taco pequeño. Tomo aire y continuamos subiendo.

Salimos del metro. Miras hacia los lados, tomas tu cartera y enciendes un cigarro. Avanzas hacia el semáforo y esperas el verde. Me quedo a unos cuantos metros de ti. Mientras tanto, me saco el polerón para que no me reconozcas y me pongo una gorra. Disfraz perfecto. (O al menos, así lo decía mi mente)

Sigues avanzando, caminas rápido. Botas la colilla al suelo, ya no me parecías tan hermosa como el primer momento. Pero continúo siguiéndote, quiero saber al menos dónde vives.

Caminamos cerca de 6 cuadras. Entras a un almacén, decido esperar afuera. Espero que no vivas ahí. De pronto sales, llevas pan.

Sigues caminando, ahora más lento, sacas otro cigarro y te detienes en la pequeña plaza que está en la cuadra. Fumas y haces figuras con el humo que botas. Estoy siempre mirándote escondido, sutilmente asomado para no perderte de vista. Saco mi celular y te tomo una foto, dos, tres, 10, 40… Son suficientes.

Decides ponerte de pie, pero sacas tu teléfono celular, y te vuelves a sentar. Es un buen momento para acercarme a ti. Lo intentaré.

Decido avanzar, y me siento a tu lado, finjo que ataré mis zapatos. Vengo del trabajo, tan mal no estoy vestido.

Me incorporo, me miras, te miro: Te saludo y digo “hola” y sonrío. Te pido fuego, y saco un cigarro. Te ofrezco uno, lo aceptas, me dices: “acabo de fumar, pero bueno, gracias”.-

Te lo enciendo y enciendo el mío. Te pregunto si vives por el sector, me dices que sí. Me miras fijamente, creo que buscas en tu mente si me habías visto antes.” Oh, claro que sí, yo soy el acosador del metro, al que trataste de idiota.”

Pregunto tu nombre, te llamas Andrea. Soy Ernesto, te respondí, mucho gusto. Sigues mirándome incrédula. Me preguntas si vivo por ahí, yo nervioso te respondo que no, que vivo al otro lado, pero que buscaba comprar pan, al igual que tú.

La verdad Andrea, es que ni siquiera sé en qué comuna me encuentro, creo que es Maipú. Pero eso tú no lo sabes…

Decides ponerte en marcha y a mí no me quedan más excusas. Decido hablar: Andrea, fue un gusto conocerte, me gustaría volver a verte. Me sonríes amablemente y me dices adiós y te vas.

Imbécil, – me dije a mi mismo – no le pediste ni el número de teléfono, y ya se alejó. Decido seguir caminando a ver si te encuentro por alguna casa del sector, camino entre los pasajes, las avenidas, pero Andrea ya no estabas.

Decido volver, finalmente, ¿qué más podía hacer?

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS