Los Caballeros del Silencio

Los Caballeros del Silencio

Mr. JGea

10/11/2019

Los Caballeros del Silencio

I:

─ Erin, pst, Erin. Despierta Erin.

La pequeña de seis años abrió los ojos, encontrándose con su hermana mayor.

─ ¿Mmmh? ¿Vera? ─ Dijo Erin frotándose los ojos.

La muchacha de diecinueve años acunó con cuidado a su hermanita, teniendo cuidado de no destaparla.

─ Perdona por despertarte tan tarde, pero tenemos que irnos. No hagas ruido, ¿sí? Solo mientras nos subimos al auto.

Erin no entendía, pero confiaba en su hermana, y le gustaba cuando ella la cargaba. No hizo más preguntas, y se acurrucó sobre el pecho de Vera mientras ella acariciaba su cabeza.

Vera salió de la casa haciendo el menor ruido posible, teniendo cuidado de no despertar a la pequeña que se había dormido en sus brazos. Finalmente llegó a su auto, estacionado frente a la casa, y depositó a la pequeña en el asiento trasero.

Cuando Erin volvió a abrir los ojos, volvió a encontrarse con su hermana mayor, durmiendo a su lado.
Erin miró a su alrededor. Estaba en una cama desconocida en un cuarto desconocido.

─ ¿Vera? ¿Qué pasó? ¿Dónde estamos? ¡Vera!

Erin sacudió a su hermana, hasta que despertó. Ella se incorporó en la cama y tomó sus gafas de la mesita de noche. Bostezó pesadamente.

─ Buenos días Erin. ¿Dormiste bien?

─ ¿Vera? ¿Qué pasó? ¿Dónde estamos?

Vera se levantó y abrió las persianas de la habitación con mucho cuidado, como buscando algo. Cuando se dio por satisfecha, las cerró y volvió a sentarse junto a Erin, a quien le acarició la cabeza.

─ ¡Vera! ─ Insistió Erin.

─ Perdona que te haya llevado en mitad de la noche sin explicarte nada, Erin ─ respondió la mayor. ─ Pero no había tiempo que perder. Estamos en un hotel, porque anoche nos fuimos de casa. ¿No te gustaría vivir solo conmigo, lejos de la ciudad, lejos de todo?

Erin sacudió la cabeza confundida.

─ ¿Vivir solo contigo? ¿Pero y mamá y la abuela? ¿Y qué pasará con la Orden?

─ Vamos a empezar de nuevo solas tú yo, pequeña. Lejos de la Orden, lejos del Concilio. Y lejos de la abuela. No pasaré el resto de mi vida peleando con desconocidos por algo que pasó hace muchos años.

─ Pero Vera, la abuela dice que es un honor pelear por proteger a la humanidad de la Oscuridad y que…

Vera frunció el entrecejo.

─ Erin, no. Matar es malo, no importa por qué. No sé si lo sepas, pero la abuela ha matado a más personas de las que te puedas imaginar, y mamá lo mismo. No, no vamos a seguirles el juego. No voy a matar a nadie, y mucho menos tú.

─ Pero Vera…

La muchacha abrazó a su hermanita con fuerza. ─ Confía en mí. Yo te protegeré, lo prometo. No dejaré que nadie te haga daño, mucho menos nuestra familia.

Erin le devolvió el abrazo a Vera, pero no entendía qué estaba pasando. De todos modos quería mucho a su hermana y confiaba en ella. Y sabía que Vera la protegería.

Once años después:

Era pasada la media noche.

Un guardia de seguridad hacía una ronda de rutina por los pasillos de la universidad. Luego de ver que todo seguía en su lugar, regresó a la oficina de seguridad a tomar una muy necesaria taza de café antes de seguir con sus rondas.

Cuando los pasos del guardia se perdieron en la oscuridad, una figura salió de las sombras como si estuviera saliendo de un charco de agua. Usaba una larga capucha color negro, una túnica azul, y una máscara de color negro con una sonrisa pintada de azul brillante. La figura levantó una mano y la empuñó con fuerza.

Como si estuviera esperando a aquella señal, más figuras encapuchadas salieron de las sombras.

─ Ustedes vayan a saquear las bibliotecas, yo iré a las oficinas de la administración ─ ordenó la primera.

Los demás hicieron una profunda reverencia.

─ Como usted ordene, Gran Maestra.

La Gran Maestra vio a sus discípulos dispersarse y con pasos firmes pero tranquilos fue a la administración. Con un aura de calma tocó la cerradura electrónica, y esta se abrió sin dar problemas.

La Gran Maestra entró a las oficinas sin nada que la pudiera detener y abrió los brazos con majestuosidad. Las sombras de las computadoras se separaron de estas y se dirigieron hacia la Gran Maestra que las guardó todas dentro de su propia sombra.

Cuando hubo terminado con esa oficina, se dirigió a la siguiente.

Escuchó pasos acercarse, pero todo lo que tuvo que hacer fue esconderse ella misma dentro de su sombra, y el guardia de seguridad pasó sin darse cuenta de nada.

Desde dentro de su sombra la Gran Maestra le echó un vistazo al Guardia de Seguridad. Con sus ojos debidamente entrenados en el arte de las sombras, ella leyó su alma, y le agradó lo que vio. Ese hombre tenía madera para ser uno más de sus discípulos, un Caballero del Silencio.

Mientras la Gran Maestra seguía saqueando las oficinas centrales, sus discípulos hacían lo mismo con las bibliotecas de cada una de las facultades y escuelas de la universidad. Entraban y con su poder absorbían las sombras de todos los libros dentro de las propias, y luego se retiraban a seguir con su trabajo. Siempre cuidando de entrar dentro de sus sombras cuando alguien se aproximaba.

Finalmente, todo estaba hecho justo antes que saliera el sol.

Cuando terminaron su tarea, los Caballeros se reunieron frente a las puertas de la universidad donde ya los esperaba su Gran Maestra.

─ Han hecho un gran trabajo queridos alumnos, mis Caballeros del Silencio.

─ Fue un honor, ¡oh, Gran Maestra! ─ dijo uno de ellos.

─ Todos luchamos por la causa del Silencio.

La Gran Maestra finalmente sacó dos latas de pintura de su túnica y garabateó en una de las paredes una cara sonriente negra con una sonrisa azul, y una S cursiva.

Cuando terminó, ella y sus Caballeros se fundieron dentro de sus sombras y se mezclaron con la noche.

II:

─ ¡Erin, despierta! ─ Gritó Vera golpeando la puerta de su hermana una y otra vez. ─ Vas a llegar tarde a la escuela.

Erin se cubrió la cabeza con la almohada, gruñendo, pero los golpes de Vera no se detenían. Fue cuando vio el reloj despertador y se dio cuenta que iba una hora tarde.

Soltando una palabrota se levantó de un salto y salió corriendo de su habitación.

Vera se apartó justo a tiempo para no recibir un portazo a la nariz cuando Erin salió disparada de su cuarto hacia el baño. Ya había visto esto muchas veces antes y sabía la rutina.

Dejó a Erin con sus prisas y fue a terminar su desayuno y a calentar su auto.

Erin se bañó a toda velocidad, se vistió en menos de un minuto y sacó del armario un suéter con capuchón que tenía para estas ocasiones. Luego corrió a la despensa donde sacó una barra de cereal y un envase de yogurt bebible del refrigerador.

Vera tarareaba una canción en su auto, cuando Erin entró de golpe al auto y cerró la puerta.

─ Ya estoy lista.

Vera sonrió. ─ Vas mejorando. ¿Quieres conducir hasta la escuela hoy?

Erin negó con la cabeza. ─ No gracias. Me estoy cayendo del sueño. Si tomo el volante nos vamos a estrellar.

Vera rodó los ojos, y se puso en marcha.

─ Me imaginé. ¿A qué hora te acostaste anoche?

─ A las tres y media ─ gruñó Erin.

─ Y es por eso que te he dicho miles de veces que no dejes las cosas a última hora. ¿Qué fue esta vez? ¿Un proyecto de ciencias, estudiar para un examen?

─ Un ensayo ─ dijo Erin. ─ No es la gran cosa.

─ Solo ten cuidado, ¿sí? No te desveles tan seguido.

Erin asintió y empezó a comer su barra de cereal y a beber su yogurt.

Al llegar a la escuela Erin saltó del auto y tras despedirse de su hermana se apresuró a entrar a su aula.

Se puso su suéter y bajó el capuchón para taparse la cara y así dormir un poco antes que empezaran las clases.

Una mano se posó sobre su hombro.

─ ¡Erin, cariño! ¿Tienes mi ensayo? ─ Preguntó una vocecita burlona.

Erin espió por debajo de su capucha y gruñó. ─ Vete al demonio Barbara.

─ ¿Entonces no lo tienes?

─ Claro que lo tengo, idiota. Pero si lo quieres déjame dormir. Después de todo estoy así por culpa tuya.

Barbara se separó de ella y volvió con sus amigas.

─ ¿Vas a dejar que te hable así?

─ Claro. La necesito para mantener mis buenas notas. Además, es para la clase del segundo período. Puedo esperar.

Erin volvió a gruñir molesta cuando sonó la campana que anunciaba el inicio de las clases, pero al menos tuvo diez minutos más de sueño.

─ Ahora sí, ¿tienes mi ensayo? ─ Preguntó Barbara a su amiga.

Erin asintió. ─ ¿Tienes el dinero?

─ Doscientos por ser un encargo de última hora ─ sonrió Barbara abriendo su billetera. ─ Como siempre un placer hacer negocios contigo.

Erin tomó el dinero y le dio a Barbara el ensayo en el que trabajó una buena parte de la noche.

─ A sus asientos jovencitos ─ dijo el profesor al entrar.

Tres aburridas clases más tarde llegó la hora del almuerzo, donde Erin se unió a Barbara y a sus demás amigas.

Las otras charlaban y veían sus teléfonos, mientras que Erin comía a toda velocidad.

─ ¿Oye por qué la prisa? ─ Preguntó alguien.

─ Quiero aprovechar la hora de comida para dormir otro poco.

─ Buena idea, no te ves muy bien ─ dijo otra.

─ Gracias a Barbara ─ se quejó Erin con un bostezo. ─ Es oficial, no más encargos de última hora. Despiértenme cuando haya que volver a clases, ¿sí?

Y se bajó la capucha para taparse la cara y dormir.

Las demás sonrieron comprensivamente y decidieron que mejor se concentrarían en sus teléfonos.

─ Huh, interesante ─ murmuró alguien.

─ ¿Qué? ─ Preguntó Barbara.

La aludida le enseñó la noticia que le mandaron.

─ Parece que vandalizaron varias universidades.

Barbara miró el título. ─ ¿Grafiti en las paredes de la universidad? ¿Con qué saldrán después, con que el agua moja?

─ Sí pero parece que es el mismo símbolo en todas las universidades de la ciudad. ¿Qué significará?

Barbara le echó un vistazo. Era una cara negra con una sonrisa azul, y una S cursiva abajo. Conocía ese símbolo, el emblema de los Caballeros del Silencio.

─ Mándame el link.

─ ¿En serio?

─ Solo hazlo.

La otra se encogió de hombros y se lo mandó.

Barbara lo examinó preocupada, su abuela tenía que ver esto.

III:

El rector de la universidad entró de golpe al edificio de Registro y Estadística.

─ ¿Qué fue lo que pasó? ─ Preguntó el rector. ─ ¿Cómo es que de la nada todos los aplicantes fueron aprobados? ¿Qué fue lo que pasó?

El rector estaba genuinamente preocupado, la universidad no tenía la capacidad de aceptar a más de cincuenta mil aplicantes. Los exámenes de selección servían para eso, primero para asegurar que solo aquellos que tuvieran las capacidades académicas básicas entraran, luego, para evitar que la universidad se sobrepoblara y no fuera capaz de atender adecuadamente a los estudiantes.

Y ahora esto. No era como si pudiera retractarse de pasar a los cincuenta mil aplicantes que incluso ya habían recibido los correos de confirmación que habían pasado. Eso traería un montón de problemas.

Sin mencionar que quienes habían hecho esto se habían asegurado de eliminar de la base de datos los exámenes de admisión, y destruir las copias físicas que tenían. Cuando abrieron los archivos que tenían de los exámenes de admisión se toparon con una imagen JPG con el mismo símbolo que habían pintarrajeado en la entrada principal.

─ Más les vale que alguien ya esté revisando las cámaras de seguridad ─ ordenó el rector.

─ Sí, mi compañero ya está en eso con los guardias de seguridad.

El rector asintió al tiempo que salía. ─ Voy para allá. Que alguien les diga a los guardias que más les vale tengan una respuesta para cuando llegue allá.

Entonces salió a toda prisa de la oficina.

El técnico entonces recibió un mensaje de su compañero.

─ ¿Qué pasó? ─ Preguntó una de las secretarias.

─ Mi compañero me mandó el video de seguridad. Como pensaba, las cámaras fueron dañadas.

─ ¿No captaron nada?

─ Solo un poco.

Le mostró el video que le mandaron. En este se veía claramente a una figura encapuchada empuñando su mano, luego todo se puso negro.

─ ¿Qué pasó?

─ ¿Vieron que parecía que salía de las sombras?

─ ¿Qué está pasando?

─ ¿Creen que terminó?

Sin embargo, lo peor estaba por venir.

Un correo les llegó a todos los estudiantes y aplicantes. Era un link a un sitio web que contenía todo el contenido de todas las bibliotecas de la universidad. Bibliotecas virtuales y versiones digitalizadas de los libros en físico.

No solo eso sino tesis doctorales y documentos exclusivos cuyos derechos de distribución pertenecían a la universidad. Todos y cada uno de esos documentos fueron subidos a internet a disposición de todos.

El personal de la universidad entró en pánico y de inmediato se dio a la tarea de cerrar el sitio web, pero ya era tarde. Los estudiantes tomaron cartas en el asunto y pronto el contenido del sitio web se hizo viral. Para cuando el personal universitario logró hacer que se clausurara el sitio ya había otros tres en funcionamiento a la vez que los documentos ya habían sido subidos individualmente a diferentes bibliotecas virtuales, nubes y dispositivos personales de los estudiantes. El daño ya era irreparable.

Y tras hacer las averiguaciones con otras universidades el personal descubrió que no habían sido los únicos atacados por este grupo de hackers.

Todas las universidades del área habían sufrido el mismo ataque.

Exámenes de admisión aprobados al cien por ciento y sus documentos exclusivos publicados para luego ser viralizados por sus propios estudiantes.

La noticia igualmente fue hecha viral a pesar de los esfuerzos de las universidades por ocultar su brecha de seguridad. El problema era que nadie comprendía cómo habían logrado semejante cosa sin dejar rastro.

La única evidencia fue el video corto captado por las cámaras de seguridad donde la figura de negro antes que las cámaras quedaran inutilizadas.

Las clases pasaron muy lentas para Barbara. Luego de recibir el Link ella solo quería ir a ver a su abuela lo más pronto posible. Ella tenía que ver esto.

Por su parte Erin se sentía mucho mejor después de dormir tres cuartos de la hora de almuerzo y no tuvo problemas para el resto de las clases pero igual tenía planeado acostarse temprano.

Para cuando el timbre de salida sonó, Erin se dispuso a ir a su casa cuando Barbara la tomó de la muñeca.

─ Erin, necesito que hagas mis tareas hoy también. Solo las que son para mañana, te prometo que te pagaré el triple pero es que me salió algo de última hora y…

Erin se la sacudió de encima. ─ No idiota, hoy quiero descansar. Ya tuve suficiente de tus asuntos de última hora por esta semana.

─ Erin por favor, no sabes lo que está en juego.

─ ¡No! ─ Repitió Erin irritada. ─ Mira Barbara, estoy cansada. Apenas si tengo energía para hacer mis propias tareas hoy. Lo siento.

Barbara iba a decir algo más pero luego la dejó ir. Sabía que Erin tenía razón. La verdad dependía demasiado de su amiga.

Barbara se quedó de una pieza mientras miraba su teléfono, y todas las noticias que habían estado llegándole durante el día. Todas hablaban sobre el ciber-ataque a las universidades y como estaba conectado al símbolo que habían pintarrajeado en la pared.

Barbara estaba complacida que al menos la gente se diera cuenta de eso. Pero al tratar de explicar cómo lo habían hecho, todos soltaban un montón de sinsentidos tecnológicos y términos que nadie entendía.

A pesar de lo grave de la situación Barbara no pudo evitar sonreír. La gente decía cosas solo por decir, porque no entendían lo que en verdad había pasado. Pero Barbara sí lo sabía, por eso tenía que apresurarse a hablar con su abuela y si era posible con sus amigas también.

Mientras Erin caminaba hacia la parada de autobús muy contenta. A pesar de que estaba muy cansada, aun fue un excelente día. Por las noticias que le llegaban a su teléfono todo había salido a la perfección. Sabía que su amigo era bueno con las computadoras, pero esto sorprendió mucho a Erin. Se las arregló para entrar a todos los servidores que habían robado. O más bien sus sombras.

─ La próxima vez que lo vea tengo que darle un premio. K sabe lo que hace.

IV:

Barbara llegó lo más rápido que pudo al hogar de ancianos donde vivía su abuela, ‘Dulces Pasitas’. Después de registrarse en la recepción fue corriendo al jardín donde sabía que encontraría a su abuela.

─ ¡Abue, Abue! ─ Llamó Barbara.

La anciana le sonrió. ─ Babs, ¿cómo estás, querida?

─ Abue, Abue tienes que ver esto ─ dijo Barbara sacando su teléfono.

─ Ay hijita, sabes que no entiendo de esas cosas modernas ─ dijo la anciana apartando el teléfono de su rostro. ─ ¿Por qué no mejor me cuentas qué pasa contigo?

Barbara sacudió la cabeza. ─ Solo es una foto, ¿sí? Solo una foto.

La anciana frunció el entrecejo, pero al final se acercó al teléfono de su nieta solo porque la veía muy inquieta.

Pero pronto su expresión cambió cuando se fijó en el símbolo pintarrajeado en la puerta de la universidad.

─ ¿Es esto una broma de mal gusto? ─ Preguntó ella.

─ No abuela, son ellos. De verdad son ellos.

─ ¿Pero estás segura?

Barbara asintió. ─ Me temo que sí. Además de la foto también subieron un video de las cámaras de seguridad que…

─ ¿Subieron a dónde? ─ Preguntó la anciana.

Barbara tuvo que armarse de paciencia. Quería mucho a su abuela, pero su rechazo a la tecnología le daba muchos problemas para comunicarse con ella.

─ Mira abuela, eso no importa. Lo que importa es que prueba que sí fueron Caballeros del Silencio.

─ En ese caso avisemos al resto del Concilio.

La anciana se levantó y comenzó a caminar hacia su cuarto. Barbara suspiró, la anciana iba a su cuarto a hacer una llamada desde su viejo teléfono en su cuarto en lugar de simplemente usar el smartphone de Barbara. Pero ella no se quejó, quería y respetaba mucho a su abuela como para dejar que eso la molestara.

Cuando llegaron al cuarto de la abuela, ella descolgó la bocina del teléfono y marcó un número de memoria.

La abuela hizo una reverencia tan profunda como su artritis le permitía y comenzó a hablar. ─ Oh, poderosa Matriarca, mi nieta me ha enseñado una foto en su teléfono inteligente, o lo que sea. Alguien hizo un grafiti en la universidad, el emblema de los Caballeros del Silencio.

Ella bajó la cabeza mientras escuchaba a la otra persona.

─ No, no, dice que hay pruebas que sí fueron ellos pero ya me conoce no tengo paciencia para estas tecnologías modernas.

Luego de escuchar a la otra persona por un tiempo, ella le pasó la bocina a Barbara.

─ La Matriarca quiere hablarte.

Barbara aceptó la bocina y esta vez fue ella la que hizo una reverencia. Era un gran honor hablar con la Matriarca, aunque fuera por teléfono.

─ Gracias por hablar conmigo, Matriarca. Como le decía a mi abuela…

─ Deja las formalidades ─ dijo una voz áspera. ¿Es cierto? ¿Los del grafiti realmente fueron ellos?

Barbara asintió, aunque sabía que la Matriarca no podía verla.

─ Sí, Matriarca. Su emblema no es muy conocido. Además hay un video de seguridad donde se ve a alguien salir de las sombras antes que todo se ponga negro. También hackearon los servidores de todas las universidades del área, y no dejaron rastros.

─ ¿Eso qué tiene que ver? ─ Preguntó la anciana, que, por suerte, sabía lo suficiente de tecnología para entender lo que Barbara decía.

─ Matriarca, claramente usaron magia para hacerlo.

─ ¿Segura?

─ Tal vez no de eso último, pero sí del video de seguridad.

─ Mándalo a Lux Aurorae. Y prepárate para la batalla Dormiens Silvam.

Con esto, colgó.

Barbara miró a su abuela y asintió.

─ Dice que hay que prepararse para la batalla.

─ Bien, ¿has estado entrenando como se debe? ─ Preguntó la anciana.

─ Sí abuela. Tanto que he llegado a depender demasiado de mi amiga Erin para mantenerme al día en la escuela, pero gracias a ella mis poderes están al máximo.

─ Me alegro. Entonces esperemos las instrucciones de la Matriarca. Pero a partir de ahora quiero que tengas un ojo abierto por si ellos vuelven a aparecer. No van a tomarnos desprevenidos otra vez.

Del otro lado de la línea, una mujer de noventa años en una silla de ruedas, y el cabello entre blanco y plateado colgó la bocina. Tal vez el tiempo había dejado su huella en la mujer, pero en sus ojos aún reflejaban una gran fuerza y una determinación que muchos jóvenes envidiarían.

A su lado estaba una mujer madura de cabello rubio, con un par de gafas redondas; y una adolescente de diecisiete años de cabello negro y ojos verdes.

El teléfono de la joven sonó y lo revisó. ─ Es el video.

La joven acercó el teléfono a la anciana en la silla de ruedas que se incorporó y lo revisó. Una persona saliendo de entre las sombras que luego cegó las cámaras con un gesto.

─ Magia del Silencio sin lugar a dudas ─ dijo la anciana.

La chica joven se puso a revisar los links de los foros de noticas y demás que le había mandado Barbara. Y claramente no estaba contenta.

─ No entiendo, fueron ellos pero no entiendo el por qué de sus acciones.

─ ¿Y qué importa entender sus acciones? ─ Preguntó la muchacha con una sonrisa. ─ Usted nos lo ha dicho Matriarca, no hay que entenderlos, solo exterminarlos.

─ Hay que pensar bien una estrategia, querida. Por eso tenemos que entender al menos qué pretenden ─ explicó la mujer madura. ─ El problema siguen siendo mis hijas.

La mujer en la silla de ruedas frunció el entrecejo. ─ Las encontraremos. Fuimos suaves hasta ahora porque los Caballeros no se habían aparecido, pero ahora que han empezado a moverse es necesario que las hallemos. Tal vez Vera es demasiado mayor como para usar sus poderes al máximo, pero Erin tiene la edad justa.

La mujer madura asintió. ─ Encontrarlas será la máxima prioridad del Concilio.

V:

Durante siglos, las Órdenes Mágicas de la Luz habían sido las encargadas de proteger a la humanidad de las Órdenes Malditas y la Magia de la Oscuridad.

Pero hubo una época en la que las Órdenes Malditas estuvieron a punto de exterminar a las Órdenes de la Luz y a así dominar sobre toda la raza humana. No había nadie que pudiera detenerlos, eran muy poderosos.

Sobre todo aquellos que llamaban Paladines de la Luna de Sangre. Cada luna llena los Paladines sacrificaban a sus prisioneros y realizaban un rito donde se bañaban en la sangre de sus víctimas para incrementar sus poderes. Un ritual que era especialmente efectivo cuando las víctimas eran brujas.

Eran tiempos desesperados.

Pero entonces, el clan de la Luz más poderoso decidió reunir a las Órdenes de la Luz que quedaban, para formar el Santo Concilio.

La Orden de Aquam Vivam, Agua de la vida. La Orden de Dormiens Silvam, el Bosque Dormido. La Orden de Kalendae, Luna Nueva. La Orden de la Santa Luna, Sanctus Lunem. La Orden de Lux Aurorae, Luz de la Aurora. La Orden del Sol de Medio Día, Meridie Helios. Y por último, la Orden más poderosa y que las reunió a todas. Calliginem Sacrarum, Sagrada Luz del Crepúsculo.

Bajo la guía de la Matriarca de Calliginem Sacrarum, el Santo Concilio de la Luz reunió a sus integrantes más jóvenes. Muchachas que no pasaban de los quince años que apenas eran unas aprendices.

La Magia siempre había tomado su poder de las emociones más primitivas. Alegría, tristeza, ira y miedo. Y a esa edad las emociones estaban a flor de piel. Los jóvenes tenían más potencial mágico pero no tenían control.

─ Necesitamos que en unos días aprendan a tener un mejor control sobre sus poderes ─ había dicho la Matriarca. ─ El poder de la juventud es lo único que puede ayudarnos en nuestra lucha contra los Paladines y las demás Órdenes Malditas.

Pronto las siete integrantes más jóvenes del Concilio marcharon al castillo donde los Paladines de la Luna de Sangre tenían su base.

En menos de una noche los Paladines fueron exterminados.

Y una vez exterminada la Orden más peligrosa las demás cayeron como moscas. El mundo estaba salvado, la magia de las tinieblas ya no existía.

Pero la Matriarca de Calliginem Sacrarum sabía que no había que confiarse. Tarde o temprano la Magia de las tinieblas iba a resurgir.

Tenía razón.

Había una Orden que pasaron por alto durante la purga. Caballeros del Silencio. Un grupo de cobardes que se escondía entre las sombras. Su mayor defensa era la sombra del silencio.

Siempre escondiéndose, moviéndose sin dejar rastro. Eran tan sigilosos que el Santo Concilio de la Luz ni siquiera estaba segura de que en verdad existían.

Pero entonces ellos, desesperados por sobrevivir, decidieron romper una de las mayores leyes de todas las Órdenes Mágicas. En lugar de enseñar solo a sus descendientes como dictaba la tradición, ellos empezaron a enseñar a todos por igual. La Orden empezó a guiarse por el principio de ‘Ir y enseñar a todos’.

El poder de los Caballeros venía de las sombras. Tanto las sombras que proyectaban los objetos como las sombras del alma. El miedo, la ira, el rencor. Para acceder al poder de las sombras los Caballeros incitaban a sus discípulos a alimentar las sombras de su alma. Nunca dejar de tener miedo, nunca olvidar las ofensas. Alimentar la ira hasta que se convirtiera en odio. Al no dejar ir esas sombras estas se acumulaban, y se convertían en poder. El poder de las sombras.

Los Caballeros buscaban a los que se aferraban a sus sombras del corazón, en especial adolescentes para que aprovechen al máximo su poder.

Pronto, había tantos Caballeros que era imposible ocultarse a pesar de sus precauciones y el Concilio finalmente salió a enfrentarlos.

Pero no salió tan bien como esperaban. Al imitar su estrategia de enseñar usar a personas en la flor de la juventud la pelea fue pareja y la joven bruja de Sacri Lunem perdió la vida.

Esto hizo que las brujas del Concilio se retiraran ya que era la primera vez que perdían a alguien. Por su parte, los Caballeros abandonaron el terreno antes que el Concilio se reagrupara y los matara también.

El Concilio sufrió mucho la pérdida de su compañera. Pero por suerte, la muchacha tenía una hermana menor que tomó su lugar en el Concilio. Con su nueva miembro volvieron a enfrentar a los Caballeros del Silencio pero ellos ya se habían desvanecido entre las sombras.

Fue una derrota humillante pero el Santo Concilio de la Luz aprendió de esta. Entendieron que no eran invencibles, y que su propia estrategia era podía ser usada contra ellos. Y que tenían que estar preparadas en caso perdieran a un miembro.

Por eso decidieron lanzar un hechizo entre ellas mismas.

Las siete Órdenes que formaban el Concilio estaban conformadas solo por mujeres. Por lo que, para asegurar que siempre hubiera una bruja de cada Orden, se decidió que se usaría un hechizo para que todos sus descendientes tengan siempre dos hijas. Solo dos hijas.

La mayor sería entrenada como la sucesora de la Orden mientras que la menor sería criada como una niña normal para que no llame la atención de los Caballeros. Pero si la mayor moría, la pequeña sería inmediatamente entrenada para reemplazarla en el Concilio. De esa forma el Concilio siempre estaría completo y el mundo protegido.

Con el paso de los años el Concilio y los Caballeros del Silencio se encontraron en varias ocasiones, sin poder destruirse los unos a nosotros.

Los Caballeros sobrevivían gracias a sus tácticas de sigilo y su costumbre de enseñarle sus secretos a cualquiera que lo pidiera. Y las brujas lo hacían gracias a su táctica de reemplazos.

Siempre que los Caballeros del Silencio aparecían, el Concilio los obligaba a retroceder hasta que aparecían en otro territorio.

Pero ahora la situación había cambiado ya que el Concilio había perdido a sus miembros más poderosas. La heredera de Calliginem Sacrarum había desaparecido hacía once años, y se llevó a su hermana pequeña con ella.

Verónica Rendall había traicionado a los suyos.

El Santo Concilio de la Luz y sus herederas se habían reunido en la mansión de la familia Rendall, las herederas de Calliginem Sacrarum.

Se sentaron en una gran mesa ovalada en donde el extremo superior había una mujer de noventa años, en una silla de ruedas. Ella era la líder del Concilio desde hacía más de 76 años y todos la respetaban. Su nombre era Edith Rendall.

A su lado derecho se sentó su nieta, Dora Rendall, una mujer de treinta y nueve años con un porte severo y muy serio. Luego estaban las demás Órdenes Mágicas, cuyas líderes eran todas mujeres de entre treinta y cuarenta años; o bien, en algunos casos ya ancianas de cabello blanco entre sesenta y setenta años. Todas ellas iban acompañadas de sus hijas o nietas.

Barbara estaba sentada junto a su abuela, muy orgullosa de estar ahí. Además que fue gracias a su alerta que se había reunido todo el concilio. Pero los ánimos estaban por los suelos. La ausencia de la heredera de Calliginem Sacrarum era un golpe duro para el Concilio ya que desde siempre la Orden más poderosa era su única garantía de victoria.

─ Sabía que este momento vendría tarde o temprano ─ dijo Edith Rendall. ─ Ahora más que nunca debemos encontrar a mis bisnietas.

─ Pero ya las han buscado durante estos once años ─ intervino una muchacha joven, rubia con luces color azul. Su nombre era Laura, de la Orden de Sacri Lunem. ─ ¿Cómo es que podremos encontrarlas?

─ No tengo ni idea, pero tendremos que esforzarnos más ─ dijo Dora Rendall. ─ Ya es demasiado tarde para Verónica y Erin está apenas a tiempo.

Golpeó la mesa en frustración, haciendo que la anciana se agitara.

─ Perdóname abuela, no quería sobresaltarte.

La buena mujer acarició la mano de su nieta. ─ Está bien Dora, si para mí es frustrante, no me imagino como será para ti que eres su madre.

Fue cuando Barbara cayó en la cuenta. Erin. No era un nombre muy común, ¿o sí? No podía ser la amiga que siempre la ayudaba con sus tareas… ¿o sí? Pero luego recordó el detalle que su amiga vivía con su hermana, de hecho, había estado en la casa de Erin varias veces y conocía bien a su hermana. Verónica, o Vera como la llamaba ella.

─ ¡Matriarca! ─ Llamó Barbara.

Edith Rendall miró a la muchacha. ─ ¿Sucede algo, Dormiens Silvam? ¿Hay algo que quieras añadir a tu reporte?

La muchacha se inclinó cortésmente. ─ Discúlpeme Matriarca, es solo que usted mencionó un par de nombres que me hicieron recordar a alguien. Verá, yo, tengo una amiga a quien le pago para que me haga las tareas escolares…

Todas la miraron con reprobación, pero ella siguió. ─ Para que no interfieran con mi entrenamiento.

─ Barbara, por favor cállate ─ pidió la abuela.

─ No, que hable pero que vaya directo al punto ─ ordenó Edith Rendall.

Barbara se inclinó a modo de disculpa. ─ Perdone, Matriarca. Lo que quería decir es que esta compañera, se llama igual que su bisnieta perdida. Erin. Una simple coincidencia tal vez pero luego esta chica vive solo con su hermana mayor que se llama Vera.

Se hizo un silencio de muerte.

─ ¿Estás segura de lo que dices, Dormiens Silvam? ─ Saltó Dora Rendall.

─ Sobre mi amiga, sí. Desde que la conocí ella ha vivido solo con su hermana mayor y bueno, la llama Vera.

─ ¿Cuál es su apellido?

─ Esa es la otra coincidencia. Se apellidan Randolph.

─ Tres coincidencias seguidas ya no son coincidencias ─ dijo Edith Rendall. ─ Es el destino.

─ ¿Pero qué probabilidad hay que de todas las personas que Barbara conoce una de ellas sea precisamente una de las nietas perdidas de la Matriarca? ─ Preguntó la abuela de Barbara.

─ Como dije, esto es cosa del destino. Ahora que los Caballeros del Silencio han resurgido, era cuestión de tiempo antes que las piezas se alineen en el tablero ─ dijo Dora.

─ ¿Pero Erin Rendall querrá aceptar su destino? Recuerden que Verónica escapó con ella, seguramente ya envenenó la mente de Erin ─ opinó la heredera de Lux Aurorae.

─ Entrará en razón ─ declaró la Matriarca. ─ Somos Rendall. Tenemos una responsabilidad con el mundo

Y con esto se levantó la sesión, pues Edith y Dora tenían que planear su viaje a la ciudad donde vivía Barbara.

Erin no sería problema, pero Vera se pondría difícil. Si se las había arreglado para ocultarse por tanto tiempo significaba que se había hecho más inteligente.

─ Pero al final lograremos vencer a las sombras como siempre lo hemos hecho.

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