Según había calculado, quedaban diez segundos para que la gota de agua se soltara de la hoja de la única planta que había en aquel negro agujero.
Era curioso que, incluso allí siguiera haciendo cálculos, porque toda su vida se la había pasado calculando. Calculando como obtener siempre el máximo beneficio posible en sus relaciones personales y también en los negocios. Porque todo era poco para conseguir lo que deseaba, en un afán desmedido de acaparar para si mismo todo y sin importarle, en absoluto, lo que, por ello, quedara en el camino.
Intentó cambiar de posición, pero un brutal dolor en su pierna rota le hizo cambiar de opinión.
Se sintió estúpido, era la segunda vez que le pasaba, pero no había podido evitarlo, aquel hueco era muy estrecho y la posición en la que había quedado tras la caída en el pozo, hacía ya veinticuatro horas, le estaba causando calambres en todo su cuerpo.
No había visto el maldito orificio. Claro que tampoco se había preocupado en mirar al suelo. Había necesitado correr. Correr hasta agotarse, pues tenía que sacar de su mente la inesperada noticia que Naamah le había lanzado a bocajarro.
Nunca se había planteado la posibilidad de que Naamah le fuera infiel. Aunque era más joven que él, los años no le habían tratado bien, y los embarazos y su afición desmedida a los dulces habían hecho desaparecer ese maravilloso cuerpo que tantas veces había acariciado con ansia. Pero él la amaba y seguía viéndole tan preciosa como aquella primera vez en el bosque…. Con ella había conseguido una felicidad que nunca hubiera esperado alcanzar y, por eso, se esforzaba cada día en que todo siguiera funcionando entre ellos. Era cierto que él también necesitaba divertirse un poco, sobre todo para escapar del estrés y de la rutina que la vida imponía con los años, pero había comprobado que, a muchas mujeres no les importaba que les dedicara su atención, aunque fuera efímera. Era honesto con ellas, avisaba que solo se trataba de sentir nuevas y pasajeras sensaciones; porque su matrimonio era intocable y nada tenía que ver con aquellos devaneos.
Vio que la gota de agua estaba a punto de caer y estiró el cuello para poder alcanzarla. La necesitaba para sobrevivir.
Estaba seguro de que Naamah habría alertado a la policía de su desaparición y era cuestión de pocas horas que pudieran dar con él y sacarle de aquel maldito pozo que, además, seguro que era ilegal. Ya se ocuparía en su momento del hijo de puta de su dueño. Ahora tenía que estar tranquilo porque era esencial que dosificara sus fuerzas.
Su mente empezó a vagar por el pasado, y empezó a recordar las veces que había retirado la palabra a sus padres como castigo a las quejas que le había dado Naamah sobre ellos. Y recordó las veces que había maltratado a otras personas, por defender los infantiles e inconsistentes argumentos de Naamah. Y recordó las veces que había dejado de lado lo que hubiera debido hacer solo para cumplir los mil caprichos de Naamah.
Por primera vez aceptó que había olvidado de donde venía, su yo, para darle todo a Naamah.
A codazos otros recuerdos también emergieron en su mente y algunas piezas de un rompecabezas desconocido, relegadas en el olvido, empezaron a desfilar ante sus ojos enrojecidos por el llanto, y, de pronto, comprendió aquellas ausencias … aquellas excusas … aquel perfume empalagoso, …. aquellas recriminaciones absurdas …
¿Cómo no había sabido verlo.? ¿Cómo no había sabido comprenderlo?.
Naamah, su esposa, su compañera, su alter ego, su otra mitad … también disfrutaba experimentando nuevas sensaciones con otros …
Notó un pinchazo en el pecho. Se obligó a inspirar y expirar lentamente. No estaba dispuesto a que todo acabara en aquel maldito pozo.
Tenía que volver a mirarle a los ojos. Necesitaba saber si ella le había traicionado a él, tanto como él le había traicionado a ella y, tanto como él por ella, había traicionado a tantos otros.
Volvieron a resonar en sus oídos las ultimas palabras de Naamah, sincerándose con él y pidiéndole el divorcio.

Recordó que fue entonces cuando echó a correr, en una huida desesperada por escapar de un dolor que sabía que ya le había destruido.

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