Ella decía ser mi esposa

Espiropapas en Mt. Saint Michel

Estaba adentro, escribía mucho, le valía madre, lograba todo, se perdía de nada, no se perdía de nada, se perdía en la nada, se desatornillaba y se volvía a enredar.

Salían lentos algunos brotes de sus ojos.

Charcos blancos que se entumían al no sentir los pasos de nadie.

Fábrica de enemistades.

¿A dónde van los que siempre se quedan?

No hay nada de lo que puedas realmente prescindir, y no, no tienes alma.

El grillo.

Y sus tres primos que cantaban en el Nipaqui.

Cheetos.

Comer cheetos como declaración de amor.

David Bowie está entre nosotros.

Un carrusel que solo da una vuelta cada día.

Una vuelta hacia atrás.

Un diente que se cae en cada retrato, de los negocios de fotografía del centro de Toluca.

El surco seco en un rancho en Veracruz.

Y tu mano que no me deja en paz.

El pedazo de mármol de la iglesia de Vizarrón.

Tus soplidos al pastel.

Keratina.

Todos vivimos la Navidad.

No te asustes werito, esto es sólo el principio.

Dardos en una isla del centro comercial.

Es necesario no dejar un solo cerillo.

O se irá.

Mejor pregúntame si conozco Zanzíbar,

o por qué las frutas se pudren en Dinamarca.

Porque si me dejas hablar,

no contesto.

Solo haré lo que todos hacen,

cuando no salen más que por equivocación.

Aún tienes los frijoles pintos pintados,

Sólo es cuestión de que te animes.

Arroz con forma de pirex al revés.

¿Nunca has estado en mi taza?

Dos, dos, dos, dos. Cuatro dos.


No debería

No debería fumar.

No debería dormir tan tarde.

No debería posponer tantas veces la maldita alarma.

No debería decirle tan pronto que me gusta.

No debería escribir lo que siento.

No debería escribir lo que pienso.

No debería coger con quien no estoy cogiendo.

No debería atragantarme.

No debería hablar mientras como.

No debería tardarme tanto.

No debería ir tan rápido.

No debería ir tan rápido en el coche.

No debería escribir tantos textos sin sentido.

No debería pedir otro whiskey.

No debería dejar que ella pague el taxi.

No debería usar mi patineta.

No debería usar sus pantaletas.

No debería

No debería, no bebería.

No volvería a hacer nada.

No debería escribir en compu.

No debería escribir en la máquina de mi tía.

No debería escuchar música antes de dormir.

No debería

No debería leer los textos malos.

No debería dejar los trastes sucios tanto tiempo.

No debería pensar tanto en el medio.

No debería actuar con miedo.

No debería hacer esperar a nadie.

No debería decir nadien.

Ni de broma.

No debería de bromear tanto.

No debería de bromear.

No debería de deberle a Pancho.

No debería de presumir.

No debería de peinarme así.

No debería de bajarme del tren ahora.

No debería de usar el auto.

No debería de comer carne.

No debería de gritar en la calle.

No debería de mirar a la gente.

No debería de hablar mal de Dios.

No debería decir que soy ateo.

No debería decir que no soy ateo.

No debería decir nada.

No debería deber.

No debería deber por beber.

Desde bebé.

No debería explorar.

No debería explotar.

A nadie.

No debería de presentar mis libros.

Y mucho menos venderlos.

No debería de creerme Bukowski.

No debería de creer en nada.

No debería de…


El tren le cortó una pierna

El tren le cortó una pierna.

Antier.

Le cortó una pierna.

Y no es ficción.

El tren le cortó una pierna y yo estaba cerca.

Y quisiera que fuera ficción.

Pero le cortó la pierna.

El mismo tren que yo vi pasar.

Se cayó.

O al menos eso dicen.

Que intentó brincar a otro vagón.

Que porque estaba lloviendo.

Yo no vi la pierna.

Pero la imagino.

Sólo vi al hermano, ido, sentado.

Sólo vi la camioneta alejarse.

Pero ya le había cortado la pierna.

Ya se estaba desangrando.

A sus trece años.

Desangrándose a sus trece años.

No es buena edad para desangrarse.

Ni para viajar en la Bestia.

Ni de subida ni de bajada.

Ni en toda su vida.

Mexicano o no.

Sin pierna.

No más pares de zapatos.

También perdió el brazo.

En el hospital.

No más pares de guantes.

No más pares para él.

A sus trece años.

No futbol.

No básquet.

No comía.

Alfredo no comía.

Desde antes no comía.

Por eso viajaba.

Mendigaba.

Charoleaba.

Desde Tuxtepec hasta Orizaba.

Y de bajada.

Pero esta bajada no la pensó.

Un bote de resistol al lado.

La pierna fuera de las vías.

Él adentro.

Dos policías mudos y un charco de sangre.

Gritos que se diluyeron en el silencio.

Dolor que no se diluyó en nada.

Sangre que se diluyó en las piedras.

Sin pierna.

Sin pierna.

Sin pierna.

Sin familia.

Sin pierna.

Sin familia.

Hospital de nadie.

DIF para todos.

DIF para él.

Y para su hermano.

Ya habían estado en ese albergue.

Y habían escapado.

Ahora sin pierna será más difícil escapar.


Y desde entonces

Y desde entonces, hija, siempre me muestras tu espalda.

Tu cabello que ya es de otros.

Tengo solo fotos de tu cuello.

Ya es tarde.

Si vas a ahogarte, hazlo.

Si no, voltea.


Plantas

Plantas plantas.

¿Cuántas plantas?

Plantas, plantas, plantas, plantas, plantas, plantas,

plantas, plantas, plantas, plantas, planetas, plantas, plantas, plantas, planetas, plantas, plantas, plantas, plantas, plantas, plantas, plantas, plantas, plantas, planetas, plantas, plantas, plantas, plantas, plantas, planetas, planetas, planetas, plantas, plantas, plantas, plantas, plantas, plantas, plantas.

Verde.

Ver de dónde venimos.

De una hoja, de una maldita hoja.

Somos simios.

Somos o no somos.

Soi mis simios.

Fuimos.

Fuimos simios.

Plantas.


Ella se mueve

Ella se mueve sin que sepa que la veo,

como se debería mover

sabiendo que la estoy viendo.

Ella se mueve,

ella se mueve,

se mueve,

ella se mueve.

Ella se mueve sin que la vea.

Ella se mueve de la forma en la que me gustaría que se moviera

si supiera que la estoy viendo.

Ella se mueve, ella se mueve.

Ella se mueve, se mueve.

Ella se mueve como si nadie la estuviera viendo.

Ella se mueve como si yo fuera una de estas sillas de madera oscura,

como si sobrara en este cuarto,

ella se mueve alrededor de mí como esquivándome,

como ahorrando el espacio que no le presto,

ella se mueve,

se sigue moviendo.

Ella no está bailando,

está trenzando con sus caderas en el aire

mis miradas.

Ella no está bailando,

se está deshaciendo en movimientos

y en movimientos se va volviendo a tejer.

Ella no está bailando, está dibujando con su altura.

Ella se mueve,

se sigue moviendo,

ella se está moviendo.

Ella sonríe.

No,

ella no sonríe,

ella se pone la sonrisa

que flotaba en el aire cuando giró por ahí.

Ella gira, gira.

Ella se mueve.

Su cabello trata de alcanzarla,

pero ella se mueve.

Sus ojos tratan de sacarla de este cuarto,

pero ella se mueve.

Su cabello va más lento y sus ojos van más rápido que ella.

Ella se mueve.

No dejará que nada la alcance,

ni el tiempo,

ni mi mirada,

ni su cabello.

Sus manos acarician el aire.

El mismo aire que respiro.

Ella se muere.

Se muere.

Ella se va muriendo poco a poco.

Deja de bailar,

deja de acariciar el aire con sus manos,

de ponerse la sonrisa,

de dibujar con su estatura.

de huir de su cabello.

Se muere.

Ella se muere.

Y sigo siendo el mueble en este cuarto vacío.

Esta silla de madera oscura.

Este aire.

Ella se muere.

Y no puedo hacer nada por detener su caída.

Ella cae.

Ella me convirtió en mueble,

Y ahora, ella tampoco se mueve.


No disponible

Esa actitud de “sorry”.

Ese “ya me fui”.

Esas ganas de que esté ahí, para cuando tú quieras.

Ese mensaje casual para ver si estoy disponible.

Esa falsa disponibilidad tuya.

Ese “se me acabó la pila”, “me quedé dormida” o “tengo un chingo de trabajo”.

Ese “ojalá nos veamos pronto” (que parece “ojalá me veas, tonto”).

Ese “te marqué y no me entró”.

Ese “eres lindo”.

Ese “sí, pero no ahorita”.

Ese encuentro fugaz.

Ese maldito momento, esa chispa.

Ese me la estoy pasando bien, me la paso bien, pero tengo miedo.

Esa cobardía tuya,

Ese pavor,

Esa angustia.

Ese no me quiero arriesgar.

Ese susto.

Ese suspenso.

Ese “luego hablamos”.

Esa cita falsa.

Ese pretexto.

Estas ganas de tenerte cerca.

Siempre.

Estas ganas de explicarlo todo.

Siempre.

Este sentirme fuerte.

No siempre.

Y menos con tu actitud de “sorry”.


Cama voladora

Allen Ginsberg celebrando efusivamente una canasta durante un partido de los Mets.

Bill Gates a bordo del Delorean agitando un brazo y gritando: “volveré”.

John Smith tratando de convencer a Pocahontas con la frase: “Me defino como un ser que no sabe definirse”.

El barón rampante, ya cerca de la noche, les dice a las ardillas: “me voy a dormir en mis laureles”.

Paul McCartney en bici, se despierta y soy yo y tuiteo estos sueños.

Ernest Hemingway se convirtió en lagartija y todas las noches me dice: “mantente viejo”.

Paul Auster ya murió, y en su tumba se lee: “Roba como un Artista”.

Alexander Whiteaker dentro del estudio musical: “repite, repite, repite”.

“No te creas todo lo que digo”, me aconseja después de pedir otra cerveza, Leonard Cohen.

Y yo, que sigo aquí dormida, tratando de entender quién soy, recordando dónde dejé el coche.

Damon Albarn se baja del brincolín, come un poco de ensalada rusa y se pone a perseguir a sus amiguitos con un aerosol de espuma.

“Las llaves, creo que aventé por aquí las llaves”. Soy San Pedro acurrucada entre las nubes.

El creador de la cerveza no fue Fray Bartolomé de las Casas, fue mi papá. No, fue el papa anterior, el más antiguo.

Marco Olivera bailando cumbias en una fiesta en secundaria.

Damián Laris me dice en este momento: “yo soy un personje, hay otros más interesantes, pero también son personajes”.

Y Erick Clapton aplaudiendo al mismo tiempo que Allen Ginsberg, pero del otro lado de la cancha.

Suena la alarma.

No puedo dormir y estoy dormida.

“Mi mayor anhelo”, dice Jean Paul Belmondo, “es ser eterno y luego quedarme dormido”.

“Llegamos a nueve”, está pensando Fellini al bajar las escaleras.

“Nada de lo que ves es real”, Luis XV.

“Déjenme dormir”, les dices a todos, cuando ya están reunidos en la sala.

Suena la alarma.

Te moriste, como siempre.


No has visto Californication

Me debes algo.

Algo que te presté.

Aunque siempre fue un regalo, según yo.

Pero le debo.

Y ojalá siempre le deba algo.

Sería y es el mejor pretexto. El mejor pretexto para cualquier noche de lunes aventar un inbox.

Pero al parecer no le importa.

No le importa lo que tengo de ella.

No le importa lo que tengo mío.

No le importa lo que dejó.

No le importa lo que me dejó, ni lo que fui con ella.

Ni lo que soy sin ella.

Al parecer.

Pero pregunta.

Y pregunta inocentemente.

Como el inicio de cualquier mentira.

“¿Y pinta a que termina con ella? ”

“Pinta a que el wey no se la saca de la cabeza a pesar de todo lo que vive”, balbucea el de este post.

“No está padre por el tipo”, she said.

Pero que descanses, concluye.

Encontrarás a alguien.

y

nite

nite.

Tal vez Karen* (*los nombres de los involucrados han sido cambiados para proteger su intimidad) se dará cuenta algún día.

Tal vez,

quiénsabe.

Nihankmoodysabe.

Fin.


Te lo comenté desde antes

Ya te había dicho, pero tú no lo recuerdas.

Nunca recuerdas nada de lo que te digo.

Es normal.

Entré en ti y recorrí tu angosto pasillo hasta la pared de enfrente.

La pared mostraba indicios de humedad.

Resbalé, tropecé, como siempre lo hago.

Te gusta que me levante y vuelva a andar.

Lo que no te gusta es que te diga que ya te había dicho algo.

Es normal.

La última vez que vi Moscú, aún no te conocía.

Pero sabía, yo lo supe en la Plaza Roja: te iba a conocer.

El avión volaba demasiado bajo.

El índice apuntaba demasiado alto.

El índice no correspondía con las páginas.

Pero seguimos caminando, en silencio.

¿Te acuerdas del lobo que nos visitó esa noche?

“No quiero pasar la noche en esa cabaña”, dijiste.

Yo no dije nada y le pagué al señor.

Tú nunca habías visto un lobo, y te gustó.

Tampoco conocías la nieve.

Recuerdo que fuiste por cigarros al Oxxo.

Dos meses antes.

Y cuatro años después.

Y todas las tardes mientras yo dormía.

Te soñaba.

Y tú en el Oxxo, pensando en el cambio.

Te soñaba con el bochorno de la tarde.

“Lee Chéjov”, me comentaste alguna vez.

Y yo seguía caminando por el angosto pasillo,

tratando de llegar a la pared de enfrente.

¿Te das cuenta?

¿Te das cuenta que todo es trágico?

¿Te das cuenta de algo mientras me ves dormir?

Siempre quisiste que resolviera tus dudas.

Y yo te lo comenté desde antes.

Te lo dije un día.

No soy el que crees.


No necesitas repetirlo

Te lo he dicho el mismo número de veces que tú.

Me lo repites y yo lo sé.

No necesitas repetirlo.

Te escucho, pero tú no escuchas que te escucho.

¿No te das cuenta?

Una vez estuve en Moscú, antes de conocerte.

Y te lo platiqué esa vez.

Amo las cabañas.

Menos que tú, pero las amo.

Y de chiquita tuve un lobo. Los conozco bien.

Pero insistes en mandarme al Oxxo por cigarros,

seguramente quieres dormir.

¿Con quién soñarás, cabrón?

Ni siquiera coges bien, pero no importa.

Eres demasiado tierno, demasiado suave, demasiado poético, no sé.

Eres demasiado tú.

Así como eres me gustas.

Sólo que no me gusta repetirlo tantas veces.

Te lo dije un día, and I really meant that.


Un pedazo de sandwich frío

Un pedazo de sándwich frío.

Un calzón.

Unas ganas infinitas de volar.

Un papagayo.

Un papa perro.

Un Papanicolaou.

Un estreptococo con gripa.

Un grillo sin metal.

Un caballo sin cabello.

Una rubia sensual.

Una chamarra roja, de cuero.

Un lápiz labial.

Tus dientes, tus manos, tu infinita cadera.

Mi silencio.

Un pez que nada boca abajo.

Otro pez que se zafa del anzuelo.

El tiempo lento de los martes.

Las suelas gastadas de mis botas.

Grietas en la banqueta.

Grietas.

Grietas, pero no gritas.

Grietas gratis.

Helado.

Un cuadro recién pintado.

El cuadro perfecto.

El mar.

La mar.

Tus dientes.

No, no son tus dientes.

Un banquito despintado.

Un barquito despistado.

Un barquillo de cualquier lado.

Una morena sensual.

Un sapo.

Otro grillo.

Este sí, con metal.

Con sus cuerdas finas,

Con su maldito andar.

Una ardilla que no se enoja.

Una máquina para echar pedos.

Un atardecer sublime.

Una lista absurda e infinita.

Tu ausencia.


Add new

Dar es dar.

Y no pensar en nada simplemente dar.

Y me van a publicar, los de ERRR

y me van a publiquerrr.

Nada de nada.

Este alcohol

esta vida.

Que fue tuya.

Tu-ya.no.

Y lo demás también es libertad.

Noches como hoy, que se repitan.

Reptil.

Las francesas. Pero que hubieran empezado más temprano.

Llegó un momento en donde decidí que ya no era yo.

Que ya no decidía yo.

Que ellos decidían por mí.

Amanecer entre los cerros de Coatepec Harinas.

En el spot.

Pero hoy fue acá, cerca.

Gin, gin, gin, gin, gin.

Oliva Pantoja.

Maestra de piano.

Jingle all the way.

Alll the way home.

Home sweet home.

It was with you.

Hasta vivimos una navidad (un año nuevo) juntos.

¿Dónde se perdió lo “sweet” de este Home?

At least I’m safe.

Home, safe home.

Pero el corredor de los Braves de Atlanta sabe que safe no es home.

Home is wherever I’m with you.

Aunque lo presientas pero no lo creas.

Me perdí.

Me perdí y te encontré.

¿En dónde estaba?

Ag sí.

Agora.

Ahora sé.

Ahora sé que tal vez nunca me perdí.

Siempre supe que dar es dar.

Y que tú nunca estuviste ahí.

Pero yo pensé que estábamos conectados, mi amor, ¿qué se perdió? ¿En dónde te perdí?

No mames con Paris, o con otras ciudades: Londres, Dar es Salam o Iguala, Guerrero.

Donde matan por pensar.

Por eso no voy.

Porque me matarían.

Pienso que pienso.

Pienso que escribo.

Y que aún así, los de ERRR, el buen Abel.

Me publicará.

Nobel? pa qué.

Algún día.

Algún día este poema, pendejo, trocho, mocho, será leído por ti.

Pero hoy no.

Hoy no me leas.

Hoy no me creas.

Le dije, pero quiso creerme y fue donde perdió.

Se lo dije claro: “No-te-enamores” y se enamoró.

Y luego soy yo llorando cada noche.

Ya no hay más.

Me la creí yo.

Cerveza, el último cigarro y la estación.

Pero si te digo que “Dar es Dar”

Hada madrina.

Hasta la madrugada.

Nuna luna. Muna muna.

Si alguien llegó hasta aquí, leyendo, es que no tiene nada

más que esto.

Hemingway lo dijo.

Sé sincero.

Y lo soy.

Y siempre lo he sido.

Si me lees, es porque tienes menos que yo.

Y yo no tengo nada.

Esta noche sabía que no tenía nada,

y aquí estoy.

Se rompieron los clichés, los rompimos, mi amor.

Pero sigues, y sigues, según tú, sin mí.

Hazme pedazos, pero hazme algo.

Corazón.

Corazón.

Corazón.

Mi última cerveza de esta noche.

Mi ninguna certeza de esta vida.

Fuck me, girl.

Pero no le digas a nadie que hoy no es hoy.

Y viva la vida.

Y a celebrar el oro de la vida.

Porque sin ti, mujer que limpias el rostro, no soy yo.

No soy yo.

Dar es Salam.

Nunca quisiste.

Nunca quise.

Pero vaya que quisimos.

Y sí que quisimos.

Aquisimons.

De aquí soy.

No me resigno a perder y menos contigo.

Eramos juntos.

Fuimos.

La idea era ganar mientras perdíamos.

Pero tuviste miedo y ahí sí, perdimos.

Aún quedan letras que agotar.

Letras que cambian de forma para que no te asustes.

No somos nada más que este hoy.


New add

¿De qué se trata todo esto sino de un más: Add new?

A alguien en la historia infinita e intrinsecable de la

humanidad representa algo más que algo más?

¿Y el Nobel?

¿Y Hemingway volándose los esos?

¿Y el japonés que también se suicidó?

No hay más que esta entrada de blog, donde

cadaquienapuntasuspendejadasdeloquecreequeslavida?

Así las cosas.

Let´s keep on moving.

The show.

The show that you know, must go on.


Calma chicha

He perdido ya, varios horizontes.

Pero mi faro sigue buscándola.

Que se sacien de mar las cubiertas de los barcos.

Que se impregnen de sal, las anclas y ataduras.

Que se inflen de días, las soberbias velas.

Que se pudran de hastío los postes de los muelles.

Que se canse la arena de tantas olas.

Que se cansen las olas de tanta arena.

Que se agote el mar. Que se termine.

Que se seque el cielo, que se desplomen los nidos.

Que encallen las quillas. Que floten boca arriba todos los peces.

Que pierdan la cola las sirenas. Y se desangren en silencio.

Que no queden de los mástiles, mas que astillas.

Y de las velas, jirones sacudidos.

Que queden chicotes y cabos serpenteantes, de lo que antes fueron amarras, brazos y cadenas.

Que se derrumbe todo, que se pierda.

Que se abra un gran boquete en el océano.

Que se pierda todo, hasta la vista.

Y abandonar tu risa y la esperanza.


Mimí sin bikini en el camión

No era mi lugar.

El mío era el 22, pero estaba sentado un señor gordo con su esposa al lado.

Y era el único lugar.

El único lugar.

Libro yo, libro ella.

“¿Insistir, Crispín?”

“¿Fingir mi crisis?”

La libramos.

Nos abrimos de páginas.

Libramos las horas del asfalto.

Abuelos de nosotros mismos.

Ojos que se atoran.

Brazos que se enciman.

Que se cruzan.

Chingos de post-its sue se sue sue que se queman.

En horas irremediables de memoria.

Trozos de Modiano, de trozos de memoria, de trozos de sus personajes, de trozos de horizonte.

Trozos de horizontes brincando, frenándose en los topes, acomodándose en asientos.

Trozos de bikini blanco como separador de libros.

Trozos de barril, de baúl, de vagón.

Vagos vestidos con trozos.

Trompos de tacos al castor.

El castor que juega al trompo en medio de tormentas.

Sal.

Trozos de tormentas de sal de aquí.

Valeria Luiselli es prima hermana de Luis Felipe Fabre-Castell.

Y menuda casa de hojas.

No he aprendido a escribir braille, Zampanó.

Daniel Buren no entiende que soy daltónico,

aún así hizo una instalación en sus ojos.

En sus ojos que no vieron porno.

Pero vieron libros.

Líbrame de tu abrazo, muerte.


Oración en el huerto

No, no quiero.

De verdad no quiero.

Quisiera querer que quiero,

pero no quiero.

Esto parece los poemas fáciles de Santa Teresa,

o de Arjona.

Pero si yo no quiero, no existirán Santa Teresa

ni Arjona.

Soy Cristo, pero no quiero.

No soy el Cristo aún.

Sólo soy un hombre que no quiere.

Como muchos años después, Benedicto que me renuncia.

Así soy yo, hoy, queriendo renunciar.

Renunciarme.

Rajarme.

Bajarme del tren.

¿Cuál tren?

Si ni siquiera existen aún.

¿Ya les dije que soy Cristo?

Que no soy Cristo aún.

Que soy un maldito tímido,

un maldito cobarde.

Que sólo soy un hombre.

Un hombre más.

Otro hombre.

No, no es el peso de la humanidad en esta decisión.

Es sólo un cáliz.

Un vaso.

Una chela.

Un trago.

Un toque.

Un golpe.

Un silencio.

Un sí.

Un no.

Una decisión.

Pero no quiero.

No quiero.

No quiero.

No quiero.

No, no quiero.

Si es posible, Padre.

(No tengo padre, mi padre es una paloma)

Aleja de mí este cáliz.

Es decir:

–Ya no quiero un chupe más, voy a manejar.

–Ya no quiero drogarme, mi cabeza está que explota.

–Ya no quiero cogerte, amor mío,

mejor resolvamos nuestros pedos.

–Ya no quiero más, seguirte molestando,

pero es tan fácil chingarte.

–Ya no quiero seguir este jueguito de no hablarle.

–Ya no quiero beber de tus impuestos, jodido.

–Ya no quiero copiar en el examen, pero no estudié.

–Ya no quiero jalarte las cobijas, pero tengo frío.

–Ya no quiero gritarte, pero me siento poderoso.

–Ya no quiero dar mordida, pero tampoco quiero

gastar más tiempo.

–Ya no quiero menstruar, quiero dejar de ser mujer.

–Ya no quiero que me hablen, me aburren.

–Ya no quiero contestar tantos Whatsapps,

estoy harto de todos.

–Ya no quiero que me hieras, lo has hecho ya bastante.

–Ya no quiero nada, maldito mundo.

–Ya no quiero ser divino, maldito ángel.

–Ya no quiero ser humano.

Sólo quiero morir

y, si se puede,

crucificado.

Para que mañana todos me adoren.

Amén.


Las mañanas de las noches que bebí

En las mañanas de las noches que bebí,

despierto con nombres,

de mujeres,

de momentos,

retazos de libros,

apellidos de autores

apellidos revueltos de autores que no existen.

Voz ronca y sexy.

Dolor al revés,

es decir, de cabeza.

Ropa arrugada,

existencia lisa.

Las noches de los días que bebí

duermo tranquilo

como si no pasara nada.

Como si el último rechazo fuera el siguiente

como si de verdad no me importara

que se hubiera ido antes,

que no contestara el whatsapp,

que su sonrisa final fuera triste.

Las tardes de las mañanas que no bebí,

se van abriendo desde dentro.

Se van llenando de aire.

De aire caliente que hace sentir frío.

Los días de los días que viví,

se van trenzando lento.

Se van perforando rápido.

Y ellas se vienen pero no se quedan.

Ellas son pero no están.

Y yo estoy siempre.

Soy de los que no se van.

Soy de los que no se vienen,

de los que siempre han estado.

Los días de las tardes que no bebo,

Son luminosos y llenos de gente.

Las calles más alborotadas.

Las manos más automáticas.

Las puertas más ligeras.

Los rayos en los ojos.

Las mañanas de las noches que bebí,

vuelven a ser dolorosas,

como los nombres que no quiero recordar.

Como las lenguas que no quiero pronunciar,

ni besar,

ni apretar, ni acercar, ni atiborrar, ni atizar, ni a ti ni a nadie.

Las noches de los días de mi vida

se van.


No howl at all

Dice Allen Ginsberg que está conmigo en Rockland,

pero no es cierto.

Está muerto.

Yo también.

Según Luiselli, yo llevo muerto ya mucho tiempo.

Y soy Wells u Orwell u Owen Wilson.

Y viví en Toluca.

Y tenía una maceta con un naranjo seco.

Yo sólo encontré el naranjo sueco.

Y se mueve si lo ves.

Pero no importa, la muerte no importa.

Por eso le escribimos tanto.

Escribimos a las cosas que no importan.

Al puto amor.

A la puta vida.

A la puta muerte.

¿Por qué no ser como pájaros que vuelan sin cuestionarse?

Si el mar es tan intenso, inmenso, tan terso, es porque nunca se ha cuestionado, nada.

No se ha cuestionado su tamaño. No es hombre,

entonces es La Mar.

El mar (la mar, da igual) nunca ha dicho nada.

El mar puede decir: Sólo soy muchas gotas.

Pero está ahí, solo dice nada.

Pero ahí estamos tercos que tercos.

Queriendo entender todo, queriendo vivir cuando

estamos muertos.

Kusamasuputamadre causó furor, por loca.


Repliega tus palabras

Repliegas tus palabras hasta donde no te alcance.

Como si no pudiera leer, desde el principio, tu mirada.

Y crees que escondes tu miedo entre los pliegues, entre las sábanas.

Te muestras sí, como eres,

pero sabes que entro hasta donde siempre habías querido que alguien entrara.

Sabes, en el fondo sabes que no te haré daño.

Pero temes.

Temes al olvido.

Temes al progreso inútil de mis palabras.

Como si ellas tuvieran otro sentido que alcanzarte.

No, no busco nada.

Porque en ti no encuentro nada.

Pero te gusta que te busque.

Te gusta que busque porque sabes que no encuentro.

Y mi búsqueda ha sido siempre absurda.

Imagínate, te busco a ti, tan vacía de ti misma, tan temerosa.

¿Cuándo empezamos a temerle al temor?

¿Desde cuándo dejó de ser el miedo tu motor?

Sabes que me encuentras, porque soy.

Porque aunque me pierda, aquí estoy.

Porque aquí, desnudo, también soy.

Encuéntrame, mejor.

Limpio, puro, completo.

Aquí estoy.


Espíritu Santo

Hoy le pegué a una paloma con una lata de refresco.

Eructé en voz alta en la cafetería del Cubo.

Le dije a alguien: “Espero algún día decepcionarte”.

Toqué Ukulele mal.

Le vi el culo a una chava bien bonita.

Ella se dio cuenta y me sonrió.

Hoy no intenté convencer a nadie de nada.

Como siempre.

Y ayudé a más de ocho personas en menos de dos horas.

Y sentí que hice mucho.

Resolver pedos.

Hacer llamadas.

Decidir rápido y seguro.

Como si fuera un gran ejecutivo.

Pero no lo soy.

Soy un gran pendejo.

Pero nadie paga por eso.

Hoy les dije a cuatro chavas “que se pudran en el

infierno” porque no

me hicieron caso para ir de misiones.

Pero conseguí 26 interesados.

Hoy le cancelé a mi psicóloga.

Pero lo más importante es que le pegué a una paloma en el pecho con una lata de aluminio,

porque ya no me importa nada, porque ya no creo en el amor.

Amén.


¿Hace cuánto que no te lavas los dientes, Tom Waits?

El oso de Berlín para el pendejo.

Para el maestro que se enamoró de la alumna.

Since the fucking beginning of time.

Y ella le pide tiempo.

(I can give you time, girl. I own my eternity)

Because I know, I’m being swindled, I never bargained for this.

Abuela muerta.

Más muerta y más dulce que eterna.

La besé cuando mencionó la palabra Oreo.

Y cuando tuvo a Hemingway entre nosotros.

La besé como sólo se besa una vez en la puta vida.

Leímos el cantar de los cantares.

Cantamos al lector de los retretes.

Retratamos al cantor de las facturas.

Cantemos al amor de los amores.

Y yo era el señor.

Desde que tengo 19 he sobrevivido.

No.

No.

Habiámos dicho escritura automática.

Pero faltan.

Faltan porque llueve.

Porque les da miedo Burroughs,

o porque siempre habrá una abuela que se muera.

Apropiadamente.

Como su novio.

Que aparació apropiadamente.

Never let a kiss fool you

never believe in Waits,

that was Joey Adams,

but never marry for love.

Y no, no habrá pez para comer,

ni siesta en la primavera.

Porque si tratas de detenerla,

compadre,

morirás en el intento.

O lo que es peor,

vivirás como Pípila.

Tratando de acomodar palabras,

para seguir respirando,

y nunca, nunca quisiste enamorarte

de esa chica del bar.

Nunca quise hundirme en este estúpido mar.

Amén.


Otra vez tiempo, otra vez wait, otra vez Waits

Time, time, time, time, time.

Time comando.

¿Qué cómo ando?

Bien, aquí.

Qué milagro. Desde la última vez.

A mí no me vengas con tus perogrulladas.

Ni tú a mí con tus mamadas.

It is time, time, time.

Me pediste tiempo, y tiempo es lo único que tengo.

Así que si preguntas qué he hecho últimamente, esperar.

To wait,

To(m) Wait(s).

Sí, hice un pequeño viaje entre Interzonas y el cielo.

Caminé despacio entre tus postales llenas de frases.

Te seguí de lejos.

Pero cualquier viaje es inútil si no regresas.

Cualquier viaje es inútil si de verdad no te vas.

Here comes the bride and there goes the groom.

Y recuerda que ya he estado aquí.

I’ve seen this room, I walked this floor.

I used to live alone before I knew you.

Pero tiempo.

Quiero entender algo.

Me pides tiempo.

Y aviento tu puto reloj contra la mesa de cristal.

Y doblo las manecillas del reloj de tu papá.

Pídeme tiempo, amor, pero no me pidas que muera nunca.

Y menos en tu presencia.

Amén.


Soy una mosca ahogándose en la alberca vacía

Acostado adentro en esta alberca vacía.

Carros viejos.

Blanco y negro.

Menos tus pecas rojas.

Pescados rojos.

Brillantes.

Muertos.

Peces plateados de aire.

Una fogata en blanco y negro.

Un cofre.

Un diente de oro.

Tu nariz diminuta.

Pañuelos para el que lee.

Esperanzas para el difunto.

Cíclopes y Lestrigones para el viajero.

Una lista infinita de actitudes por tomar.

Una explosión de estrellas.

Un árbol calcificado de hace 100 millones de años.

Un chiste.

Un mal chiste.

Una portería que se cae.

Un niño que muere.

Una carta al padre.

Un extranjero.

Un día soleado.

Una alberca vacía.

Un poema absurdo.

Una vida trasparente.

Unas axilas transpirantes.

Un volcán no escalado.

Un viejo amargado.

Un bar vacío y caro.

Un cumpleaños aburrido.

La traición de un buen amigo.

No quería que rimara.

Tampoco quise que me vieran la cara de estúpido.

Pero las cosas pasan.

Como las uvas pasas.

O como mi tío Carlos.

Que llegaba al cine, con un puñado de uvas pasas en las manos y le decía a la persona de la entrada: ¿Qué son? y ella contestaba “pasas” y mi tío pasaba.

No sé si esa historia es cierta, pero es verdadera. O no sé si es no es verdadera pero sí cierta.

No recuerdo mis clases de lógica.

Pero aún así, sé que la historia de las pasas es digna de recordarse. De inmortalizarse en este poema.

Lo que no es digno de inmortalizarse es el recuerdo de lo que pasó el miércoles pasado. Para mi cuate, no hay traición. Para ella tampoco, supongo.

Ella es muda.

Bella y muda.

Y cuando habla, le salen flores por la boca.

Pero eso no importa tanto.

O no importó.

Como no importa que no esté acostado en una alberca vacía.

O que los hipopótamos se cocieran en sus tanques.

O que en lugar de morir, al niño sólo le hubiera desviado el tabique la portería que se cayó.

O que Kafka se hubiera llevado chido con su papá.

O que no existiera el dios de las pequeñas cosas.

Ni las arañas.

Ni las cartas en general.

Ni las guacamayas de Brasil.

Ni tus lentes.

Ni las manos torpes que escriben.

Ni las canciones que enumeran cosas.

Ni las palabras vacías de mis poemas.

Ni el vestido azul o morado.

Ni el blanco y negro.

Ni el daltonismo.

Ni el darwinismo.

Ni mi iguana muerta.

Ni la sensación de crecer que estoy sintiendo.

Ni tus ojos profundos.

Ni mis manos secas.

Ni mis plumas mojadas.

Mis alas pegadas.

Soy una mosca ahogándose en la alberca vacía.


El trigo nunca deja de crecer (y los pollos rostizados también tienen sueños e ilusiones)

Claras de huevo.

Cáscaras de sueños.

Latas de encurtidos.

Sillas que cuelgan de la pata, retorciéndose,

salvando los pocos instantes que les quedan de vida.

Debidamente seleccionados.

O tres.

Cada cual con su calcetín.

Pero no me mires así, porque sé que tienes otra cara.

La cara del demonio.

La cara del ángel goñi.

Ni siquiera conservo las cenizas de mi padre.

Que está conservado en vinagre.

Agua destilada para consagrar.

Una chela se te cayó de las manos.

Una frase que invitaba a esperarte 20 años.

Mi amigo imaginario saltó desde el roof garden.

Sobres amarillos que contienen sal del mar muerto.

Libros cortados en pedazos de cuatro kilos cada uno.

La forma en la que las alas del colibrí se pegan

es inversamente proporcional a las escamas de los peces que pueden aprender a volar.

Los sesos.

Los esos.

Ese pez.

Esa actitud, con exactitud.

No me mires así, que ya estamos pedos.

Pero si no te gusto, vete.

Asustarte siempre ha sido mi mejor opción.

Y una trompeta que anuncia el cambio de turno.

Las montañas coleccionan niebla.

Los ancianos coleccionan caminos.

Las estrellas coleccionan estrellas.

Y adentro de tu nariz, hay mocos secos.

Los pollos rostizados también tienen sueños e ilusiones.

Y las garrapatas de tus labios siguen tejiendo historias que sabes que nunca sucederán.

Los rinocerontes se freían en toneles.

Las jirafas se asaban en discos.

Los cocodrilos se tostaban en bidones.

Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques.

Gracias.

También vendemos conservas y latas de aguardiente.

O botellitas de agua de menos de cien mililitros.

No tienes porqué tener miedo.

Si la plaza está vacía.

Las sombras de los árboles suicidas.

En las horas muertas de la tarde de un martes de mayo.

Tordos que se atoran en los cables.

Un eructo divino.

Un lápiz labial con baja autoestima.

Tus lágrimas de arroz.

Mi sonrisa de aguacate.

No intentes esconderte, Kalimán.

Si cada una de las letras están escritas con cuidado,

al final sólo el que pierde sobrevive.

Ni siquiera ayer.

Ni la noche de la vez pasada.

Nos vemos el miércoles, dijiste.

Y olvidé que miércoles es un plural infinito.

Miercoles, muchos miércol.

Como tus jeans, que son dos.

Y si fuera uno, sería Gloria Jean.

Pero ella no los dejó tirados en el suelo.

Aunque siempre quiso tener sus propias caderas.

Y la voz aguardientosa,

y los ojos de caracol.

Intenta interpretar el cuadro.

Quítate la máscara de santa.

Abre con cuidado tus páginas.

Porque el trigo nunca deja de crecer.


Es muy sublime la cabrona

Es muy sublime la cabrona.

Es intocable, pura, inalcanzable y libre.

Es peor que una inútil mariposa.

Es más cruel que el colibrí que posee el instante de paz.

Es linda, ligera y frágil.

Y cree que con su sonrisa puede resolverlo todo.

Lo peor es que sí puede resolverlo todo.

Dos palabras y me deshace.

Un solo acto y me tumba.

Mi aliento amargo y ácido no sirve para alejarla.

Mi olor a sudor y a sangre no la asusta.

Mi estupidez no la distrae.

Ella está concentrada en ser bella.

Mi torpeza no la entorpece.

Mi suciedad no la mancha.

Mis cejas fruncidas no la asustan, nada la embriaga.

Ni estas manos torpes pueden tocarla.

Ni estas palabras vacías le dicen nada.


Zanahorias con cajeta

Indomable vértigo.

Eres.

Testigos mudos de un mundo sin pasado.

La guerra terminó.

Ya no te espero.

Elegantes copas del mundo.

¿Alguna vez dije que no?

Dejaré mi vida atrás.

Estrépitos coloridos de rodillas sangrantes.

Nevermind.

Nevermind.

Nevermind.

The world is dust.

The war is lost.

Esposa juiciosa.

Tres son muchos.

Desaliñados balanceos.

No pienses en mí.

No hay necesidad.

Ni mensajes de tu parte.

No hay ventilador.

Ni alcohol.

Ni alcaparras.

La iguana come aire filtrado.

Si pudieras describir con un soplido lo que piensas,

olvidarías como respirar.


El sobreviviente de los cabellos chamuscados

Invasión lenta, lenta, lenta de hormigas rojas.

Los caparazones de los grillos flotan en cielos púrpuras.

Alas de zopilote.

Encías de antílope en migración.

En la oficina de migración.

En la casa de migrantes.

Y después.

Plantas anaranjadas.

El suelo es arenoso y verde.

Somos pequeños hombres.

Personajes de El Planeta Salvaje.

Canciones de ángeles compuestas por demonios.

Descompuestas por Dios.

Por un Dios descompuesto.

Un hombre hecho pedazos.

La sirenita jamás tuvo hijos.

Adoptó trece mil ajolotes.

Hijos de su vientre de pez.

Amén.

Se nos está acabando el tiempo.


Consigue un vestido

Consigue un vestido.

Cierra los ojos.

Abre tu seca alma.

Muéstrame los dientes.

No reveles tus intenciones.

Calma, mujer.

No nacimos para esto.

Eres el arma que esconderás.

La mano que vigilas.

Los pliegos que te doblan.

Eres el agua que no bebes.

Eres el calor lento de la tarde.

Tráfico.

Tráfico.

Tráfico.

Bochorno de espalda.

Danza de moscas en celo.

Tambor constante.

Gota que perfora la piedra.

Cable electrificado.

Tu saliva se traduce en letras.

No eres dueña de tu sangre.

Cierra los ojos.

Que la luz te traspase.

Luz de costado, de lanza.

De panza iluminada por dentro.

Pambazo inagotable,

no quiero que se caigan tus lechugas.

La crema y la salsa mojan el pan.

Comulguemos, amor, comulguemos.

Cuerpo de crucifijos.

Cristo no es un cadáver exquisito.

Contigo todo es ritual.

Desde mirarte, hasta ver como te alejas hacia enfrente.


Ella decía ser mi esposa

Ella decía ser mi esposa.

Había un calor insoportable, pero estaba su sonrisa.

Un naranjo chaparro arrojaba sus frutos a la banqueta.

Naranjas aplastadas.

Pedazos de sol podridos en el piso.

Dos perros chihuahua insoportables.

Creía que era feliz.

Ella decía ser mi esposa.

Y comprábamos el súper juntos.

Me daba trescientos pesos.

Nunca creí ninguna de sus mentiras.

Para ella no tenía importancia la verdad.

También había un gato negro que yo arrojé una noche lejos de la cama.

Y desde esa vez el gato me odió.

Tenía la nariz perfecta.

Y no me decepcioné cuando supe que era operada.

Había algo en sus abrazos.

Tenía un carácter de la chingada.

Se creía libre.

Nuestra cama era una balsa.

Sólo oramos una vez.

Juntos, hincados en la cama.

Suplicando cada quien a nuestro dios.

Que nos librara de la muerte.

El agua de lluvia limpia las ventanas.

El sol revienta los frutos de las plantas.

Teníamos esperanza.

No me gustaba su música.

Y nunca hablé bien con su papá.

La admiraba y tal vez nunca deje de hacerlo.

Se largó una tarde después de mucho llorar.

Se llevó todas las explicaciones y dejó su ropa un mes,

hasta que fue insoportable.

Cada tarde imaginaba que volvía.

Le escribí un par de poemas.

Le pedí que se llevara su ropa.

Ella decía ser mi esposa, pero no lo fue.


Las cenizas se llamaban casa

Elegir.

Amar de lado.

Un cínico cienpiés.

Un gato al revés.

Destornillar lo antiguo.

Recordar con miedo.

No creas que tus pechos son eternos.

Averigua quién fui.

Un caracol con dientes.

Un encino ensimismado.

Un baobab pequeño.

Siete por tres quinientos.

Me llevas del pie.

Hasta tu recuerdo.

Son de Veracruz,

Pero son de otro lado.

Bailes infinitos.

Danzas de humo.

Y las cenizas se llamaban casa.

El calor del viento.

No puedes tocar el agua.

Porque amas mal.

Amas chueco.

Amas lo que no soy.

Hay cáscaras que te pesan.

Nubes que se atoran en tus ojos.

Comezón infinita entre las piernas.

Nací ayer.

Engrapado a este vaso sucio.

Crees que subes, mujer y te estás hundiendo.

No hay nada de sublime en una boca sin lengua.

No hay encuentro en tus senderos secos.

Ya no quemas como hielo.

Ya no escupes hacia el cielo.

Ya no hay quesadillas en tu refrigerador.

Sólo quedan las uñas rotas.

Sólo quedan mapas con mares morados.

Ojos irritados por polen de diversas flores.

Focos fundidos.

Dados que no juegan a entender las escrituras.

Marimbas desniveladas.

Y raíces de amapola en celo.


No tires la toalla

Documento 2.

No caben todos.

Sorbos bobos.

Otros ojos.

Otoños de poros opacos y oscuros.

Levántate Lázaro.

Revienta cadenas.

Reconstruye lámparas.

Reconstruye tu recámara.

Recoge tu tiradero.

Basura vacía ve hacia tu tienda.

Luces de locos que levitan.

Karma de carros carcomidos.

Moscas de caca.

Máscaras caras.

Desfilamos hacia los desfiladeros.

Perfiles de delfines definitivos.

Frentes fugitivas.

Caras que se disuelven por la mañana.

Cepillos de dientes olvidados.

No tires la toalla.

No tires la toalla.

No tires la toalla.

Aunque los polos se derritan,

Y la cera baje ardiente entre tus dedos,

No tires la toalla.

Que otros vendrán mañana a terminar el rompecabezas.

Que otras amamantarán nuevas páginas en blanco.

Que otros avasallarán majestuosos enemigos.

Y otras confeccionarán telas sagradas.

No pierdas tu espada en la batalla.

Antes bien, corta cuellos de botella.

Corta cartas.

Corta toda comunicación,

pero

No tires la toalla.


Pescar no es pescar

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.

Pescar es no pescar.


Recordarás los brazos que te prendieron fuego

No cabemos todos en este presente.

Carros.

Vidrio.

Lápices sin punta.

Estacionamientos vacíos.

Cabezas que avanzan en secreto.

Luces solitarias de avenidas y parques inventados.

La soledad es una aguja.

No somos más que un ticket de estacionamiento.

Una llamada perdida.

Un teléfono sin pila.

Las cascadas no conocen el descanso.

Los helechos nunca han aprendido matemáticas.

Y los aprendices de carpintero no derraman semen.

Las llantas de los autos nunca dudan.

Los gorriones se convierten en tiras de periódico quemado.

Los gordos y las flores sufren en silencio.

Las luces de La Habana se apagarán con el tiempo.

Guardarás en botes de mantequilla tu silencio.

Los anzuelos entenderán que son eternos.

Y las lágrimas de tus primos valen menos de veinte pesos.

Recordarás los brazos que te prendieron fuego.

Mecerás tu sombra.

Contarás desiertos.

Cantarás fracciones de lamentos.

La misericordia es un baño público de fermentos.

Dejarás de creer lo que te decían los muertos.

Morirás una tarde de cualquier enero.

Moriré antes de que se me acabe el tiempo.

Y descansaremos, amor, de este infierno.

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