Cuerpo de Arena

Fue sorprendente cuando con tanto deseo que tenía de beber líquido, me mandé esa manotada de agua fresca a mi boca. Quería beberla y sentir cómo su textura inexistente, suave y dispersa se iba perdiendo en mi garganta, esparciendo por cada rincón de mi interior la brisa nebulosa y húmeda de la mañana, como si un rocío renaciente cayera en la superficie de mi piel y mis ojos… Fue entonces cuando la sentí ya dentro de mí, entre mi paladar y mi lengua que desee nunca haberla tomado, pues mientras pasaba por toda mi boca y luego mi garganta iba visualizando el desierto más árido que pudiera imaginar. Vi en mi mente cada grano de arena que pudiera componer un montículo de dos metros. El calor sofocó hasta el componente interno de mis pestañas y mis uñas se contrajeron amarillentas. No sentí humedad dentro de mí, era como si mi sangre se hubiera desaparecido y mi cuerpo estuviera hecho de astillas y arena seca, de calor y de ceniza.

Caí de rodillas ante tan hermosa fuente con la tristeza en mi mente tan ardiente como mi sed… se veía tan fresca y deliciosa aun siendo contenedora de bocanadas infernales…

Allí donde estaba, no me quedó más que levantarme. Sentía ganas de llorar, pero las lágrimas no existieron, estuvieron ausentes. No tenían cómo salir, parecía tener polvo de ladrillo en mis ojos.

Entonces me puse en marcha pues debía continuar. Caminé sin mirar atrás y ya no quise sentir nada ni el viento, ni el frío. Sólo dejé todo en un olvido, pues ya estaba impregnado de miseria, desde mis pies, hasta mi alma, mi vida.

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