La Cabaña (parte 3- Final)

La Cabaña (parte 3- Final)

Buho1

13/10/2019

-«Par doble, ochos y dieces»- anunció Brad.

-«Full otra vez, lo lamento amigo»- replico Tom con sorna a la vez que mostraba su mano y fusionaba varias fichas dispersas en la mesa con las que había ganado hasta el momento.

-«Diablos…»- se lamentó Brad quien no era muy tolerante a las derrotas aunque solo se tratara de un juego pasajero. La tormenta fuera de la cabaña no amainaba, no había señal en la televisión y la radio no dejaba de emitir estática con algún carraspeo de vez en cuando.

-«Jajaja,¡animo!, juguemos un par de manos más»- expresó Tom mientras repartía nuevamente.

-«No puedo creerlo»- resonó apenas audible en la cabaña.

Tom miro a Brad. Escuchó claramente, a pesar de la tormenta, «no puedo creerlo», pero aquella no era la voz de Brad y el sonido tampoco había venido desde su dirección. Brad observo a Tom comprendiendo que había percibido exactamente lo mismo que su compañero. La voz le resulto familiar y aquella frase le evocaba un mal recuerdo aunque todavía no fuera plenamente consciente de ello.

-«¡Arruinaste mi vida!»- el nuevo enunciado esta vez resonó con fuerza en toda la cabaña beneficiada por la acústica allí reinante. Era la voz de una mujer que Tom sin duda conocía. Los dos dejaron de mirarse y volvieron su vista hacia la antigua radio de dial posada sobre un mueblecillo próximo a ellos a la izquierda de la mesa, junto a la heladera. Las palabras emanaban de ella con creciente claridad. Ya no se oía estática.

-«Perdóname Lara, realmente perdóname, estábamos ebrios…»- ahora se escuchó la voz de un hombre con tono lacerante, no muy acorde a las palabras que pronunciaba.

-«¿Estábamos ebrios? los dos sabíamos perfectamente lo que hacíamos, o al menos yo pensaba que lo sabía. ¿Cómo pudiste?, ¿es que acaso no entiendes de lo que sucede?»- reclamo la voz femenina.

-«Fui impulsivo, lo reconozco. Quizás debí haberlo dicho…»-

-«¡Debiste haberte cuidado! ya que no tuviste la decencia de decirme la verdad. Meses de… de esto que tenemos y…dios…oh dios…»- la voz femenina rompió en llanto.

Tom y Brad estaban cuasi hipnotizados escuchando la conversación, no era tan alarmante el hecho de que seguramente la radio al final había captado alguna señal y estaba emitiendo algún tipo de radionovela. Lo alarmante era que las voces eran tremendamente familiares para los dos. Por dentro empezaban a bullir emociones dispares dentro de cada uno de los oyentes aunque todavía no terminaban de percatarse y así exteriorizarlas. Por algún motivo Brad estaba empezando a transpirar.

-«¡Deja de lloriquear!, ni siquiera tienes la certeza, lo más probable es que ni siquiera te hayas contagiado.»- expuso la voz masculina cada vez más familiar.

-«¿Lo más probable? empecé a sospechar por los síntomas y estoy casi segura luego de mi visita al doctor Lewis. ¡¿Como puedes ser tan cínico?!»-

-«¿Cínico? No soy la única persona con V.I.H en el mundo, es más, tu querido Tom pudo haberse revolcado con alguna cualquiera y ser él quien te contagiara, pero claro, vienes y me haces este planteo moralista cuando cada vez me pedías más seguido aquello que tu esposo impotente no te daba. Déjame en paz, no eres más que una zorra. Cambia esa actitud o la pasaras mal durante los próximos años de vida que te queden.»- Al terminar de hablar se escuchó un sonido que indudablemente era un cachetazo. Un llanto de mujer desconsolado inundo la habitación, como si el volumen se hubiera elevado solo.

Tom se sonrió como quien quiere cumplir luego de escuchar un mal chiste para nada gracioso. Tenía que ser algún tipo de broma. Observo detenidamente a Brad. Este estaba transpirando desmesuradamente, también esbozaba una sonrisa como si todo aquello fuera una broma, pero sus ojos lo delataban, sus ojos transmitían lo mismo que los ojos de algún tipo de criminal luego de darse por descubierto. La tensión podía cortarse con un cuchillo, toda era silencio y de fondo aquel llanto desconsolado, desfigurado, que no paraba de transmitir la radio.

El aludido Tom por fin había reconocido la voz de aquel dialogo, era la de Lara, su esposa desde hacía 7 años. Velozmente por su cerebro pasaron una serie de pensamientos de los cuales cuyos resultados determinarían sus casi inmediatos impulsos. Era una broma, debía ser una broma, una grabación que de alguna forma Brad había programado para que empezara a emitirse ahora, siendo las 3:30 AM. No entendía la gracia, pero sin duda lo era…aunque…Lara se notaba muy compungida desde hacía unas cuantas semanas. Había estado presentando una extraña fiebre y una leve erupción cutánea que parecía trastornarla. Ella había ido a ver a su médico de cabecera, el doctor Lewis y no volvió con muy buenas noticias. Unos cuantos análisis y a esperar los resultados, aunque Lara le adelanto a Tom que más allá de no saber todavía que mal la aquejaba, el doctor Lewis le había pedido que no lo tomaran a la ligera y no esperaran las mejores noticias.

Esta situación había deprimido mucho a Tom y esperaba con angustia dichos resultados. De pronto, el relato recién escuchado dejaba de lado su perspectiva de mal broma para comenzar a convertirse en una verdad casi absoluta. Tenía perfecta coherencia con lo que estaba pasando en su familia y además estaba el hecho de que el bien sabía que Brad…tenía VIH. Tom dejo de pensar, su capacidad de raciocinio dejo de tener consistencia. Su cerebro emocional paso al mando. Tomo la botella de vino que había sobre la mesa. Brad también había reaccionado rápido. Ni bien su compañero de trabajo hizo el ademan de movimiento, él ya estaba yendo lo más rápido posible a tomar el arma de arriba de la heladera. Se dio vuelta y disparo.

Tom, quien ya había alcanzado a Brad en la posición de la heladera, con una sincronía casi perfecta redireccionó el brazo ejecutor del disparo a la vez que con su mano derecha rompía la base de la gruesa botella de vino contra la cara de su ahora enemigo. El aullido de Brad fue casi tan desgarrador como el llanto incesante que no dejaba de transmitir la radio. La cacofonía dio como resultado una risa horripilante. El hombre cayó al suelo desprendiéndose del arma y comenzó a arrastrarse desesperadamente hacia la puerta. Notaba que su visión se había vuelto mermada, pues el impacto había sido de lleno contra su cien izquierda. Noto algo que algo le obstruía una de sus fosas nasales, al tiempo que se arrastraba, con una de sus manos trato de apartar la obstrucción pensando que su mano palparía cabello o un fragmento de vidrio; en cambio, su mano se topó con algo redondeado y viscoso. Comprendió al instante en lo que le molestaba al respirar era su propio ojo izquierdo desprendido de su cuenca. Profirió un alarido estremecedor.

-«¡¡¿Cómo pudiste?!! ¡Maldito hijo de perra!»- gritaba Tom fuera de sí al tiempo que tomaba el arma del suelo. No solo lo había engañado cruelmente, también había hecho enfermar al amor de su vida. También la fatídica duda respecto a si él mismo podría haber contraído la enfermedad lo habían envuelto en una violenta demencia.

Brad consiguió girar la llave a tiempo, abrió la puerta y salió corriendo de la cabaña como pudo. Con más resbalones que pasos efectivos dados. Había llegado a la carretera mientras gritaba pidiendo ayuda. Solo un relámpago sucedido de un trueno le respondió. La puerta abierta de la cabaña funcionaba como parlante del desolador llanto de Lara. Tom se había encaramado en el umbral de la puerta.

-«¡Quieto ahí! ¡quédate ahí maldita sea!»- bramó Tom como un dios furibundo al tiempo que apuntaba al hombre herido y comenzaba a dar pequeños pasos en su dirección, Brad se volvió hacia él y levanto las manos como quien se entrega en un asalto.

-«Por favor Tom, te lo ruego, perdóname, déjame explicártelo todo, Lara…yo…»-

Un estallido freno su pedido de clemencia. Una bala de revolver .38 especial acababa de estrellarse de lleno contra su rostro. Este se deshizo en mil pedazos. Varios de sus fragmentos colisionaban con las gotas de lluvia en su descenso al piso embarrado. Cayó desplomado de espaldas completamente desprovisto de cualquier atisbo de vida.

Tom se había convertido en un asesino. Volvió a la cabaña. Tomo el vino que quedaba en su copa. Poco a poco la razón fue volviendo. La razón volvió, pero procuraba que los pensamientos no afloraran en su mente. Salió nuevamente al exterior. Se dirigió a la carreta y comenzó a caminar hacia la izquierda, no se planteó siquiera adonde se dirigía. La lluvia lo azotaba con fuerza, un fuerte viento lo castigaba de frente. Camino 5 minutos. Se frenó. Sus sentidos estaban embotados, el arma seguía en su mano así como las manchas de sangre sobre su chaqueta causadas cuando la botella se estrelló contra la cara de su compañero y amigo. Tomo conciencia de que se había vuelto un asesino. Se volteó y comenzó a caminar de nuevo hacia la cabaña sin saber por qué. Finalmente llego a unos cinco metros de su víctima. El instinto primario de escapar se vio eclipsado por una conciencia que comenzaba a hacer su trabajo sobre la psiquis de Tom. Observo el cadáver, sus ojos se posaron donde antes había existido un rostro. La imagen le revolvió las tripas. Su mano se alzó y poso el cañón del arma debajo de su mentón. El arma se disparó. Tom cayó muerto al suelo.

Eran las 6 AM. La lluvia comenzaba a cesar. La radio dentro de la cabaña comenzó a dar paso a un reporte informativo de alguna cadena de noticias aledaña.

-«Hace unas horas dos hombres fueron apresados en las afueras del pueblo. Se trata de Brad Chambers y Tom Taylor, ambos cuidadores del galpón de vehículos Williams sobre la carretera noreste. Son sospechosos por un siniestro y confuso episodio sobre la carretera mencionada. Dos hombres fueron hallados sin vida y con impactos de bala en sus cabezas a escasos metros de la cabaña delantera al gran galpón. Chambers y Taylor fueron hallados por un patrullero mientras se alejaban de la escena bajo la tempestad de la madrugada. Chambers tenía en su poder un arma que al parecer coincidiría en calibre y tipo con los disparos que habrían acabado con los dos sujetos todavía sin identificar. En cuanto tengamos más novedades del suceso, se las estaremos informando. En otras noticias…»-

Tom apago la radio. Luego de unos segundos en silencio, volvió a la mesa de algarrobo. La luz de la mañana ya había empezado a colarse por las ventanas de la cabaña trasluciéndose con las gotas de una lluvia moribunda impregnadas en los vidrios. Brad sin dar crédito a lo que acababa de oír dejo las cartas de la última mano de la jornada sobre la mesa. Ambos se miraron. Lejos, a la distancia, unas sirenas policiales comenzaron a resonar…

Fin.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS