no era una persona que tuviera miedo de dar su opinión, no solía quedarme callada, definitivamente no era fácil de intimidar.

pero el tenía en sus manos el poder que nadie más tenía, con su simple presencia lograba bloquearme completamente. odiaba que no me salgan las palabras, odiaba sonrojarme cuando me dirigía la palabra, pero sobre todo odiaba sentirme tan vulnerable frente a el.

aún cuando el no se encontraba en el mismo lugar que yo físicamente, estaba en mi mente cada día y cada jodida noche. cada canción era un escenario diferente para imaginarme a su lado, cada vez se sentía más real que la anterior.

seguramente todo mi circulo social pensaban que el ya era una historia del pasado, o eso es lo que yo quería hacerles creer. pero solo aquellos más cercanos a mi, sabían que mis sentimientos seguían siendo exactamente iguales que hace años. Era mi debilidad desde los nueve años, que podría decir.

El tiempo había pasado y ambos habíamos cambiado, el niño que solía conocer ahora era un chico con tatuajes, unos ojos que te hacían olvidar todo, unos labios que deseaba saborear y una voz que te hacía caer a sus pies. sin contar su altura que me hacía sentirme más pequeña de lo que ya era.

Mi cabello ahora era negro lacio hasta los hombros, ahora si parecía una universitaria. mis ojos negros reflejaban la frialdad que había aprendido de ti, mis labios sin duda eran lo más letal de todo mi ser, al igual que los tuyos.

Eramos el reflejo del otro. Tal vez una combinación fatal pero nunca nos importó realmente la opinión del resto. Estamos aquí para caer y levantarnos.

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