Era difícil ver como cada vez que ausentaba tu presencia me desligaba un poco más del pasado, aquel que cuyo infinito fuego jamás se apagaba. Caí la lluvia sobre nosotros como si fuéramos niños, nos creíamos serlo a pesar de que nuestros cuerpos reflejaban lo contrario. Era ideal tenerte a mi lado sin tenerte, sin poseerte, sin complicarnos con absurdos sentimientos de por medio, queriendo estar y no estar. Deseándonos profundamente en el literal de la amistad y el compromiso formal, una especie de limbo en el que la comodidad nos acercaba y nos mantenía a raya. Era ideal, paradisíaco, un universo entero para nosotros despojados de la gran locura del mañana y de la jaula dorada del pasado. Una gran manera de visualizar aquello que nos juntaba en forma casi inocente e infantil, queríamos ser lo que no éramos pues nunca lo fuimos y si lo fuimos añorábamos volverlo presente y no pasado.

Qué difícil es retornar la mirada sobre lo que vivimos por separado a sabiendas de lo que nos depara el futuro. Solo Dios sabe a qué nos enfrentaremos, la Gorgona, el mino-tauro o las grandes batallas contra los dioses? No importaba mientras nos apoyáramos estaríamos bien, el porvenir no es más que una aventura en este mar de lágrimas.

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