Te escribo desde el dolor de un alma que amó y recibió como respuesta silencio.

Silencio como respuesta a una mirada, silencio como respuesta a una sonrisa, silencio como respuesta a una caricia. Silencio mudo e indiferente, hiriente y silencioso. Silencio que me acompaña por las calles como una sombra siniestra, que me desvela las noches necesitada de abrazos y palabras abiertas como pétalos.

Te escribo desde la pena infinita de quien te quiso acoger en el regazo de la ternura, de quien te regaló besos húmedos de caricias, de quien tiene la certeza de no merecer los desprecios que nublan las sonrisas.

Te escribo desde una habitación de un frío hospital, mientras me recupero de los golpes de la intolerancia. Desde una habitación en la que habita la soledad, y en la que guardo en un cajón una foto con mi sonrisa perdida, que miro de vez en cuando para no olvidarme de que un día fuí feliz y, de que a pesar de todo volveré a serlo.

Te escribo mientras miro por la ventana, y veo a una pareja caminando de la mano y besándose. Y me pregunto si el amor es cogerse de la mano bajo la lluvia y sentirse abrigada con la mirada esperando el siguiente beso.

Te escribo mientras recuerdo aquel primer café en tus ojos, la primera mirada entre tímida e ingenua, la primera caricia, el primer abrazo abierto de la noche. Te escribo al recordar las noches de suspiros en tu piel y los días melancólicos de soledad cuando no estabas. Recuerdos esculpidos con la esperanza, y destruidos con la indiferencia del silencio y con la cobardía con nombre de violencia.

Te escribo desde el dolor y la languidez de esta habitación fría de hospital, en la que guardo en un cajón una foto con mi sonrisa, para no olvidar que hubo un día en que sabía sonreír, y también caminar bajo la lluvia de la ilusión sintiendo las caricias de la ternura.

Te escribo desde tu silencio amenazante, mientras curo las heridas del odio que te alimenta, y miro la foto con la sonrisa que tuve en mi alma, para que nadie nunca me la vuelva a robar.

Te escribo esta carta sin odio ni desprecio, pero con la indiferencia de quien sólo abraza tristeza, con la esperanza de que algún día te des cuenta que no se puede amar desde la humillación y la intolerancia, que sólo se puede amar desde la generosidad de quien da todo a cambio de una sonrisa. De que algún día te des cuenta que si no recoges la sonrisa que te regalan, la pierdes para siempre.

Y al escribir esta carta, acaricio la foto de mi sonrisa perdida y, tengo la esperanza de que algún día nadie tenga que compartir esta habitación en la que habita la soledad y la tristeza. Y mientras la escribo, imagino que el amor y la tolerancia destierran para siempre el silencio inerte de la violencia. Imagino que las miradas son abrazos, y los abrazos caricias, y las palabras sonrisas, y las sonrisas están fuera de las fotos y tienen nombre.

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