Deseaba gritar y contar a todo el mundo que mi existencia era eterna, tan larga como el tiempo; tenía mil historias que contar, y mi silueta reflejaba aquellos nudos sin desenlace de una larga historia. ¿Quién al pasar me notaba allí? ¡Nadie! Aquella era la peor parte de todo. Yo era un lazo y nadie notaba que estaba presente.

¿Para qué mi existencia? si simplemente vivía para sostener y ser sostenido. No entendía que función tenía en la vida, era tan monótona y llena de nada. Lo único que me apasionaba era la noche, cuando ‘la Señora’ llevaba a su lecho matrimonial a cualquier hombre que encontraba por el camino; era excitante el darme cuenta de que yo era el único que lo sabía. Por fin me sentía útil, pues siempre he sabido guardar secretos.

Cuando iba a casa, la miraba excitado, amaba como ‘la Señora’ meneaba sus caderas al caminar, amaba sus grandes pechos y esa barriga que se trataba de esconder en su ya tan gastada faja.

Daba cualquier cosa por verla, trabajaba fuertemente entre semana para cada sábado volver a casa al lado de su esposa, soñaba a diario con llegar al lado de ella, tocarla y sumergirse en su cuerpo.

Trabajaba en un bar, ella quería alejarse de esos sucios pensamientos, deseaba sacar esos recuerdos tan frescos que se hacían nuevos al pasar cada una de sus semanas. A ‘el Señor’ lo odiaba, aborrecía su olor y esas extravagancias suyas, odiaba cómo la tocaba y el sonido que hacía siempre al besarla.

‘La Señora’ tenía una vida llena excesos, bebía y fumaba al son de la música, no paraba, amaba sentirse libre; Quería sentirse amada, y deseaba que algún hombre la besara con pasión, que le abrazara y le brindara toda su vida, que le regalara el mundo y la hiciera volar. Pero su esposo trabajaba en una mina y de él solo sabía hasta los fines de semana.

Calló la noche y nadie, incluso yo, imaginaba lo que iba a ocurrir. Como era costumbre, ‘la Señora’ llevo a un forastero a su casa, estaba completamente ebria y por ello no pudo presagiar lo que estaba por suceder.

‘La Señora’, albergaba entre sus piernas un amor nómada, quien la trasportaba a un mundo imaginario y soñado en cada una de sus apasionadas noches de amores furtivos. Sentía en ese momento como su mundo tan falso se convertía en el paraíso, sin pensar en que llegaría a arrepentirse luego o sin pensar que tal vez que jamás tendría que volver a arrepentirse.

Yo lo presenciaba todo y de repente, abrigué dentro de mí esa sensación de frio, esa impresión de que algo estaba por suceder, pero no la entendía (es difícil para un lazo reconocer qué pueden llegar a ser esas cosas sobrenaturales, o naturales, no lo sé). Pero sin reparar en ello, seguía viendo esa escena tan vergonzosa, era triste ver como ‘la Señora’ se esforzaba por ser querida, por ser usada.

Y llegó el momento, sólo sucedió. Fue en un abrir y cerrar de ojos. Una mano me agarró fuertemente, me soltó del lugar al que pertenecí casi toda mi vida y me obligo a ser cómplice de un crimen. Presencié la muerte de ‘la Señora’ y su amante, lo vi todo mientras ataba las manos de nuestras victimas; sí, ‘el Señor’ los mató a golpes. No contento con lo que acababa de hacer decidió deshacerse de mí también y me dejo allí en aquella escena, nos roció con un líquido amarillento de olor muy fuerte y froto sus manos, de ellas apareció una chispa, luego una llama… Nos quemo.

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