Poema del día después

Mis poemas, son esa lluvia que no se entiende,

si un paraguas naufraga, sin nadie debajo,

esquivando charcos traviesos agazapados.

O, como un discreto sombrero,

con la sombra suave de un pedazo de noche prestada,

sin una frente sudorosa que cobijar.

Viven en un país extraño.

Es aquel extranjero que sólo sabe frases sueltas,

sobre todo,

las que hablan, del fracaso, del grito y del silencio.

Un día que me lleve el valor a la espada,

cortaré el puente de juncos marchitos, que unieron,

las palabras que les faltaron,

al lápiz azul, con que remo cada día,

sobre la calma de una hoja nueva.

Y entonces como niños,

sin su cuento de la noche,

y las mejillas tibias de antes de dormir,

me mirarán asustados.

Y yo,

con toda mi ilusión apretada entre mis manos,

estas manos que creyeron ser dos hojas verdes,

dobladas por la lluvia,

de cualquier madrugada,

se agitarán despacio,

y dejarán por mí,

este adiós,

quizás para siempre.

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