Eres el Rey Lagarto,

el de escamas de poesía;

impermeable a cualquier regla,

quien deshace a la hipocresía.

Cabalgando en tu tormenta,

al galope de tus versos,

se apresura a la conciencia

a distinguir el vuelo terso.

Una plegaria americana

para dictar una sentencia,

que tu destino sellara,

gruesa pluma de tu sapiencia.

Encarnado en tu figura

de mística y sangre nativa,

denuncias el genocidio

en toda América Latina,

que en tu pueblo se hizo carne,

barbarie y exterminio,

y halló en tu voz el desangre,

desenfreno y albedrío.

¡Oh, Rey Lagarto!

La serpiente te ha enroscado

con su vista venenosa,

por la ciudad de la luz,

arrastrándote a las sombras

de su papel acostumbrado,

de artífice de una cruz;

cual líder de la manada,

debían eliminarte

para dispersar al resto,

para así, mitificarte.

Y atravesaste sus mentes,

ávidas de intelecto,

con tu vertiente poesía

en escena y en tormentos.

¡El iniciado ha muerto en vida

para extenderse al infinito!

¡Ha expuesto sus huesos rotos

en ofrenda a la palabra!

Y desde el sacrificio,

se corrompe la tragedia

en que hombres, bestias y dioses,

ocultan su misma careta.

El poeta maldito

ha escrito su propio poema,

la trama perfecta, rimó…

*“Toqué su pierna y la muerte sonrió” *(Jim Morrison)

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