La ciudad perfecta.

La calle perfecta.

El encuentro perfecto.

Nada podría salir mal.

Pensaba en ti, recuerdo,

momentos antes de vernos.

Sabía de tu recorrido,

una luz me lo dijo.

Se apareció la esperanza

y me dejé golpear por ella.

Me prometió que esta vez

me iba a dejar ver su estrella.

Desconfiado, me dejé guiar.

Dijo la verdad.

Cosa extraña en ella,

conocida en su arte al engañar.

Compruebo que era verdad.

Casi no puedo mirar.

Pero entiendo que ese es el momento,

que no habrá otro más.

Entonces mis ojos miran

esa elegancia distraída.

La locura contenida

que tu piel encierra.

Mi muerte espera en la acera.

Alrededor todos miran.

Pero tú, no.

Y paso por la izquierda de la vida.

Ahora entiendo bien la trampa.

Esperanza, sucia puta.

No se cansa de joderme.

En su cara veo que disfruta.

Como un idiota.

Después de un rato me giré a buscarte.

Pero ya sólo había gente,

y no sé cómo adivinarte.

Si tu boca me hubiese mirado.

Si tu voz me hubiese tocado.

Otro cuento contaría.

Pero el final ya está escrito.

Otro más para el armario

que acumula historias tristes.

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