Cuando aún el aire soplaba,
en mi casa aquellos días,
tan fuerte que si abría
los brazos, podía volar.
Cuando aún en esos días
mi cuerpo podía bailar.
Y mis ojos, ya cansados,
veían la luz y cantaban.
Ya durante aquellos días
me sentía desconcertado.
Porque no podía agarrarlo,
pero ese aire daba vida.
Me sentía desolado.
Triste, pues no se quedaba.
No dormía al lado mía.
Tan solo estaba de paso.
Ni cerrando mis ventanas.
El viento rompió cristales.
Aprendía a no retener
a un alma nacida libre.
Sin nada que en mi peligre
me sentía amenazado.
Vacío y desamparado,
quise vivir del dolor.
Sin saber bien lo que era
ni aquello que suponía.
Prefería quedarme en casa
viendo las hojas mover.
Ahora sé que fui un imbécil
por creer más en la guerra
y no en la paz que le alberga
a quien no cierra al amor.
Ahora pienso en aquel aire
que en contra, sopló a favor.
Ya si lloro es porque debo.
Ahora conozco el dolor.
El dolor no era aquel caos.
El dolor ahora es no ser.
No haber.
No aparecer.
Caminar en el vacío.
Mi dolor no era aquel caos.
Mi dolor solo fui yo.
Ahora, abriendo las ventanas,
no entra ni la luz del Sol.
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