PREÁMBULO

Cuando te fuiste, narra el triste momento cuando despedía a mi hija Yaira, quien una de sus vacaciones laborales decidió visitar Ecuador, un país hermano de América latina. Durante su estadía en dicho país conoció a un joven del cual se enamoró. Meses después me comunicó que había renunciado a su trabajo porque había logrado un empleo en el país vecino. Aquella decisión fue extraña para mí porque ella tenía un buen puesto de trabajo, excelente remuneración y aprecio en la compañía donde laboraba, pero ella alegó que le ofrecían mejor remuneración y no podía perder la oportunidad que le ofrecía, sin embargo, aquella decisión tan apresurada y los argumentos que expuso no me convencieron. Pero su decisión estaba tomada y por su mayoría de edad no pude oponerme a su partida.

Llegó el día de su salida del país y la acompañé al aeropuerto. Cuando la vi subir la escalerilla del avión no pude controlar mis lágrimas. Meses más tarde recibí un correo donde me informaba de la verdadera razón de su viaje y que decidía unirse en matrimonio al joven que había conocido en su primer viaje al país hermano. Allí comprendí que la fuerza del amor lo puede todo.

CUANDO TE FUISTE

Aquel día cuando te fuiste no pude ocultar mi tristeza, porque de hacerlo mis lágrimas me delatarían. No sé qué brisa acarició tu rostro que llevó consigo parte de la vida mía. No sé qué fuerza pudo más que la mía que sin piedad se llevó lo que más quería.

Naciste y creciste al lado mío, estuve presente en tus juegos de niña llenos de fantasías y soporté tu adolescencia marcada por rebeldía. Estuve siempre allí hasta que el amor tocó tu puerta un día y desde ese entonces vivo lejos de ti querida hija mía.

Cuántos años han pasado desde aquel entonces, cuántos recuerdos han llenado de nostalgia la vida mía. Cuánto quisiera tenerte cerca de mí y abrazarte cada día, pero comprendo que la brújula de tu corazón es la que te guía. No hay mayor fuerza en el mundo cuando el amor llega así algún día, llevando consigo nuestros años juntos de felicidad y de alegría, dejando tan solo recuerdos y añoranzas de aquellos días.

Hoy la nieve de los años ha cubierto mi cabellera y las arrugas de mi rostro han cambiado la imagen que yo tenía, pero en mi corazón nada ha cambiado porque al verdadero amor no lo cambia el tiempo ni la lejanía.

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