Había rodado.

Vivía en una pensión.

Una tarde, había vuelto de mi trabajo y estaba picando piedras con mi máquina de escribir. Cuando alce la vista vi al trasluz del vidrio esmerilado de mi puerta la imagen de una mujer. No llamaba a la puerta, solo estaba ahí, asi que me levanté, me acerqué a la puerta, y la abrí violentamente…Para mi sorpresa no se conmovió.

–¿ Puedo pasar? –Preguntó mientras pasaba a mi cuarto.

–¿ Escribis ? –¿ Que escribis ?

— Un libreto, espero que lo acepten en la televisión. –Dije mientras la miraba.

Se encogió de hombros, se sentó, y me pidió tomar un cigarrillo, le dije que claro, que como no…Se lo fumo y tomo otro, esta vez sin preguntar. Asi siguió, cuando se acabaron los cigarrillos se fue.

Al otro día volvió a pararse en mi puerta a la misma hora. Le abrí y pasó. Solo que esta vez no tenía cigarrillos. Le ofrecí dinero para que los fuera a comprar, tomó el dinero y se quedó mirando.

–Anda, ve.–Dije

–Fumar no es bueno. –Dijo

–Mejor me guardo el dinero, me quedo contigo, y le hacemos un bien a nuestra salud…

Ahora fui yo quien se la quedó viendo.

Me sentía solo. Estaba solo. Me había divorciado.

Nora, que asi se llamaba, era gordita pero sexy,parecía rellena de algodón.

Acepté. Le di el dinero y se lo guardó en el escote. Me preguntó que quería que hiciéramos…Hablar, le dije.

De a poco empecé a pensar en que si me casaba con ella la podría pulir para que fuera lo mas idéntica a mi ex esposa.

Seguramente te estarás preguntando como era mi ex. Te respondo: Ella era alta, mas que yo, delgada con unas formas de modelo de revista, cuando la conocí la vi tan hermosa, que ni siquiera me puse nervioso, simplemente la sentí inalcanzable. Ese trato simple fue el que la conquistó.

Al cabo de tres meses me casé con Nora. De inmediato comencé mi trabajo de refinamiento, le regalé libros, para que poco a poco se fuera aficionando a la lectura, la llevé a museos, a conciertos y le compré ropa sofisticada.

Al cabo de tres años la había transformado en una mujer sofisticada y mundana. Sabía hablar, sonreir, pero también callar y poner cara de prestar mucha atención.

Claro que eso tuvo su costo. Me enteré cuando revisé el extracto de mi cuenta.

Nora también lo haba hecho, y al enterarse de que ya no quedaba dinero en el banco, tomo una valija y comenzó a guardar su ropa. Me dejaba.

La solo idea de quedarme solo en aquella pensión me llevó a implorarle que no me dejara, que no se fuera.

Fue inútil. Siguió guardando su ropa, y cuando ya casi había acabado y estaba cerrando la valija, le grté:

–¡El libreto!!!

–Pueden comprarlo, pagan bien.–dije

–¿ Y crees que lo harán, que tiene posibilidades? –Preguntó.

Fue en ese momento que una carta se deslizó por debajo de la puerta. Era del canal aceptando el libreto.

La cara de Nora se dulcificó. Se acercó por detrás y me abrazó. Desempacó sus ropas, se tendió en la cama y me llamó…

Sabía que ese dinero duraría un tiempo, y aunque pudiera escribir otro libreto, no sabía si este sería aceptado. El dinero podía volver a acabarse y me quedaría solo, y en aquella pensión…

Mientras Nora fue a bañarse me senté en la máquina a darle un final al trabajo que enviaría al canal.

Estoy sintiendo el agua correr, estoy escribiendo mas despacio, porque lo estoy haciendo solo con mi mano izquierda. Ahora escucho cerrar la canilla. Sigo escribiendo con mi mano izquierda. Con la derecha tomo el revolver. La puerta del baño se abre y disparo.

–Lamento su perdida.–Le dijo el director del canal a Nora.

–No se que pudo haber pasado para que mi marido tomara tan drástica determinación.–Se lamentó cinicamente Nora.

–¿Sabe cuanto me darán por el libreto?

–En la oficina de finanzas le darán el monto, señora–Dijo el director, pensando en invitar a cenar a una mujer tan refinada.

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