Espejismo al corazón

Espejismo al corazón

Dae

14/12/2019

Todo empezó el día que decidiste que tu perfume favorito sería el de durazno.

Tu palma, acostumbrada a cactus, arena y calor, besó tus ojos cuando la estrella mayor les disparó desde el norte.

Al descubrirlos afirmaste que, fruto de tal ataque, lo que tenías en frente era una compensación de los cielos: un arcoiris al paladar que te esperaba a pocos metros.

No lo dudaste, fuiste crédula y extendiste tu mano para saciarte al primer bocado.

La empalagosa fragancia te invadió hasta la médula y la ambición nació de forma instantánea; necesitabas más de aquella nueva sensación. Te arrastraste un poco más sobre el árido suelo, pero el aroma comenzó a diluírse.

Te prometiste continuar cojeando hasta alcanzarlo, juraste ignorar al mejor oasis porque, según tú, ninguna otra creación podría superarlo.

Y entonces se esfumó, desapareció.

Suplicaste de nuevo por él, te desgarraste. Nadie te escuchó ni se pronunció tu eco en las tierras que dejaste.

Te rodearon las hienas de la culpa, aturdiéndote, gastándote.

Cerraste tus ojos una última vez al pensar en la quimera más dulce, en la ilusión más amarga.

Te sorprendiste con lo hilarante que te resultaba saborear la desgracia.

Y entendiste que el engaño no procede de arriba, que la trampa es del que anda a la deriva.


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