El Cielo Negro

Te recuerdo como la primera cortada entre los tendones de mi mano, te recuerdo allí parada, viendo a la nada, transformándote en un cuerpo diminuto, desangrada en sentimientos de apatía y malestar.

La locura hay que ganarla, no viene así por así, no se trata de un trabajo o una buena noticia, se trata del contraste de las apariencias, de soltar la verdad cuando el dolor es silencio y miedo que no podemos manejar. Te quiero loca, enferma y apática, desechada de la burda viveza que te caracteriza, antagónica e irreparable, pues a eso nos dedicamos, eso es lo que somos, una básica masa de materia oscura retratada en colores pasteles opacos que se escabullen de nuestra realidad.

Te quiero ilusa, amargada y tóxica, con leves destellos de lucidez, desconcentrada e irremediable, sin nada bueno que te caracterice ni que me obligue a apreciarte más de lo que ya lo hago, pues de eso se trata todo, dejarte ser tal cual y cómo eres, vacía y frustrada entre tus propias metas. Déjame acariciarte el cabello mientras lloras entre mis piernas, déjame soltar tus manos mientras desciendes en ese abismo de tristeza y claridad que algún día te empujará a tu propio regocijo de incertidumbre, y cuando estés allí, hundida en ese depresivo mar de sentimientos negativos y misceláneos, tan sólo espero que puedas levantar tu mirada al cielo negro y pensar en cuánto daño me hiciste al hacerte pasar por alguien que me quería.

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