«Madre,
tibio nido que prospera,
nutriente infinito que salpicó nuestras bocas,
verdes hojas que marginan ventoleras.
,
Cuna de sollozos,
sosiego de llantos,
remanso de lagos.
,
Todos los abrazos,
todos los duraznos,
todos los regazos.
,
Que no se fugue tu mente,
que no escapen tus recuerdos,
que se queden atrapados en el gris de tus cabellos:
«
¡Intercedan abanicos, que no murmure la brisa,
que si dibujan los mares el horizonte no exista!
¡Que no se inflamen las velas,
que no se ricen con olas las insolentes mareas!
¡Y que no floten los cisnes,
que sus bandadas de alas ni se abran, ni deslicen!
No más manadas de trigos,
ni más coros de perdones,
ni azules, ni verdes, ni rosas…
si haz oído, si imaginas, si se esconde para siempre
o si falta tu memoria,
que ya tienes que macharte,
que te vayas, que no sobras.

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