El vuelo de Felipe (Parte 1)

El vuelo de Felipe (Parte 1)

Aramis

16/09/2019

Sumergido en sus pensamientos, Felipe caminaba distraídamente por el corredor del aeropuerto. Solo pensaba en ese doctorado que aún no había conseguido. La formación estricta que había recibido de sus padres lo volvieron una persona ambiciosa. Para Felipe no existía mayor placer que estudiar, vivía apasionado por conseguir logros académicos.

Nerd, aguafiestas, monse, larva, el mongo, el weberas, la oruga, el momo, son solo algunos de los apelativos que pintorescamente sus conocidos, y compañeros de trabajo, le habían colocado.

Felipe era lo suficiente listo para saber que las personas de su entorno no lo toleraban. En realidad, le importaba poco y los miraba con desdén, como seres inferiores de quienes su opinión no era relevante. Vivía solo y algo amargado, expresar sus sentimientos era un desperdicio total de tiempo para él.

Viajaba con equipaje ligero y nunca con maleta de mano, solía hacerlo por motivos laborales. No obstante, este no sería un viaje normal para Felipe. En el introspectivo mundo de sus maquinaciones, escuchó una dulce y tierna voz que lo sacó de cuadro.

– «Feliz Navidad, que tenga un buen viaje».

Tal vez se pregunten, ¿quién rayos viaja en Navidad? La Navidad es para pasarla en familia, al menos eso siempre me dijeron, es así que crecí con esta cursi y hogareña idea.

De un momento a otro, su mundo se estremeció al ver esa perfecta sonrisa dibujada en el rostro más hermoso que pudiesen imaginar. Estimado lector, en esta parte del relato quiero que imagine a la mujer más bella de la cual se ha enamorado usted alguna vez; esa mujer, sería la hermanastra fea de ella.

Felipe quedó atónito, ella no dejaba de sonreirle, solo hacía su trabajo. Tenía unos redondos pómulos, un perfecto y curveado mentón que encajaba con su hipnotizante sonrisa. Un ligero hoyuelo se marcaba sobre uno de sus mejillas. Felipe la vio fijamente a los ojos y no pudo evitar enternecerse con semejante cuadro de belleza.

-¿Se encuentra bien? -Volvió a repetirla la dulce voz.

– Ss… sí, solo que… acabo de olvidar cuál era mi asiento -repitió balbuciante.

– ¿Me permite su boleto? -Felipe se lo entregó, no dejaba de contemplarla.- Siga 7 filas y encontrará su asiento -Felipe quería seguir haciéndole preguntas con tal de seguir escuchando la voz más enternecedora que había escuchado en todo su desdichada vida, hasta ese momento-.

Fingía que leía El Príncipe de Nicolás Maquiavelo, pero en realidad la miraba de reojo pensando en qué podría decir para acercarse a ella. De pronto, una aguda e irritante voz lo sorprendió otra vez.

– ¿No crees que estás muy grandecito para ser tan cobarde? Solo háblale y ya. Deja que fluya el amor entre ustedes, como el sereno de la mañana acaricia a la dulce rosa que acaba de brotar en un romántico otoño.

El rostro de Felipe se llenó de fastidio y al voltear el rostro cambió a sorpresa. Unos zapatitos de charol que apenas llegaban al piso y medias con bobos. Un vestido rosa con un delantal blanco finamente cuidado. Y sobre su cabello, llevaba un broche en forma de mariposa.

Al verla con asombro, la pequeña levantó la mano elegantemente y saludó agitando los dedos. Esa personita, fue la desafiante de Felipe.

Continuará…

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS