El Laberinto de los Amantes

El Laberinto de los Amantes

Misletrasparati

25/09/2019

Entre los cuentos de Piratas, Gitanos y Aventureros destaca la leyenda del laberinto de los amantes. Según dicen, hay un ser superior, poderoso y muy juguetón, que permite a través del manejo de causas, azares y circunstancias, que las luces de dos almas afines se crucen y se conecten en algún momento de la vida, irradiando en su encuentro el relámpago más intenso y limpio que haya visto ser vivo alguno. En ese encuentro, cada una de las almas se desnuda de su brillo para iluminar al otro. Y así van quedando desnudos de su luz pero también vestidos con la luz de su pareja, que la arropa y protege incluso mejor que la luz propia.

Es aquí donde comienza la mordaz travesura de aquel ser tan poderoso. Que luego de ese mágico encuentro, en una jugada traviesa y un poco macabra, separa y desconecta a ese par de lucecitas para colocarlas en cada uno de los extremos de un intrincado laberinto. Cuentan que al separarlas a cada una le florece un huequito diminuto que se siente justo en el medio del pecho, un huequito que deja un ardor que apenas se siente, pero que nunca para. Un huequito tan tenue que con el pasar del tiempo se aprende a vivir con él, y se termina ignorándolo y disfrazándolo de costumbre, aunque nunca deje de estar ahí.

Todo esto sucede en una dimensión elevada y desconocida, ajena y muy superior a nuestra capacidad de entendimiento. Es por eso que los cuerpos de estas almas siguen transitando por el mundo de los mortales divorciados de aquella desafortunada situación. Siguen viviendo, armando su felicidad, redactando su historia de la manera más hermosa posible. Sin tener conciencia de que, en aquel lugar desconocido, sigue aquella lucecita encendida buscando el camino que lo lleve al otro.

Es complicado el laberinto este. Por eso, aunque suene desafortunado, casi nunca se encuentran y quedan encerrados entre los caminos falsos hasta que agotados se diluyen y se apagan. Y ni siquiera es triste, porque eso pasa en un plano divorciado de este “mundo real” que conocemos.

Al momento en que la luz se apaga la llamamos olvido y el olvido nunca duele si ambos olvidan al mismo tiempo.

Pero hay un suceso extraordinario y poco común que pocas veces se concreta. Sucede cuando, tras mil intentos e infinitos esfuerzos de búsqueda, esas dos luces coinciden en algún recodo del laberinto. Un poco por azar, un poco por la fuerza del deseo o por un extraño poder magnético que muy pocos afortunados poseen. Lo cierto es que se encuentran, y vuelven a bañarse con la luz que el otro irradia para él, generando una explosión, una suerte de corto circuito que ilumina el universo. Es tan fuerte ese destello que encandila todos los universos posibles, pulveriza el laberinto e ilumina incluso este mundo en el que vivimos. Y sentimos como aquel huequito diminuto en medio del pecho que habíamos olvidado, comienza a llenarse de un líquido espeso y tibio que calienta el alma. Solo entonces tomamos conciencia de que ese vacío estuvo siempre ahí.

A ese líquido que calienta el alma le llamamos amor. Y es la única fuerza posible capaz de hacernos sentir llenos aun cuando ni siquiera sabíamos cuan vacíos estábamos.

Y es superior a ti y a mi, es superior incluso a este mundo de mortales. Tanto, que no importa si tu estás allá y yo aquí, si me tocas o si no te toco, si estaremos o no estaremos. Porque en algún lugar, tal vez mas allá de este universo conocido, tu luz y la mía combinan sus brillos y juntos iluminan con tal fuerza, que las estrellas en el firmamento explotan de envidia. Mientras ese ser superior salta de felicidad.

Porque, aunque millones lo intenten y terminen vueltos polvo de olvido, si al menos dos se encuentran y lo logran, el universo y sus mil dimensiones se vuelven un lugar más bonito para existir.

Y a esa belleza, la llamamos esperanza.

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