Más, cuando se acerca el fin, el hilo misterioso de la magia ardiente y delirante, que ata mi corazón a la poesía, literatura, al arte en su conjunto, sale en férrea defensa.

Y de sus formas delineadas, transcribe los sueños, el amor, la vida, la muerte, la tristeza, y por supuesto, el innegable dolor.

Fue así, que en noches de luna llena, y siguiendo el hilo delgado y misterioso que unió tu vida a la mía y viceversa, deambule tras tu corazón.

Con la esperanza de permanecer incólume, ungí tus labios del néctar sagrado.

Pedí, no retirar la hebra invisible que unió nuestros senderos.

Mas, desoyendo este pedido, lo tornaste indescifrable. ¡Ciego estabas!

Ansiando que durmiera la noche y abrigando el alma con el frío y lluvia tenue del momento, camine silenciosa y meditabunda por el débil sendero de la vida, y a punto de colapsar.

Me detuve un instante, observando a plenitud el firmamento

.
¡La agonía del alma bebía de la vid sagrada que mora en el sempiterno!

Y fue así, como se templó mi alma, el corazón se hizo grande, las manos que pintan y delinean se extendieron en el aire, y arandelas de diademas y colores florearon en el universo, más allá de la cumbre del dolor, la envidia, el desprecio y demás, actitudes de la miseria humana.

¡Quema tiempo entre mis blancas manos!

¡Arde, arde sin miramiento!

¡Mira mis pupilas
Vid de tu alimento!

Siembra en hoja seca
Funde en hierro candente

Pesa, pesa
Como fuego en el aire

Como látigo al alma
Como voz al viento.

* Imagen tomada del muro de Engèlbèrt Jàrvinià
Luz Marina Méndez Carrillo/17092019/Derechos de autor reservados.

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