La mucama quemada

No sé qué hacer Florencia, Yo no la maté, pero hice algo muy estúpido y ahora tengo tanto miedo, estoy aterrorizada. Yo no sé nada de leyes, no tengo idea de en que me metí.

Te dejo este mensaje porque sé bien que a esta hora tu celular está apagado. Si me hubieras atendido, cortaba.

Sólo quería que sepas esto: Haga lo que haga, no te sientas responsable.

Tratarme contigo fue la mejor opción, ya no pensaba en lastimarme, estaba saliendo del pozo, tú eres una excelente psiquiatra, ya incluso te considero mi amiga.

Recordarás que hasta estuviste acá en mi casa, nos conocemos bien, pero esto fue una situación límite, y creo que me equivoqué.

Hoy llegué aquí luego de hablar contigo, y me encontré una escena espantosa. Supongo que recordarás a Tania, mi mucama.

Esteba en el suelo de la cocina, ahí tirada sobre su propia sangre y tenía un disparo en la cabeza, alguien la mató, no tenía el arma así que no fue suicidio. Creo que no robaron nada, y te juro que no fui yo.

Me asusté y la arrastré hasta el garaje. ¿Te acordás que no tengo el auto? Ya te conté que lo tuve que vender por las deudas de mi hijo, bueno, ahí mismo la bañé en gasolina, aún tenía un bidón, y la quemé.

Lo hice porque tenía miedo de ir presa, yo no maté a nadie en mi vida, menos a Tania.

Fue un impulso, lo primero que pensé: deshacerme del cadáver.

Lo vi en una película, decían: “sin cuerpo no hay crimen”, pero ahí está, como pollo rostizado, pero entera, muerta y quemada.

Que tonta yo, pensé, no sé, se queda en polvo al quemarla. Desaparece, se hace nada, pero no fue así.

Al ver que ardía tanto me dio miedo quemar todo el garaje y tomé el extintor, entonces apagué el pequeño incendio y ahí la vi. Estaba mucho peor que en la cocina.

No puedo decir que no la quemé, porque haciéndolo me lastime la mano, creo que no mucho, pero lo suficiente para tener una importante cicatriz que explicar.

Si no me hubiera quemado la mano, pensaría una historia para meter al que la mató, sea quien sea, como que él o ella fue quien la quemó, pero esta maldita mano les está diciendo a todos: Miren la que quemó a Tania fue Estela.

También pensé, de no ser por la mano la corto en partes y quizá sea más fácil de esconder, pero tal vez hasta hubiera sido más difícil ¿Será complicado cortar en partes a un muerto? Da igual, no puedo hacerlo. Ni siquiera sabría con que cortarla.

Ahora estoy en el baño, sentada en el piso, dejándote este correo de voz.

Me pasa de todo a mí, no es tu culpa que esto termine así. El divorcio, las deudas de juego de mi hijo, mi depresión, bueno ya sabes todo ¿Para qué te lo voy a estar repitiendo por acá? Y ahora esto para completar el cuadro.

Cuelgo el teléfono, me levanto, envuelvo la mano herida con gasas que encuentro en el baño, camino hacia el garaje y vuelvo a mirar el cuerpo de Tania. Llamo de nuevo.

Florencia, disculpa que te llame otra vez. Estoy en el garaje, mirando a Tania, me envolví la mano pero no sé con qué curarme. Si llamo a alguien que lo haga, van a saber que tengo a una persona muerta y quemada en mi casa, no sé qué hacer.

Vuelvo a colgar el teléfono. Me siento en el piso y me pongo a llorar, me duele más tener que enfrentar lo que está pasando que el ardor del a mano. Marco de nuevo.

Perdóname Florencia , otra vez, no tengo idea a qué hora atenderás, pero la verdad es que lo primero que pensé fue, me suicido y no enfrento nada, pero ahora quiero que respondas, pasa que la verdad no me quiero matar, pero tampoco sé cómo seguir con esto de Tania, ni con mi mano que me delata.

Corto nuevamente, me pasa por la mente todo lo que creo que puede sucederme, lo que tengo que aclarar, lo tonta que fui tocando el cuerpo, mi cocina ensangrentada, el camino por donde la arrastre ¿Quién va a limpiar si Tania no está, y yo tengo la mano así?

Voy al baño y lleno un vaso de agua, agarro un frasco sin abrir de mis pastillas para dormir, trato de contener el llanto, no estoy segura de estar haciendo lo que quiero, tengo la sensación de un nudo en el estómago, pero no me detengo. Abro el frasco y las tomo una por una hasta el final, y me siento en el suelo.

Al pasar el tiempo se me cierran de a poco los ojos, se cae el teléfono de mi mano sana, siento que me voy desvaneciendo y lo último que escucho antes de dormirme es una voz que sale del teléfono que está a mis pies, y dice – Estela, no hagas nada, voy para ahí.

(Cuento seleccionado para ser parte de revista literaria Extrañas noches, literatura visceral)

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS