Inhalo todo el vacío que antes había en mi, que de nuevo regresa para abrazarse a mi pleura ocupando el espacio que usurpó tu presencia. Me voy perdiendo en el reflejo de tus ojos mientras la luz de tu sonrisa comienza a retraerse de la habitación hasta apagarse en tu boca. Te desbeso una y mil veces, desacaricio tu cabello, sueltas mi labio que se seca tras tu retirada. Un grito de placer se devuelve en remolino hasta dentro de nuestras gargantas, gotas de sudor trepan por tu frente y por mi espalda hasta que los poros se las tragan, como quien llora hacia adentro… Un chorro de mi se me devuelve al cuerpo, temblores y movimientos parecen repetirse, pero solo son un efecto contrario que retiene energías, una cadencia en negativo. Mi lengua recoge la saliva con la que pintó tu cuerpo, Así poquito a poco salgo de tu piel…

Una copa de vino regresa a la botella, sueños y canciones se devuelven a la boca, bajando por la lengua como un tobogán hasta apagarse en la oscuridad del silencio. Palabras se desarman y desintegran. Poco a poco subo tu ropa interior, abrocho con furia tu brassiere, abotono tu vestido… Tus pecas salen de mis ojos y vuelven a extenderse por tu cuerpo y el erizo de tu piel se desvanece hasta quedarse dormido.

La mañana se esconde tras la montaña y poco a poco vemos resurgir la luna al ritmo de nuestra conversación que se reduce como un murmullo y se desvanece hasta volverse idea, te quieros fluyen a borbotones desde tus oidos y los míos.

Y así, tragándonos la sorpresa, nos descubrimos arrancándonos un abrazo de la piel, devolviéndote el olor de tu cabello y desprendiendo tu imagen de mi pupila como quien despega una etiqueta. Paso tras paso nos vamos alejando, la emoción retrocede a cada zancada hasta estrellarse con el olvido y perderse en millones de partículas que vuelan a ningún lado. Así, en reversa, nuestros cuerpos regresan a sus realidades.

Y no duele, porque no puede doler lo que no ha sucedido.

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