Blaze! Capitulo 60 – Final

Blaze! Capitulo 60 – Final

Wyneg S. Rhuntar

14/11/2019

Capítulo 60 – Una historia inconclusa ~ Parte 1.

Maestro Echleón, estamos asustados, hemos venido por algo que sucedió esta madrugada… –dijo un pequeño hombre de pueblo, de barbas y cabello color cobrizo brillante y desordenado, con sus manos curtidas y ennegrecidas por la tierra que trabajaba todos los días en su campo personal, sacudiéndolas en el aire como si intentara atajar objetos que caían frente a él, agarrándose la cabeza, permitiéndole recién avanzar a su mujer, quien caminaba con lentos pasos debido a su evidente estado de gravidez, además del tamaño de su cuerpo, superando en altura a su lánguido esposo.

¿Estamos? Eso me suena a manada –respondió la embarazada mujer con evidente molestia, quitando de su rostro su liso y marrón cabello, dejando descubierta su lechosa tez, debido al abandono temprano de su trabajo en el campo—. Creo saber lo que me pasa, el maestro aquí presente nos ayudará, te lo aseguro.

Pero, si es lo que tú dices… –dijo el hombre, callándose y apuntando al abultado abdomen de su esposa, para luego pasar su dedo índice sobre su cuello, abriendo su boca y poniendo blancos sus ojos.

Si fuera tan grave, ¿no crees que ella y yo ya estaríamos muertas? –respondió la mujer con seguridad, sentándose frente a Echleón, quien estaba sentado en su silla de madera negra en silencio, aparentemente mirando a los recién llegados vecinos—. ¿Cierto?

Lo dices como si supieras que es una niña… –interrumpió el esposo, callándose al ver en movimiento los labios del mago del pueblo.

Hola, Helena –saludó el viejo mago a la mujer, luego mirando al hombre—. Robert. ¿Qué les trae por acá este ocupadísimo día?

Pues, esto, creo que estoy poseída –dijo Helena mientras agarraba su vientre con ambas manos, entretanto Robert llevaba nuevamente sus manos a su cabeza, girándose contra la pared, temiendo que fuera verdad lo que su amada esposa decía—. Quiero que nos revise.

¿Qué te hace pensar que estás “poseída”? –preguntó el mago, revisando inadvertidamente a Helena con su energía mágica, no encontrando rastros de presencias demoníacas en su cuerpo o en el bebé.

Bueno, esta noche, un poco antes de la madrugada, Robert estaba quejándose de que lo golpeé en sus cosas allá abajo, además de que reclamaba estar muriéndose de frío, culpándome de eso por “estar flotando sobre la cama”, llevándome las cobijas con mi inmensa barriga –explicó Helena.

¿Y qué tiene que ver el supuesto golpe? –preguntó Echleón, sin inmutarse.

Caí sobre Robert cuando lo escuché llamándome entre sueños, el pobrecito estaba completamente helado, no sé si por el susto de verme flotando o por el frío de la noche –respondió Helena, burlándose de su cónyuge.

Tuve miedo por ustedes después de verte caer y también porque vomitaste. Y caíste con tu codo en mi entrepierna, nunca se me pasó por la mente que pudieras flotar por una posesión demoníaca hasta que lo mencionaste –intervino Robert, nervioso, frotándose las manos para secarse el sudor.

El vómito fue porque estaba mareada, alcancé a soñar que estaba cayendo desde una inmensa altura, agradece que fue sólo un golpe involuntario –rezongó Helena, sobándose el pecho, recordando la acidez del vómito y las náuseas.

No estás poseída, ya lo comprobé, esto es algo completamente normal… –dijo Echleón pausadamente, callándose ante la impetuosa interrupción de Robert.

¿Normal? ¡Mi mamá que en paz descansa tuvo diez hijos, yo fui el tercero, y nunca la vi flotar cuando esperaba a mis otros hermanos! –gritó Robert, agarrándose la cabeza, desesperado, callándose ante las miradas de reprobación de su mujer y del mago.

Como decía, es normal para tu tipo de embarazo, su retoño está mostrando su potencial mágico, sólo eso –finalizó de explicar Echleón, sin siquiera pararse de su asiento, esperando que con esas palabras los visitantes no invitados se fueran.

¿Está seguro? –preguntó Helena en voz baja, mirando al viejo en un ángulo dónde su esposo no pudiera ver su rostro de preocupación, tocándole su arrugada y esquelética mano con su jovial extremidad superior.

Ahora que me has tocado, confirmado completamente, sólo te recomiendo atarte levemente a la cama para evitar que te eleves mucho y te causes daño con otra caída, en caso de que vuelva a suceder –recomendó el viejo, aliviando a la joven pareja, que ahora se retiraba alegremente a su domicilio, caminando lentamente por la calle de tierra, ilusionados por el hecho de tener un bebé con poderes mágicos.

Creo que debería poner un hechizo en la puerta de entrada también –murmuró Echleón, después de que la pareja salió de su propiedad, sumiéndose en sus pensamientos.

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¡Maestro, maestro! –gritó Robert después de intentar en vano abrir la puerta de la casa de Echleón, golpeando fuertemente la entrada de madera, en caso de que el viejo mago no lo escuchase.

¿Qué sucede?, ¿por qué tanto alboroto? –dijo Echleón, abriendo la puerta, quedando en frente de Robert, entrando la poca luz del nublado y frío día de invierno.

Helena… va a dar a luz –dijo el hombre a punto de convertirse en padre—. Usted ha atendido todos los nacimientos en este pueblo, ¿cierto?, ¿cree poder hacerlo todavía?

Claro que puedo, sólo no apresures mis pasos, vamos a tu casa –dijo el mago, saliendo de su casa, cerrando la puerta detrás de él.

Ya tengo agua hervida con sábanas limpias, lo preparé todo cuando me di cuenta de que hoy nacerá nuestra supuesta hija –dijo Robert, demostrando haber sido convencido parcialmente por su mujer de que el bebé en camino era una niña.

¿Qué tu hiciste qué? –preguntó Echleón con rostro de extrañeza, desconociendo el procedimiento descrito por el hombre, siguiendo el camino hacia la casa de los jóvenes padres, entrando en esta, expulsando a unas inexpertas parteras presentes en la habitación—. Me haré cargo desde ahora, esa agua y sábanas no sirven, salgan.

Echleón atendió el parto a su manera, una que llevaba años practicando con muy buenos resultados, manteniendo vivas a las madres y a los recién nacidos en la mayoría de las ocasiones, habiendo traído al mundo a la mayoría de los habitantes del pueblo, incluyendo a Helena, no así a Robert, que provenía de fuera de la comunidad.

Después de una hora aproximadamente, logró sacar a una pequeña niña, revisándola exhaustivamente en búsqueda de posibles problemas, limpiando concienzudamente su cuerpo, hablándole a la madre.

¿Han pensado en un nombre para su cría? –preguntó Echleón, escuetamente.

¿Es una niña, cierto? –preguntó Helena, conteniendo sus emociones.

Sí –respondió el mago, pensativo, dubitativo, evaluando si hacer o no lo que se había propuesto al saber del potencial del bebé que acababa de nacer.

Se llamará Ileana, ese será su nombre –respondió la madre, celebrando el haber acertado el sexo de su bebé, habiendo ganado una apuesta que tenía con su esposo—. ¡Sí!

¿Lo hago o no? –se preguntaba Echleón, con su mano izquierda dentro de su largo traje negro, sacando algo que tenía oculto dentro de este, quedándose varios segundos en silencio, hablando para no tensar el ambiente y preocupar a la nueva madre—. ¿Han pensado que harán con los poderes de Ileana?

Hablamos con Robert sobre eso tiempo atrás. Creemos que podría aprender de usted cómo manejarlos, si está dispuesto a enseñarle, obviamente, aunque no tenemos dinero para pagarle por sus valiosas enseñanzas… –dijo Helena al mago, halagándolo para intentar negociar con él.

No hay problema con eso –dijo Echleón, realizando un corte en los genitales de la recién nacida, haciéndola gritar de dolor, introduciendo un trozo de piel arrugada y seca en la herida, cerrándose esta de inmediato, secando la sangre remanente, envolviendo a la llorona bebé con una manta limpia, entregándosela a su madre mientras pensaba—. El primer pago ya se ha efectuado.

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Echleón cargaba a Ileana, mientras la niña se acurruca entre sueños, presenciando como las llamas terminaban de consumir la que fuera la casa de la niña y sus padres, los que perecieron calcinados en su habitación, abandonando el sitio del siniestro, llevando a la pequeña a su hogar, mientras los demás vecinos intentaban apaciguar en vano las serpenteantes lenguas de fuego.

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¿Por qué dudas, Bhasenomot? –preguntó Albert, viendo como el no demonio tenía su brazo izquierdo erguido mientras le sujetaba el brazo derecho con su mano derecha, espabilándolo con sus palabras, dejando de ser drenado cuando Bhasenomot dejó de actuar como enlace entre Blaze y él, sintiendo el cansancio de su avanzada edad.

Yo… Está bien –dijo Bhasenomot, dejando de recordar las imágenes provenientes desde el extremo que estaba matando a Blaze, cortando el brazo derecho de Albert con su mano, como si lo hubiese hecho con una espada afiladísima, logrando un corte limpio y llano, mientras el joven oráculo intentaba no gritar de dolor, cerrando fuertemente sus mandíbulas, llorando profusamente por la rápida amputación—. Ahora tengo que hacer lo mismo con ella, para emparejar el largo y eliminar la zona que cauterizó, deben ser dos cortes limpios para poder unir las extremidades.

Albert se sentó en el piso, profundamente dolorido, pateando el piso con ambos talones, apretando con todas sus fuerzas su sangrante muñón, recibiendo un hechizo de Bhasenomot en la herida fresca, dejando de sangrar esta, disminuyendo el dolor, entumeciéndose su extremidad. Bhasenomot midió someramente el largo del brazo de Albert al lado del torso de Blaze, cortando el disparejo muñón de la maga, uniendo ambas partes, sellando la extremidad con un hechizo desconocido por la muchacha, restituyéndole el brazo perdido.

¿Qué?, ¿sólo eso? –preguntó Albert, con lágrimas secas sobre su rostro y los ojos enrojecidos, sabiendo que con eso no salvarían a la muchacha de ser drenada.

No te hagas el macho, acabas de perder un brazo –respondió Bhasenomot, ofreciéndole la mano derecha al muchacho mientras tomaba la nueva mano de Blaze con su otra extremidad—. Esto no ha acabado.

A eso me refería –respondió Albert, agarrando la mano de Bhasenomot, siendo drenado nuevamente, encaneciendo completamente su cabello, mientras su piel se arrugaba como las hojas secas del otoño, adelgazándose todos sus músculos, marcándose las venas a través de su piel, encogiéndose su cuerpo también.

Bhasenomot estaba actuando como un puente entre Blaze y Albert, permitiendo que la vida del muchacho pasase a través de él y fuese drenada en vez de la de la muchacha; una medida desesperada, ya que, si conociera la naturaleza del hechizo que la estaba desecando, podría retrasarlo lo suficiente para desviarlo y revertirlo, pero la rapidez con la cual estaba siendo atacada no permitía un análisis prolongado, al menos una vida debía perderse para salvarla.

Albert ya no tenía miedo a morir. Siempre había vivido su vida de la forma más tranquila posible, evitando cualquier tipo de problema, temiendo morir de forma dolorosa y prolongada, un suplicio interminable hasta ahogarse en la infinita oscuridad. Pero ahora no. No sentía dolor por la mutilación de su brazo derecho, no temía a desvanecerse en el olvido, solamente sentía que la fuerza de su cuerpo se evaporaba de su ser como si de agua se tratase, y sueño, mucho sueño, flaqueándole las piernas al mismo tiempo que los párpados. No era una muerte heroica tampoco, poniendo el pecho para cubrir a su señora de una lluvia de encendidas flechas o recibiendo una mortal estocada de una larga y afilada espada, no, pero se estaba entregando por completo, no solamente por lealtad hacia su compañera de viaje, maestra de armas y a quien servía como escudero, sino que también por amor, un amor que se forjó desde que sus caminos se cruzaron, y eso estaba bien para él.

¿Blaze… sabrá…? –preguntó Albert con voz áspera, utilizando sus últimas energías, perdiéndose la luz de sus ojos, dejando de apretar la mano de Bhasenomot, lo que hizo que el ser no demoníaco lo apretara más fuertemente para no perder la conexión.

Él… ya abandonó este mundo… –pensó Bhasenomot con aflicción, viendo cómo se desmoronaba la piel y huesos del muchacho, cayendo estos al suelo, formándose una pila ósea, llevándose el viento las delgadas, secas y frágiles láminas de piel, envolviendo de inmediato los restos mortales de Albert con una neblinosa aura, requiriendo más de él—. No, aún no das todo de ti, ella lo sabrá.

Los huesos de Albert fueron totalmente drenados, convirtiéndose en un fino polvo, mezclándose con la tierra y las hojas secas del piso, desapareciendo entre estos, restaurando en parte la juventud de Blaze, debiendo Bhasenomot añadir parte de su poder para restablecerla completamente, perdiendo también parte de sus poderes al realizar esto, añadiéndose estos a la fortaleza que estaba siendo robada, agrandándose las heridas que la amiga de Blaze infligió en su cuerpo original con su ataque suicida, “sangrando” y debilitándose aún más.

Bhasenomot logró cancelar el hechizo utilizando fuerza bruta después de unos minutos de lucha por mantener la juventud y fortaleza de la muchacha, cortando el vínculo con el extremo que estaba consumiendo a Blaze, perdiendo mucho más poder en el proceso, quedando exhausto, logrando finalmente liberar a la muchacha de la muerte segura, despertándose esta, siendo teletransportada por el hechizo que había puesto en el talismán pegado en la superficie de la roca.

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La proyección mental que Bhasenomot le otorgó a Blaze terminó, habiendo pasado sólo unos pocos segundos de tiempo real, presenciando las imágenes de forma inadvertidamente acelerada, recuperando todos sus sentidos ocupados en la vívida experiencia, viendo a Bhasenomot sentado, mirando tranquilamente el paisaje.

¿Echleón? No… esto tiene que ser una broma, no te creo… ¿Dónde está Albert? –dijo la maga, mirando en todas direcciones, sin encontrar el lugar exacto donde supuestamente habían caído los restos de Albert, lanzándose al piso para descartar la visión, sacudiendo las hojas secas con ambas manos, encontrando sólo tierra debajo de estas, polvo, nada que pudiese distinguirse de los pulverizados huesos de su escudero, no encontró nada, deteniéndose al notar algo que había pasado parcialmente desapercibido para ella hasta ahora, ya no era tan alta como antes, de hecho había perdido bastante altura, comprendiendo por qué sentía que su armadura y ropa estaban sueltas y desgarbadas, revisando su nuevo cuerpo con detenimiento, sintiendo un escalofrío al mirar cierto detalle en su nuevo brazo derecho, paralizándose.

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No, está bien, déjala así, sólo cura las otras heridas, por favor. Ya no me duele y será un recuerdo de este día.

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Las palabras fluyeron dentro de la mente de Blaze como si las estuviera escuchando por primera vez, derramando borbotones de lágrimas al mismo tiempo, viendo la cicatriz que quedó después de que ella misma limpiara y cauterizara el brazo derecho de Albert, comprendiendo la autenticidad de las imágenes que Bhasenomot le había mostrado, la traición y la lealtad confrontadas, dirigiendo su mirada a él.

Supongo que no todos fuimos hechos para sobrevivir –dijo Bhasenomot calmadamente, girándose para ver a la estupefacta y temblorosa muchacha, volviéndose nuevamente al paisaje, comenzando a transparentarse su cuerpo—. Es increíble lo hermoso que puede verse todo si sólo te detienes un momento.

¿Qué…?, ¿Qué puedo… hacer para…? –balbuceó Blaze, con su corazón destrozado, sollozando, presenciando la desaparición del falso demonio, sin alcanzar a formular su pregunta, quedando completamente sola—. ¡¡¡Bha… BHASENOMOT!!!

Bhasenomot desapareció físicamente del lugar, pero no dejó de presenciar el bello panorama que lo tenía embelesado segundos atrás, sintiendo como la presión de su propio poder disminuía, como si hubiera estado encerrado en una burbuja que recién acababa de estallar, fluyendo libremente sobre toda la faz de la tierra, cubriendo su superficie por completo, bañando todo con su presencia, cubriendo gentilmente a todos los seres vivientes, cobijándolos como nunca hubiese pensado que podría llegar a hacer, dejando atrás el odio y desdén que sintiera tiempo atrás, compadeciéndose de ellos por lo que ocurriría en un futuro no muy lejano, desvaneciéndose completamente con un suave suspiro que se mezcló con la brisa.

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El cuerpo físico usado por Bhasenomot se desintegró en sus componentes primordiales, mientras que su cuerpo astral se disolvía en el aire, liberando su esencia, su poder, el que fue capturado en su totalidad por la sombra, quien estaba frente a su creación manufacturada con todos los fragmentos de DSH recolectados, una armadura plateada y brillante, la que cubría un cuerpo de forma humana, pero hecho de piedra, emergiendo algunas de las protecciones directamente desde la roca de coloración caucásica. La armadura parecía bastante corriente, destacándose solamente los bordes de las protecciones, que lucían unas inscripciones que no parecían pertenecer a ningún dialecto conocido, además del yelmo, el que no tenía aperturas para la visión.

Sí, ahora que el recipiente se ha roto, el poder que siempre me había pertenecido ha vuelto a mí –dijo la sombra, tomando el cuerpo cubierto con la armadura de blanquecinos reflejos con dos manos, adoptando su oscuro cuerpo una forma humanizada—. Seré Knightless Armor.

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Chained God sintió la presencia de un poder mágico conocido y que llevaba años oculto, evitando presentarse ante él, mostrándose ahora abiertamente, confrontándolo, intentando equipararse con su fortaleza a pesar de la distancia que los separaba, haciéndolo levantarse de su trono cubierto de miasma, expandiendo su poder para demostrar su dominio, desplazando a la invasora fuerza.

¿Así te presentas ante mí, Echleón? –se preguntó el dios demonio, apretando los dientes—. ¡Ahora sé dónde estás!

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Dicen que allá está escondido el tesoro de una bruja –dijo un moreno pescador de mediana edad a sus compañeros, apuntando a una cueva de pequeño tamaño presente en una península rodeada por un bravo oleaje, mientras navegaban en su bote de pesca cerca de la costa—. ¿Se atreven a ir?

Patrañas, aunque no está demás ir a ver, puede haber un tesoro pirata y corrieron el rumor de que hay una bruja en el lugar, para protegerlo de posibles saqueadores –dijo otro, tan moreno como el primer pescador, con la piel dorada debido a las horas que pasaban pescando directamente bajo el sol, oteando hacia la península.

No, yo no, no sabemos lo que podemos encontrar allá, una bruja es lo de menos si lo que se oculta allí es un monstruo, esperaré aquí en el bote –dijo el tercero, de similares características, por las mismas razones.

No reclames después si encontramos algo, es de quien se atreva a entrar a sacarlo –dijo el primer pescador en hablar, mientras remaba en dirección al supuesto escondite del tesoro.

Los dos pescadores que se atrevieron a entrar en la cueva bajaron a la playa, caminando cautelosamente al interior del agujero en la piedra, mientras el oleaje se infiltraba levemente en el lugar, humedeciendo la caverna marítima, haciendo eco de las olas del exterior, perdiéndose de a poco la luz mientras avanzaban en su búsqueda.

Luego de unos minutos, el pescador que se quedó en el bote escuchó los aterrorizados gritos de sus compañeros, callándose abruptamente los dos, tomando rápidamente los remos de la embarcación, huyendo del lugar profiriendo temerosos improperios, perdiéndose en el mar, mientras que de la cueva emergía una silueta desde la oscuridad.

Deberían hacer caso a las advertencias –dijo Hänä, desnuda de la cabeza a sus pies, luciendo una nueva y adelgazada capa de piel, habiendo perdido el anterior revestimiento con el avatar que mandó para acercarse a Blaze y que terminó sacrificándose ante Bhasenomot. La emergente piel casi no tenía grasa acumulada, notándose todos los músculos, tendones y fascias de su cuerpo, conservando su cabello naturalmente rubio, liso y con un rebelde mechón que se negaba a posarse sobre su frente, apuntando firmemente hacia el cielo, a diferencia del controlable cabello falso de la muñeca dirigida a distancia—. Nadie entra en mis dominios ni me saquea.

FIN

Este es el final de la primera temporada de Blaze, quédense atentos, dentro de un tiempo iniciará el segundo ciclo de esta historia. ¡Muchas gracias a todos!

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