Danza con la muerte

Danza con la muerte

@unknown

19/08/2019

El desesperado sonido del intenso latido de mi corazón y la forma en la que poco a poco se silencia, solo me deja pensar en el frío que siento, el frío que está agotando mi escuchimizado y canijo cuerpo que no me permite moverme. Escucho un silencioso río que marca su camino por mis mejillas y puedo sentir cómo lentamente se convierte en cascada. Al mismo tiempo, en mi rostro, siento la fogosidad de dos esmeraldas que se convierten en rubíes, siento cómo el fuego que una vez corría por mis venas se concentra en una zona, causando una imparable tortura. La tristeza me carcome el alma, destruyendo cualquier signo de esperanza o de alivio, cualquier sentimiento que me traiga fuerzas para seguir este execrable camino. Es esta una noche oscura, es esta una noche fría, es esta la noche más triste de todas. Tengo miedo de lo que viene, tengo miedo a quien me deba afrontar, le tengo miedo a su sombra y temo que ya me la vaya a encontrar o que ya me la haya encontrado.

Miento si digo que este no es un lugar lóbrego, ya que no encuentro ni la luz de la esperanza, no escucho una voz de alivio y aunque camino y camino, no encuentro la salida de este lugar anfibológico. De repente me doy cuenta que solo no estoy, los espacios vacíos que antes me rodeaban están siendo ocupados por cuerpos desconocidos y ahora puedo ver a quienes buscan sosiego y aunque no los puedo tocar, ni escuchar, ni siquiera puedo percibir su aroma, dolorosamente puedo sentir su agonía, agonía que roza la mía, roza mi ser y me entra su igual desespero de salir de este lugar. Miento si digo que siento miedo, esto es mucho peor, siento pánico, espanto, pavor, esto que siento es ¡terror!

Dicen que no se ha de entrar a un lugar si no ha de saberse cómo salir. Realmente intento recordar cómo llegué hasta aquí. Intento recordar en qué momento todo se volvió oscuro, denso y opresor. Solo tengo un breve recuerdo de Francesca gritando mi nombre mientras yo me disolvía en la penumbra. Francesca, tú, aún en mi momento más temeroso, apareces en mis pensamientos, si estás en mi último recuerdo no nitido, dime, por favor, ¿qué pasó? Sé que eres la única persona que me puede dar respuestas a todas estas preguntas que tengo porque fueron tus ojos, tus hermosos y centelleantes ojos, lo último que los míos admiraron. Lo único que recuerdo fue ver como miles de luces te alumbraban la cara y te veía brillar mientras mis ojos lentamente se cierran y en un último momento, te veo llena de sangre, sangre que espero no sea la mía, así que dime, por favor, ¿qué pasó?

Percibo que mi turno se acerca, mi turno de danzar, como lo hacen estos rostros desconocidos que intentan liberarse de la fuerza exacerbante que los inunda, al igual que yo, pero algo me detiene, algo me impide llegar al destino que me niego a aceptar: el recuerdo de mi época más perturbante y ahí estás tú otra vez, mi Francesca. Recuerdo el día que nos conocimos, tú estabas con tu esposo tomando tu apreciado café y yo estaba con mi apreciado cigarrillo. Me miraste y supe que había caído en el pozo de la miseria. ¿Es acaso éste mi eterno martirio, recordar el error más grande de mi vida?

Una vez más siento la cascada que corre por mis mejillas, pero esta vez siento cómo el agua hierve, quemando mi cuerpo completo, no sé si es el ardor del pasado o del presente, lo único que sé es que no puedo ni quiero soportar esta implacable lluvia de recuerdos y sentimientos tan perturbante. Si hay algo más desesperante que recordar mis épocas de miseria, dolor y sangre, es el incierto que después cae sobre nosotros, como yo, ahora, sin conocimiento alguno de lo que me depara.

Vuelvo a poner mi atención en los rostros atormentados con claro dolor que están mi alrededor y aunque no logró ver con claridad ese cuerpo sin rostro que los atrae, no puedo parar de generar ciertas preguntas, como qué los toca, qué los amarra, qué los destruye. El sonido de la cascada se intensifica al pasar del tiempo y me atormenta y siento que quiero estallar porque algo me oprime y me deja sin querer respirar. He aquí el indeleble punto del hombre, el rendimiento de un ser a las consecuencias de sus actos en vida, de su historia. Intento calmarme, pero siempre son intentos en vano, este lugar exige que sienta esto e intenta que me sienta peor cada minuto y ciertamente lo está logrando, me está ganando. Siento como si debiera entregarme por voluntad a las circunstancias pero una parte de mí está dividida, ha de ser mi alma, debe ser mi ser con el alma que tal vez me fue prestada.

-Ya no eres quien solías ser, ya no eres un cuerpo físico, eres algo más- Dice el alma que ahora sé no me pertenece.
-Pero, por qué he de morir yo si he sido el que más ha sufrido.-Dice mi melancólico subconsciente.
-Yo también he sufrido, encerrado en el cuerpo de un hombre menesteroso, incierto y miserable, de un hombre infeliz.
-Para qué, para qué se me dio entonces la oportunidad de vivir si iba a tener una desdichada existencia, ¿es la vida un juego macabro?
-La vida es la exaltación del ser; cuando llega a su punto más alto, se detiene.

Esto termina con la presencia de una gran sombra que atrae una cantidad de energía nauseabunda y siento que me voy a desmayar, pero me paro firme e intento mirarla. Está arrancando una gran parte de mí, dejándome con sensación de vacío. ¿Qué es lo que en frente de mí se posa con tanta autoridad? Será, por últimas, la sombra que he temido encontrarme toda mi vida? Ha de ser, puesto que siento que le debo algo y debe ser el alma que me fue prestada; descubro que es suya. Si bien viene por el alma que le pertenece, no tengo miedo. El miedo se lo dejo al pasado como un regalo de la historia vivida.

La sombra decide emitir una especie de risa irónica y me cubre con un manto, pero no grito, no lloro porque no le temo más. Siento algo muy parecido a un destello de felicidad por lo que supongo que fui, porque nunca lo dejaré de ser, porque mi subconsciente está arraigado en mí. Siento cómo algo se desgarra sonoramente en mí y ahí es cuando entiendo que la danza es el último suspiro del hombre.

La danza es el último suspiro del hombre.

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