Lo que vais a leer es la historia de una pareja, no es una historia de amor como estáis acostumbrados, es la definición de la creación a través de la inocencia y como el más puro instinto carnal y la suerte logró crear el mundo idílico que todos conocemos. Para ello, vamos a trasladarnos a un lugar dónde no existen edificios, no existen las ciudades como ahora las conocemos, para poder entenderlos debemos pensar en el lugar mas inhóspito y desolado que nos podamos imaginar, un lugar peligroso y distinto al nuestro, un lugar en el que por nuestra línea temporal jamás podremos observar, el tiempo es crucial para la historia, no os imaginéis tecnología porque no existe, no hay restaurantes ni comidas a domicilio,ellos viven en un lugar llamado Poliploidía, vamos a llamarles Lacey y Corwin porque nadie sabe como se llaman. Imaginad que los estamos mirando a través de una gran bola de cristal, ellos menudos no se dan cuenta de que los estamos observando, siéntate en tu habitación, agarra tu bola de cristal,mira a tu derecha y a tu izquierda y quizá así puedas comprender como esta extraña pareja pudo lograr todo lo que ahora te rodea.

El sol se estaba poniendo, y Lacey avanzaba por un campo de maíz, los rayos del sol se reflejaban en cada brizna del maizal, el pelo se le enredaba en los tallos ya florecidos y los arrancaba levemente de su piel, pero a Lacey no le hacía daño porque no entendía aún que era el dolor.

Pateba la tierra mojada aún no cultivada que quedaba entre los maizales, usaba sus manos y pies para poder tocarla lo máximo posible, agachándose y volviéndose a levantar, agarrando la tierra entre sus manos y dejándola libre una vez más, a Lacey le encantaba transitar ese lugar, tomar el sol antes de que desapareciese una noche más y diera lugar a esos puntos blancos que solo iluminaban levemente su lugar favorito. Por el contrario a menos de un kilómetro de distancia se encontraba Corwin, al cual la puesta de sol solo le provocaba un rugido de tripas que evidenciaba su hambre voraz, no debía haber comido, había pasado todo el día tirado panza arriba pensando en las nubes y en Lacey. La había conocido hacía un par de días caminando por el maizal mientras buscaba algo que comer esa misma noche, había comenzado a desarrollar un instinto animal hacia ella que no le dejaba pensar con claridad. Y allí tumbado en su cama, mientras el eco de sus tripas resonaba en cada pared de su casa una gota de agua cayendo encima de su nariz le hizo volver a la realidad, otra vez iba a llover y el techo se volvía a llenar de agua.

Corwin no vivía solo, su casa estaba habitada por su familia, el aún era muy joven para poder volar del nido y encontrar su propio hogar, sus padres y sus dos hermanas habían decidido hacía un par de días justo después de que conociese a Lacey en viajar a otro lugar, su familia siempre había permanecido en esa casa y ahora habían decidido buscar más allá del horizonte otro lugar para mudarse, donde poder tener más oportunidades y que jamás les faltase la comida. El debería haber ido con ellos, sin embargo había permanecido allí, a la espera del regreso, únicamente por una razón : Lacey

En ocasiones los extrañaba, sobre todo porque sus padres eran los que traían la comida a casa y a penas le habían dejado un par de trozos de carne y menudeces para sobrevivir hasta su vuelta, a Corwin le encantaba comer. Se levantó de su lecho sudado y mojado por la inminente lluvia y decidió salir a buscarla como cada noche. A su familia no le gustaba ella, ellos sabían que pertenecía a otra familia, que era extranjera y no la veían con buenos ojos, así que se reunían cada noche en el maizal, lejos de ser olidos y vistos por los miembros poco comprensivos que le rodeaban.

Su amor duró cinco días

Cuando la luna estaba en su punto más alto, nuestro Romeo llegó al campo de maíz, y allí sentada disfrutando de las vistas que parecían mejorar por momentos estaba nuestra Julieta. Se acercó a ella con paso firme y seguro y ella correspondió incorporándose se inmediato nada más verle, un fundido abrazo hizo que todas las estrellas del firmamento dejasen de brillar por unos segundos, solo estaban ellos dos y no importaba si se ponían en su contra, saltarían a quién fuese.

Y así entre abrazos, arañazos y besos de diente a diente solo, con intensidad y pasión comenzaron a crear su propio universo, enredados entre el maizal y cubiertos de tierra llevaron su amor por encima de las nubes.

Nosotros lo vemos como la mayor muestra de amor, como el romanticismo en estado puro, y ahora imaginamos que va a suceder, el lucha para que su familia la acepte, se casan y tienen hijos, como toda historia de amor superficial y desganada, pero no, esta no es una historia de amor normal, porque al día siguiente Corwin no volvería a ver a Lacey.

Se despertaron antes de que el sol volviese a brillar como cada día, se habían subido a un árbol para poder bajar de la nube en la que se se habían encontrado durante toda la noche, y así con la agilidad que gozaban gracias a su temprana edad bajaron del árbol y Lacey volvió a su campo de maíz y Corwin a su casa.

Pasaron ocho meses y a Lacey le costaba cada vez más caminar, su tripa se había hinchado y tenía más hambre que nunca, en ocasiones sentía que algo dentro de ella se movía y ella correspondía caminando sin parar en busca de algún sitio donde poder sentarse y descansar. Otra lluvia se desplomó sobre su cabeza y un dolor, ahora si que podía sentirlo, hizo que se tumbase de espaldas a un árbol.

Ella jamás entendió que fue lo que le sucedía, el porque de ese dolor tan intenso si ningún animal le estaba atacando, si ningún peligro conocido se cernía sobre ella, esa misma noche Lacey dio a luz a una niña, nosotros la llamamos Lucy y es la primera humana nacida de primates de la historia.


Historia basada en la hipótesis del saltacionismo y la poliploidía de Francis Galton.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS