Anoche soñé con amargos tulipanes,
dorados en su esencia, azules afuera.
Bailando sobre la inmensa luna,
gigante y azulina como la estirpe.
Soñé entonces que dormía
bajo el fulgor del firmamento.
Yacida mi alma frente a la
inmensidad del todo y la nada.
Soñé entonces altas olas,
mezcladas con arena de mar,
y algunos cantos gregorianos.
Soñé regocijado, soñé lento.
Anoche soñé despierto,
en un sueño profundo.
Un sueño de otro quizá,
más profundo que la savia.
Sobre polvo estelar contemplé,
loca y rara ironía de un sueño.
Más, real, como la vida.
Y el polvo se hizo milagro.
Anoche soñé despierto,
en un sueño profundo.
Un sueño de otro quizá,
más profundo que la savia.
Las horas más dilatadas,
el espacio más contraído.
Curvándose en sí mismos,
ambos, por doquier.
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