En casa nunca escasearon los libros. Competíamos para ver quien leía más, discutíamos, charlábamos, filosofábamos. Además nos gustaba escribir, nos mostrábamos los textos, esperábamos la aprobación recíproca.
Me voy a anotar al taller –le dije.
Él decía que el arte no se puede estudiar, que tiene que brotar solo.
Yo decía que para aprender algo, lo que sea, hay que estudiar y adaptarse.
Cuando publicaron mi primer libro él me felicitó. Pero siempre supe que Caín, en el fondo, me miraba con resentimiento.
OPINIONES Y COMENTARIOS