El cartón no alcanzaba para taparlo todo; cuando tiraba de un lado se destapaba del otro. Sapito tenía 9 años, y desde que recordaba su vida había sido la calle. Paso todo el día viendo vidrieras de Navidad y soñando con una pelota de futbol; la ñata pegada contra el vidrio e imaginando las jugadas que haría con ella.
Comió algunas frutas que le dio Fermín el verdulero y el estómago le hacía ruido. Despertó cuando sintió una frenada de un auto lujoso; miró bajando un poco el cartón y vió a una hermosa mujer bajar presurosa y levantar un cachorrito abandonado.

-¡Mira que hermoso Tincho!.¿Lo llevamos a casa?,dijo y apretujo el perrito junto a sus pechos enormes.

-Bueno, si vos querés, dijo el hombre que manejaba y partieron raudamente.

“El cachorro tuvo suerte, Diosito se acordó de él” ,pensó Sapito.

A la mañana del 24 se levantó y comenzó a caminar, pasó por el bar «El Triunfo “ y tomó un resto de café y media medialuna que quedaron en la mesa de la vereda.

-Vamos a la peatonal, que está lleno de gente y por ahí ligamos alguna moneda,dijo “El hormiga”.

Un resto de pizza por aquí ,una galletita por allá y el agua de la fuente de la plaza. Sapito se cansó de caminar todo el día y se acostó a lado del árbol de navidad gigante que estaba en la plaza.

-Levantate bolu; sintió una patada en las costillas.

Se refregó los ojos con las manos y delante de él estaba su hermano mayor Víctor.

-¿Pero vos no estabas en cana?; preguntó Sapito.

-Si, pero me largaron ayer. Hace dos días que te ando buscando; dijo Víctor.

-¿Y no me vas a pegar?;preguntó con cierta timidez y resignación.

-No bolu…Ya me pegaron bastante a mí en la cárcel. Me junte con una piba hermosa y alquilamos un bulo acá cerca. Vos te venís a vivir con nosotros; dijo con seguridad Víctor.

La piba parecía buena, era Paraguaya y tenía unos ojos azules hermosos. Natalia se llamaba.Compró pan dulce y sidra para la nochebuena y comieron un pollo al spiedo (había cobrado el aguinaldo).

A las 12 en punto, ella apareció con unos paquetes que repartió a los presentes .

A su madre, a su padre, a Víctor y por último a Sapito.

Con manos temblorosa Sapito rompió los paquetes y vio una pelota número 5 y en el otro una camiseta de Boca con el diez en la espalda.

Las lágrimas rodaron por sus mejillas, abrazó fuerte a Natalia y en voz baja dijo:

-Diosito se acordó de mí….

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