PREÁMBULO

Cuando escribí la medicina del alma hacía omisión de la medicina clásica, aquella basada en instrumentos y compuestos químicos que actúan sobre el cuerpo e ignora lo vital del ser humano. En la medicina del alma me refiero aquella medicina que llega a lo más profundo del ser humano, donde solo anida la esencia misma de la vida, lo más íntimo y sensible del ser humano, allí donde las emociones juegan un papel muy importante tanto en la salud como la enfermedad.

Con el pasar del tiempo, me convencí aún más, que las emociones reprimidas, las que se presentan inesperadamente dejando tristeza, rabia o miedo; aquellas vividas en soledad sin poder compartirlas o expresarlas libremente, dejan huellas profundas en lo más sensible que tiene el ser humano. “No es la emoción misma la causa de nuestros males, sino, como la vivimos y lo sentimos.”

La experiencia de los años y las vivencias con mis pacientes, familiares y amigos; quienes en su momento vivieron acontecimientos emocionalmente traumáticos y posteriormente, a los meses o años manifestaron una enfermedad psíquica o física que en algunos dejó incapacidad y a otros los llevo a perder la vida. Un ejemplo de ello, es el caso de tres colegas, quienes después de sufrir la dolorosa muerte de un hijo, presentaron una enfermedad maligna que los llevó a la muerte.

La medicina del alma la escribí y la dediqué a muchas personas conocidas, amigos y familiares; que un momento de la vida vivieron situaciones traumáticas muy dolorosas a raíz de lo cual desencadenaron enfermedades que les hizo temer por su vida.

En la “Medicina del alma” enfoco la importancia que tienen las emociones reprimidas en la alteración de la salud y como el organismo cuenta con sus propios mecanismos de curación. Igualmente, hago énfasis en que no son los conflictos la causa de nuestros males, sino, como reaccionamos ante ellos. Muchas veces, no expresamos lo que sentimos, manteniendo represado esos sentimientos sin darnos cuenta de que: “Cuando el sentimiento duerme, la enfermedad despierta”

LA MEDICINA DEL ALMA

Alguna vez en la vida y en cualquier momento de nuestra existencia, todos los seres humanos, sin distinción de edad, sexo, raza o condición social; nos enfrentamos a situaciones traumáticas, conflictos y enfermedades que amenazan nuestra propia vida, sin embargo, el principio básico de todo ser vivo es la “vida misma” y por ninguna razón podemos renunciar a ella. Todos los seres vivos del universo se rigen por una ley de la naturaleza “sobrevivir”, esta ley permite preservar la vida del individuo y de la especie a la cual pertenece. Para sobrevivir, la naturaleza nos ha dotado de un sistema de protección y autocuración que nos permite superar todas las dificultades, curar todos los males y cicatrizar todas las heridas del cuerpo y, también, del alma.

Las enfermedades se manifiestan en el cuerpo porque es lo único visible que tenemos, sin embargo, la mayoría de esas dolencias tienen su asiento en el alma, lugar que no se puede ver pero si podemos sentir. Al alma no llega la cirugía ni las medicinas, solo llega allí, el amor, la comunicación, la fe y la esperanza.

La enfermedad no es un castigo, ni consecuencia de la mala suerte, es una señal de que nuestra estabilidad emocional está alterada. Es un aviso que hemos perdido la felicidad y la paz interior. No son los conflictos los culpables de nuestros males, es la forma como los vivimos y los sentimos. Cada quien sufre o padece su enfermedad en forma diferente, según sea la razón o actitud que asume ante la vida.

Las emociones juegan un papel muy importante en la alteración de nuestra salud cuando se presentan inesperadamente y se viven en soledad o cuando se callan sin dar salida al dolor que está viviendo. “Cuando el sentimiento duerme la enfermedad despierta”

La angustia, le depresión, la ira y el resentimiento son más poderosos que cualquier agente infeccioso. Estas emociones alteran y disminuyen las defensas del organismo, nos debilitan y predisponen a sufrir todo tipo de enfermedades, incluyendo el cáncer. Aceptar la enfermedad es el inicio de la curación, negarla o tener miedo ante ella es más letal que la enfermedad misma. Todas las enfermedades son curables, el cuerpo posee sus propios mecanismos internos que promueven la sanación. Muchas personas sufren y mueren, más por miedo, que por su mismo mal.

Una vida feliz, en paz con Dios, consigo misma y con los demás, es el camino de la salud, es la medicina que llega al alma y el mejor remedio para los males de nuestro cuerpo

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