De como las cucarachas aprendieron a volar

De como las cucarachas aprendieron a volar

Misletrasparati

27/11/2019

La Oscuridad aturde cuando te sientes solo. Nos pasa a todos, inclusive a las cucarachas, que deambulan a través de ella sin que esto signifique ningún esfuerzo o sacrificio. Claro, es difícil identificar la nostalgia en una cucaracha, pero cuando aprendes a conocerlas puedes detectarlo en sus antenas que se vuelven flácidas y se dejan caer sobre la tierra, en su expresión que se torna cabizbaja y en sus patas traseras, que se arrastran al caminar como si vagasen obligadas por el mundo. Y si ver una cucaracha es algo desagradable, ver caminar a una cucaracha triste es algo realmente deprimente.

El cucarachón que nos ocupa vivía entre las cajas de cartón de un closet olvidado. Y cada noche, en lugar de salir a procurarse alimento, trepaba las paredes y se pegaba a la ventana, para observar, como un niño pobre que se asoma a la vidriera de la juguetería, a la estrella mas bonita que existía en el firmamento brillando en la cima de la constelación de Orión. ¡Vaya que si amaba a esa estrella, vaya que si la soñaba a cada minuto!

Es extraño que una cucaracha, ser de oscuridad y de noches, estuviese enamorado de un ser tan luminoso. Pero el amor es cualquier cosa menos coherente. ¿Acaso no se necesitan luz y sombra para poder constrastarse? Esta cucaracha quería ser oscuridad, esa que en medio de la madrugada abraza a su estrella y hace que se vea mas brillante y bonita. Por eso, noche tras noche la soñaba, le escribía, le cantaba con sus mas sentidos chirridos, aquellos que solo se le profesan a la hembra que amas cuando ella te regala la fragancia de sus feromonas anunciando el celo. No hubo noche que no la soñara, que no viajara hasta ella para bañarse en el dorado de su luz tan tibia, que no se imaginara trepando a su cuello mientras la recorría con sus antenas, haciéndola chispear de ganas, elevando la temperatura de la noche mas fría.

Por momentos, cuando la luz del alba irrumpía anunciando la hora de regresar a la madriguera, también despertaba la cordura, y esta vieja cucaracha se descubría al otro lado de la ventana, como quien mira la realidad a través de la pantalla de un celular, ilusionado por un astro que brillaba, ajeno a su mundo, a cientos o quizás a miles de años luz del cristal donde ella estaba… Para una cucaracha triste, la luz del sol es mala consejera, porque la obliga a encerrarse en su soledad, donde deambulan fantasmas que aturden con sus terribles coherencias y develan los trucos de los sueños, como cuando cenicienta entendió que su carruaje real no era mas que una calabaza impulsada por ratones.

Sin embargo noche tras noche, a través de la ventana, su estrella volvía al firmamento. Y esta loca cucaracha quería creer que era por él que regresaba cuando la luz del sol se desteñía y cedía ante la emboscada negra de la madrugada. Ajena a las leyes de la astronomía, la pequeña cucaracha se creía el centro del universo cada vez que la estrella de Orión iniciaba su movimiento de traslación. Rotando toda la noche alrededor de sus ganas de sentirla cerca.

Entre sueños hermosos y entre desconsuelos se le fueron pasando las noches, juró que podía conversar con ella a través de los destellos de luz que iban y venían, como quien reciba un poema en clave morse, y jugaba a desnudarse el alma para compartirle sueños y deseos. Incluso creía poder escucharla cuando sonreía. Hubo noches de mucho brillo, pero también noches en los que las nubes húmedas no le permitían asistir al encuentro. Así que en clave morse viajaron alegrías y lamentos, canciones y despedidas.

Una noche, de esas en las que el desespero nubla el entendimiento. La cucaracha sintió que era hora de tomar la iniciativa. “Voy a ir hacia mi estrella” se dijo con total seguridad, cansado de sus ganas insatisfechas y de la estúpida pantalla de vidrio que obstaculizaba el encuentro. Las otras cucarachas, que mil veces la vieron adherida a la pantalla, rieron divertidas con la cucaracha loca que se había enamorado de una estrella y la alentaron en burla solo para verla fracasar. Ella bajó la pared muy decidida y sin al menos despedirse, salió del almacén por debajo de la vieja puerta que casi nunca se abría. En su ceguera, pensaba que trepando al árbol mas alto podría llegar con sus antenas a uno de los halos de luz de su estrella, y que a través de él treparía para encontrarse con ella.

Llorando de la risa, sus compañeras la vieron partir y se asomaron por debajo de la puerta para presenciar su disparate.

En ese instante la luz del pasillo por donde salió la cucaracha se encendió. Un grito humano ensordecedor nubló todo el espacio y apareció ante ellas la mas terrible criatura de la que se tenga conocimiento.

(Para las cucarachas, el monstruo mas feroz y peligroso no es el león, ni tampoco el feroz lobo o el tigre y sus colmillos gigantes. Muchas veces se han paseado frente a ellos sin que nada malo les suceda. El monstruo del mal mas terrible es negro y muy plano, una lámina de goma que se abraza a los pies de los humanos y que se avienta con furia contra ellas dejandolas sin vida adheridas al suelo o retorciéndose de dolor mientras agonizan)

Todas aterradas vieron a la loca cucaracha expuesta y a merced de la lámina maldita y sintieron vergüenza por haberla alentado a salir a buscar su estrella. Justo entonces la lámina de goma se avalanzó con furia sobre aquel pequeño insecto. Fue allí, cuando todas esperaban lo que parecía inevitable, que sucedió el milagro mas inesperado.

No fueron una, ni dos. Fueron cuatro alas oscuras que emergieron del lomo de aquella cucaracha como nunca antes se había visto, y como un ángel de la noche levantó su vuelo esquivando el golpe asesino. Ante la mirada atónica de las cucarachas escondidas, la loca cucaracha se elevó hacia el cielo, escapó por la ventana y se dejó tragar por la oscuridad hasta que nadie pudo verla.

Nadie sabe hacia donde fue, nunca nadie supo si alcanzó su estrella. Sin embargo, desde esa noche, surgió la leyenda que corre de boca en boca entre las cucarachas del mundo, esa que habla de una cucaracha a la que el amor hizo que le brotaran alas. Y hay quienes dicen que si miras fijamente a esa estrella de orión, encontrarás a la loca cucaracha acariciándola con su antena y haciéndola chispear de ganas.

Y desde ese día, las cucarachas supieron que podían volar. Y lo mas importante, que Amar a una estrella no siempre es un imposible.

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