Me miro al espejo, cuento las pecas en mi mejilla y hago una mueca: no es una sonrisa, ni tampoco un gesto triste. Es un signo de que hoy me siento normal. Me lavo la cara con agua fria para deshacerme de tu recuerdo, para que tus besos se me despeguen y pueda despertarme del todo. Me miro al espejo, una última vez, para que salgas de mi memoria y pueda empezar mi día.

Camino hacia la cocina, tal vez me quiera hacerme café aunque me gusta más el té. Y capaz me gusta más para intentar olvidar que vos siempre me despertabas con ese olor, capaz hoy quería despedirme de la costumbre que tenías conmigo, de las mañanas placenteras en el sillón del apartamento que gracias a vos se inundaba de esa fragancia rara a palo santo. Porque decías que eso sacaba las malas energías y que este apartamento las tenía por los dueños anteriores.

Voy al baño de nuevo para lavarme los dientes. Me vuelvo a mirar en el espejo, casi sin querer. Y como si de magia se tratase, como si los anteriores dueños te hayan invocado: apareces. Apareces detrás mío y me tocas el hombro, me sonreis como si todo esto fuera un sueño y me pellizco una vez más para entender que no lo es

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