Betty había nacido para perder, de pequeña murió su madre, y vivía con un padre alcohólico, que cuando llegaba la molía a golpes, por cualquier motivo. Su hermano ,buen jugador de fútbol, estaba fichado en Boca e integraba el equipo de inferiores, con gran futuro. Un futuro que arruino, saliendo a robar con sus amigotes y al único gil que agarraron fue a él.
Betty era alta, flaca, y tenía 17 años cuando quedó embarazada por primera vez. Ella creía en su inocencia y en lo que le había dicho una ginecóloga en el hospital, cuando se hizo mujer.
-Vos tenés las trompas atrofiadas, no vas a poder quedar embarazada nunca.
Y como ella era muy enamoradiza,cualquier pibe que se le arrimaba, era su novio. Los pibes se abusaban de su inocencia. Se corrió la voz y todos la buscaban para lo mismo. Cuando la abandonaban con promesas incumplidas, ella lloraba en su cuarto húmedo de paredes descascaradas, hasta que aparecía un nuevo amor y todo volvía a comenzar.
Trabajaba por hora y una vecina le cuidaba el nene, que ella quería con locura. Con la poca plata que juntaba lo tenía bien vestido y siempre limpito. Después vino el segundo y al poco tiempo el tercero, todos de diferentes padres. A los 25 años era una mujer cargada de hijos y sin una familia que la contuviera. El padre murió de cirrosis hepática y le dejo una casa, que en un tiempo fue un chalet respetable y ahora era una casa desvencijada.

En el velorio del padre vino «El Abuelo» capo de la hinchada de Boca, que con sus influencias, hizo traer al hijo descarriado con custodia policial, y luego lo devolvió a Devoto.
Poco tiempo después «El Abuelo» tuvo problemas con la justicia y vivía prófugo. Cuando todo el mundo lo buscaba se escondió en la casa de Betty, como 6 meses. Cuando sus abogados pudieron llegar a un arreglo con la justicia, se entregó, no sin antes dejarle 2.500 dólares a Betty por los servicios prestados.
Ramón era paraguayo, sin familia, vivía en la villa 31, donde alquilaba un cuarto de mala muerte. Él era parco, morocho, alto y vivía de las changas de albañil que conseguia.No tenía amistades y con el único que hablaba, con monosílabos era con el «Bichi”, otro paraguayo que hacía tiempo vivía en la Argentina y había formado una familia con 7 hijos, todos de corrido y vivía en Tigre.
-Vos tenes que conseguirte una mina, como mi gorda,lo jodia mientras trabajaban.
-A mí no me quiere nadie,decía Ramón y agachaba la cabeza.
-Cuando terminemos de laburar, tomamos unos vinos y te hago una propuesta,le dijo el gordo.
Entre vino y vino se entretuvieron hasta las 3 de la mañana.
-Mañana es sábado, venite para el Tigre, que hay terrenos para usurpar, yo te consigo uno, le prometió el gordo.
– ¿Que es usurpar? ,pregunto Ramón.
-¡No seas boludo !Te metes en un terreno, sin garpar nada y yo después arreglo con el puntero de la zona y listo, dijo.
El sábado, el puntero les dijo que ocuparan un terreno de 10 x20,porque no quería que le armen una villa en su territorio. Ramón alambro un terreno, compro una casilla de madera usada y se instaló como vecino del «Bichi».
-El próximo sábado le meto el cuento a la gorda y vamos al Rincón Paraguayo, si no conseguís una mina ahí, sos maricón, lo cargo el gordo.
El sábado se puso sus mejores pilchas y junto con el gordo partieron para el Rincón Paraguayo. Le dijeron a la mujer del gordo, que había muerto un compañero, y salieron cagandose de risa. Para Ramón era todo nuevo, hacía como diez años que no iba a un baile, el gordo estaba como en su casa.
-¡Tomate una ginebra para darte ánimo!,lo chicaneó el gordo.
Y no fue una, fueron varias, de pronto el gordo desapareció y Ramon lo busco con la vista en la pista, y lo vio acurrucado con una vieja toda pintarrajeada. Empezó a caminar por el boliche y la vió. Allí estaba Betty apoyada en la barra, con un vaso en la mano y se quedó pasmado. Tomó otra ginebra para darse ánimo y se acercó.
– ¿Te puedo invitar con una copa?, le dijo con timidez.
-Si vos querés…,le contestó Betty sin mirarlo.

Le había dejado los chicos a una vecina y se puso la blusa más escotada que tenía y un balde de pintura en la cara.
Bailaron toda la noche, se contaron sus penas y alegrías.Ramon estaba desbocado como nunca y se animó a preguntarle.
– ¿Porque no vamos a un lugar más tranquilo?.
Terminaron en un hotel de cuarta, con paredes húmedas y acolchados deshilachados. Pero para Ramón fue la noche más linda de su vida. Después de tanta soledad Betty le dio calor y ternura.
Al día siguiente se escuchaba la pelotera en la casa del gordo. La Mechi revoleaba platos y vasos y los siete chicos lloraban a mares. Ramón se interpuso y le dijo a la Mechi que todo era su culpa. Que él le había insistido para que lo acompañara. Así se calmó un poco la mano y Ramón contó su conquista.
– ¿Cuando la tenés que ver?,pregunto el gordo.
-Mañana a la noche…,contesto Ramón.
-Tiene tres pibes, pero es una mina laburadora.
-¡Justo lo que vos necesitas!, dijo la Mechi, n
o como este gordo boludo!
El gordo no abría la boca, se quedó en un rincón y disimulaba jugando con los chicos.
-Invitala a comer un asado el domingo,dijo la Mechi.
Ramón era un hombre nuevo, parecía el padre de los hijos de la Betty y el domingo transcurrió con alegría.
-¿Porqué no nos juntamos?,propuso Ramón.
-En mi casa no podemos vivir, mi hermano salió de la cárcel y se junta con unos faloperos todas las noches y yo me tengo que encerrar en mi pieza.
-Venite con los chicos a mi casa. Cuando cobre la quincena, hacemos una habitación más y listo.
Los primeros tiempos fueron felices. Ramon trabajaba de sol a sol. Les compraba ropa a los chicos. Los domingos y feriados trabajaba en el terreno y la casa.
Betty y la Mechi se hicieron íntimas y las dos quedaron embarazadas al mismo tiempo.
-Si es varón, le ponemos Diego Román y yo soy el padrino, dijo el «Bichi».
-¿Y esos quienes son.?dijo Ramón.
– ¿Cómo quiénes son?, boludo ¡los mejores jugadores del mundo!.
-Pero son argentinos….se resigno Ramón.
-¿Y qué le vamos a poner Chilavert? , pajarón,dijo Bichi.
Al año exacto que nació Diego Román ,en la casa del Bichi, nació Noelia, una hermosa beba de pelo rubio y ojos celestes.
-Vos no te preocupes, si hace falta yo trabajo los domingos,dijo Ramón.
Tenía 34 años y las manos ajadas de acarrear ladrillos y los dolores en la espalda tardaban en calmarse más tiempo, pero no aflojaba. Primero estaban la familia y los chicos , después su salud.
Después de unos años, tuvo que aflojar y dejo que Betty trabajara por hora para juntar unos mangos.
Un día en la obra, notó que lo miraban de soslayo y comentaban en voz baja.
– ¿Qué pasa gordo, que dicen esos boludos?, preguntó con recelo.
-No les des bola ,son malos compañeros,dijo el gordo.
Haciendo las compras en el almacén, noto que lo miraban y daban vuelta la cara.
-¿Qué pasa gordo?, vos sos mi compadre.
-La gente es mala y comenta,dijo el gordo con vergüenza.
-Dicen que la vieron a la Betty con un tipo, agregó.
A Ramon se le nublo la vista, tragó saliva y dijo:
-¡Son todos una manga de pelotudos!
La siguiente semana, no abrió la boca ,ni en casa, ni en el trabajo. A la noche cuando llegaba, comía en silencio y se acostaba a dormir. No volvió a tocar a Betty.
-Me voy a ver a Tigre a la cancha, me consiguieron unas entradas ;agarró su bolso y salió.
Camino sin rumbo un par de horas y volvió a la casa en silencio. Miró por la ventana y Betty estaba gozando con las caricias de un extraño en su propia casa. Retrocedió en silencio y camino hasta el bar de la esquina, tomó un par de ginebras para calmarse y esperó que fuera la hora de volver.

Entró a la casa, acarició a los chicos que dormían y se acostó en silencio.
Se levantó temprano. Betty y los niños dormían. Entro en la cocina, se tomó unos vasos de ginebra y fue al galpón, agarro un bidón con nafta que usaba para la cortadora de césped y empezó a rocear la casa.

Un vecino madrugador le dijo:
– ¿Qué hace don Ramón, está regando la casa?
-No.Es por los bichos, son una peste; contestó de mal humor.
Cuando vio que el vecino se alejaba, prendió el encendedor y la casilla empezó a arder. El fuego tomó fuerza en la madera y subió hasta el techo en minutos. Se dio vuelta y comenzó a caminar. Prendió un cigarrillo y las lágrimas brotaron de sus ojos, pero no se dio vuelta, no le importo el barro de la calle que le llegaba hasta los pantalones. Llegó hasta la puerta de la comisaria y se sentó en los escalones.
A lo lejos se escuchaban los gritos de los vecinos, la sirena de los bomberos y las corridas. Ramón se tapó la cara y lloró, lloró como nunca había llorado en su vida.

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