Un llamado inesperado

Un llamado inesperado

Desperté en el silencio de la noche un tanto exaltada. Me encontraba cuidando la casa de mi abuela en la ciudad de Perugia en Italia. Ella ya ha fallecido desde hace 1 año, a quién no pude conocer. Cosas del destino, porque yo hasta mis 34 años viví en Buenos Aires, y nunca había tenido la oportunidad de este viaje.

Pegue un envión abrupto de la cama, como si un rayo hubiera caído y partido la habitación en dos. Sin embargo, sólo las estrellas se escuchaban titilar. Caminé uno, dos, tres pasos hasta el desván.

Recordé mis píldoras para el insomnio, tomé una, y mientras el sueño se precipitaba sobre mi, divisé a lo lejos una figura en el alto pastizal. Parecía un hombre observando la casa. Me asuste, corrí un minuto la mirada y cuando vuelvo en si, ya no estaba más. Solo la vegetación se zambullía en el viento de la noche. Y aquel hombre incierto, ahora había desaparecido para mis ojos.

Tomé coraje y salí a la oscuridad exterior, como quién sale a una galaxia estrellada. Sólo la luna, las estrellas y yo iniciamos esta conversación. Caminé a pasos agigantados hasta allí, y un presentimiento podía decirme que algo no andaba bien.

Parada sobre sabe qué, se sintió crujir el piso. Era el mismo lugar sobre el que estaba aquél hombre. Miro hacia abajo, y puedo observar un baúl como de esos que casi siempre esconden un tesoro.

Estaba cerrado pero se escuchaba latir en su interior. Una llave pequeña a un costado.

Tomo la llave, abro el baúl y leo una carta. La misma decía:

«Me llamo Ronco, y llevaba mis 87 años muy bien cumplidos cuando un dolor muy profundo en el pecho, me abre las puertas del cielo. Ayudame a encontrar a mi mujer. Ella, sólo ella sabe como cuidar mi corazón».

Sentía que tenia que ayudar a Ronco, su corazón sólo iba a estar a salvo con ella. Y cuando estoy volviendo a la casa puedo divisar en un tronco escrito en un árbol «Vilma y Ronco por siempre».

Entonces comprendí que en el amor no existen las fronteras, ni las distancias ni siquiera el tiempo. Si más allá de la vida, se puede continuar amándose para toda la eternidad.

Me di media vuelta y emprendí el camino. No había conocido a mi abuela, pero era ella Vilma. Ahora si sabía algo de su vida. Que había sido feliz para siempre.

Coloqué el baúl del tesoro junto a sus cosas en la habitación de mi abuela.

En el silencio de la noche se escuchaba más fuerte aún el corazón de Ronco. Latía con fuerza. Era allí donde quería estar.

Entendí que: «Todo tesoro finalmente esconde un secreto de amor muy bien guardado».

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