Amarga soledad a costa de la muerte

Amarga soledad a costa de la muerte

Logan Penn

01/07/2019

Yo soy Sebastián Lacasa. Tengo una gran pena que contarte. Mi esposa, Angie Davalos, murió una noche en la cual llovía, y todo el mundo se tornaba gris, oscuro, y deprimente. Lo peor fue que yo me case con ella en secreto, y teniendo unos padre muy conservadores y moralistas; opte en llevármela a escondidas. No casamos en una iglesia de un pueblo pequeño de Santa lucia. El pueblo se llama…Lucena, un pueblo misterioso, el nombre proviene de una reina que fue asesinada… y después de años, ella rondaba con una vela por la carretera anunciando la muerte de las personas de las aldeas, especialmente de sus asesinos. fue tanto el mito y la historia que el pueblo llego a llamarse así.

Cuando terminamos de casarnos, sin ningún grupo de invitados que nos den felicitaciones, lancen arroz a la salida de los novios o sostenga la cola de la novia, aparte que Angie ni siquiera tenía un vestido blanco, solo se casó con una falda turquesa y una blusa negra con mangas, y yo con mis pantalones de los domingos y una camiseta desgastada y descolorida.

El padre, que también no tenía ni aire, ni aspecto de padre, nos recomendó el pueblo, Lucena.

-Es muy agradable. -Dijo, y se llevó un puro en la boca y sonrió-Para una pareja como ustedes, se ve que necesitan mucha soledad. -Expulso el humo y dio un guillo. -La soledad ayudara a que se diviertan.

<<Tengo un amigo, el vende una casa, en la cual puede empezar muy bien, ustedes como jovencitos lo necesitan. Estarán un poco alejado de la civilización, pero la tierra es muy buena, eso te servirá Sebastián. La tierra de Santa lucia es la mejor para sembrar el mejor arroz. Y me agradecerás por la soledad que te he brindado con tu mujercita.

Yo sonreí, y acepto la recomendación del “Cura” Como todo jovencitos idiotas, nos marchamos sin buscarle pros y contras al consejo, y nuestra aventure de esposos jóvenes empezó. Pero no me desagradaba, después de todo amaba a Angie, enloquecido, y un hombre enloquecido es capaz de pelearse con Dios y el Diablo. Amaba su cabello oscuro y ondulado, frescos como los bosques en primavera, y ojos tiernos e inocentes como los de un niño, en mi mente la idea se repetía: “Todo ira bien, nos amamos y es lo que realmente importa” La misma estupidez que todo el mundo se repite cuando está enamorado, ¿Verdad?

El transporte hacia ese pueblo era horrible, teníamos que subirnos a unas camionetas donde el sopor en las cajuelas con el bochornos del calor, hacía que transpiraras como un animal arrecho. Y más lo saltos que daba por los baches la camioneta, el viaje, era una pesadilla. Todo eso no importaba, la tenía conmigo de mi mano, amándome y yo amándola a ella. Era lo que me decía, aunque en el fondo, maldecía al chofer de esa condenada camioneta.

Lucena, tenía muchas hectáreas de terreno y casa alejadas, más haya solo quedaba bosque y ríos. No había mucho que mostrar. Cuando nos bajamos sentí un gran alivio en el culo, y creo que Angie lo sintió igual, por el gesto en el rostro de ella, lo sintió igual, eso mi hizo sonreír, y después, fuimos en busca del contacto del cura.

El tipo estaba en un Kiosco, fumaba y jugaba cartas, su aspecto no me trajo confianza y me hizo sentir un poco alerta. Cuando le saludo levantando la mano, él lo hizo igual, según el padre, había explicado bien nuestra característica, que el sujeto nos reconoció sin ningún problema.

-Hey, amigos, como están. -Me dio un buen apretón de mano y un beso en la mejilla de Angie, tan fuerte que hizo que resonaran en mis oídos por un rato. -Soy Camilo Guevara

-Sebastián Lacasa y mi esposa Angie Davalos.

-Quieren comprar mi casa. Negociemos. Mientras avanzamos hacia ella.

Mientras avanzábamos, por un camino largo, que en los alrededores solo se veía maleza seca y amarillenta. Camilo nos hablaba del pueblo, y del terreno que estaba su casa, me sorprendió algo…

– ¿Tendremos que tomar una canoa? -Pregunto Angie casi molesta, cuando vimos el rió.

-Claro. Mi casa queda al otro lado del rio. -Explico Camilo. -Le molesta algo señora.

Me pareció cómico que alguien mucho mayor le llamara señora a Angie, pero era cierto, ya era una señora.

-No le gusta ir en canoa. -Dije. -le molesta, le aterra.

-No solo me aterra, Sebastián. Me mareo y en ocasiones llego a vomitar. -Angie dio una observación a los alrededores. -No han construido un puente.

-Es un pueblo pequeño señora. Los pueblos pequeños a los grandes políticos no les importa. Talvez veamos un puente, pera será obra de los propios lugareños.

– ¿No hay otra manera de cruzar? -Pregunte sin esperanza.

-No

-Angie, debemos ir, solo no mires el rio. Pon tu rostro en mi hombro y todo ira bien -Le aconsejo y después de un rato que ella se resistiera, cruzamos el río.

En el trabajo de acomodar nuestras maletas, para que la canoa no quede desequilibrada, Angie vomitaba, y vaya, me sorprendió, y después de la sorpresa pase al temor. Le sorprenderá saber, que el miedo es igual de contagioso que la risa, igual de contagioso, que el bostezo, por eso obligan que, en grandes masa, se debe conservar la calma.

La canoa se meneaba de izquierda a derecha, y avanza perpendicular a la corriente, porque no tenía motor, eso la guiaba. Angie, tenía recostada su cabeza en mi hombro y sentía como jadeaba, por lo tanto, el buen Camilo llevaba su cigarrillo en la boca, parecía un pirata, se le veía su frialdad y su experiencia. Había hecho esto un millón de veces hasta llevarlo a la perfección. El rio parecía una sábana, al sacudirse lentamente, de arriba abajo, pude ver como se formaban pequeños remolinos en el agua, color café pálido, y un momento, me convencí, que algo se movía debajo de ella, algo grande, que en cualquier momento atacaría y partiría la canoa en la mitad. Me hizo sentir pequeño y más mortal que nunca. Angie no vomito en el transcurso del viaje fluvial, pero en el desembarque, como en el embarque. Lo hizo.

– ¿Que les parece? – Pregunto Camilo, que después de subir una pequeña colina, pero lodosa. llegamos a la casa y a las tierra de él y que me atrevía a comprar.

La casa tenía un aspecto malo, daba la impresión, que, si se posaba un pájaro en la copa del techo, caería como una pirámide de naipes. Estaba inclinada hacia la derecha, la cañas, se veía blanca y gastada y las ventanas estaban negras.

<<Las tablas seguramente están podridas>> Pensé en ese momento con indignación y con decepción, aunque más fue por decepción, un jovencito suele afianzarse más a la ilusión y es la decepción el que le da el punto final.

-Por favor, Sebastián no compres esto. -Me imploro Angie, mirándome a los ojos, tenía los labios pálido y los ojos vidriosos. -Esa casa está en la ruina.

-¿Y donde iremos? Sabes que no tenemos mucho dinero, el tipo no está dando un buen precio, además, son muchas hectáreas de tierra, podremos cultivar.

– ¿Y…? ¿Tu dónde consiguiras el dinero para inversión?

-No lo entiendes, es por eso que quiero este lugar. Es económico. Nos sobrara dinero para la inversión y lo completare con un poco de trabajo, y…. aunque todo está desordenado y sucio, no debemos rechazar lo económico. Lo que nos regala Dios.

Percibí. que, en ese momento, también se le asomaba la decepción en sus ojos, como si comprendiera, que todo es falso, que en su vida solo le quedaba criar hijos llorones, gallinas, y acostumbrarse a la monotonía de la vida; mientras la misma envejecía y los buenos días de sexo y amor se terminaban en un ocaso.

Al final, termino comprando la casa y las tierras, fue un gran riesgo, encontré un trabajo, sembrando y haciendo cosas distintas, hasta limpiar tractores, recoger mierda de perro, y limpiar la sala de mis jefes. Trabajaba mucho y me dormía temprano, durante esa época, el mundo exterior no existió, solo era mi trabajo, esposa y dormir; y mañana volver a repetir el ciclo.

Con Angie, los primeros meses, fueron de sexo completo, todas las noches, era agotador, pero muy saludable y placentero, en ese momento de mi vida, agradecí al “Cura” por la soledad que me brindo. Pero… ¿las parejas no empiezan así?

Sabía muy en el fondo que el matrimonio es como un reloj de arena, inevitablemente, en algún momento, caerá el ultimo grano y no habrá más que dar. Fui creativo, no quería que se apague por nada en el mundo, me afianzaba a esa luz, como alguien que empezaba a congelarse solitariamente en el Antártida.

Los fines de semana la llevaba a pescar, a reír y hasta a jugar ajedrez, cuando tenía el suficiente dinero, íbamos al centro de Santa lucia, aprendí que el matrimonio es como una empresa, la cual necesita constantemente una cantidad requerida de inversión para mantenerse vivo.

No dejaba que la monotonía, entrara a mi casa. Le cerraba la puerta con todo el seguro posible

La casa, claro, la mej0re, mejor dicho, hice una nueva. Con lo que trabaje, compre un nuevo techo, puertas y ventanas, el dinero aun no me daba para una de cemento, por eso la hice de caña, pero era paciente, y la casa me había quedado muy linda. Pequeña, pero cómoda y capaz de brindarnos calor a ambos, eso era bueno; ser solo dos, porque ser tres, empieza a existir el problema con el maldito dinero.

Vivíamos con la soledad, pero, ¡vaya! Con eso nos bastaba, no necesitábamos al mundo, ¡a la mierda el mundo! Bailábamos El buen Rock and Roll por la noche, películas de aventura, mirábamos las estrellas en busca de costelaciones y leíamos al buen Daniel Defoe. Todo eso me pareció que duro poco, y una noche, con el cadáver de mi esposa…una eternidad.

El infierno inicio, cuando empecé a trabajar en las tierras que había comprado. En una año conseguí recaudar el dinero que necesitaba para el capital, y lograr cultivar en mi tierra. Todo empezó bien, de la mejor manera posible, el cultivo creció de una manera muy linda, las lluvias llegaban cuando se las necesitaba, y ninguna plaga ataco en mi cultivo. La cosecha fue abundante y conseguí buena ganancia. Compre electrodoméstico, ropa para Angie y animales, especialmente gallinas. Pero todo lo que te da esa tierra maldita… te quita el doble de lo que te ha dado.

Llego el nuevo año, e invierno, y la temporada de cultivo de arroz había empezado de nuevo. Empecé mi trabajo, la tierra estaba perfecta y las lluvias obediente a mis oraciones. Todo marchaba bien, como el otro año.

Angie una noche se acercó y me susurro muy despacio:

-Eso apesta

– ¿Qué? -Logre decir, estaba medio dormido. – ¿Qué es lo que apesta Angie?

-El veneno. El que es para las plagas, están fuerte que me hacen doler la cabeza.

No le preste atención, y me volví a zambullir en el dulce sueño.

Una noche, regresaba a mi casa y una lluvia muy fuerte azotaba todo el pueblo, parecía que el cielo se iba caer a sacudidas. Como era de costumbre, llegaba, y a lo lejos veía las luces de mi casa encendidas, pero en ese momento no lo estaba, me sentí extrañado y un poco asustado. Caminé, corrí, los pies estaban llenos de lodo, y la ropa húmeda, me pesaba en todo el cuerpo. Llegué y vi que las gallinas dormían en sus gallineros. Subí la escalera y abrí la puerta.

-Angie…Angie…. -Nadie respondía. Solo la oscuridad habitaba esa casa, solo ella.

Vi una silueta en el suelo. Me acerqué y vi que era mi Angie, estaba muerta, fría y con los ojos abiertos…viendo hacia el techo, hacia la nada. Había Sangre en su boca, poca, pero basto para hacerme temblar.

No podía hacer más, tenía que velarla yo solo, lejos de la civilización. ¿Quién me iba a ayudar? Nadie por supuesto.

Busque una linterna, le cambie la ropa, le puse un vestido blanco, y la recosté en la cama, después de haberle limpiado la sangre de su boca, fui a encender la luz, no había; se largado como mí amada. Que mala suerte. Empecé a odiar a la soledad. Lejos de todo y asustado solo me acompañaba la muerte, y tengo que decir que no es una buena compañía.

La lluvia se fue y solo quedo el silencio, ni siquiera había animales nocturnos que provoquen su sonido cotidiano, solo era el silencio, y el viento susurrando aun lado de la casa, como una voz, llamándome…llamándome… tenía dos velas aun lado. Rezaba. me asomé a la ventana, hay estaba mi sembrío, agitándose con el viento, el monte se encontraba amarillo listo para la cosecha, listo….

Un fuerte sonido hizo que las gallinas revolotearan, fue un golpe, y abajo sonó como unos huesos crujiéndose, eran los huesos de la gallina, un zorro pensé, en ese momento, y me precipite hacia abajo, antes, cogiendo el arma para cazarlo en el acto al maldito animal. Faltando tres escalones, salte e ilumine a las gallinas. Se encontraban intactas, en su gallinero y una agito la cabeza por la brillante luz de la linterna. En ese momento me sentí observado, ilumine los alrededores, no había nada, seguí recorriendo la luz por todo lo que me causaba una impresión extraña, hasta que levante mi cabeza… Angie me observaba por una rendija de las tablas del suelo de mi casa, sus ojos eran como dos lunas, eran brillantes y grandes, ¿Quién la volteo? ¿Ella lo hizo? ¿Alguien más esta arriba? Subí, y la encontré recostada, en suelo, viendo por la rendija. La acomode en la cama, preguntándome muchas cosas, sentía que me iba a volver loco, volví a ver de nuevo mi sembrío, se agitaba con el viento.

Me la pase velándola, anhelaba ver el amanecer, el hermoso sol con su hermosa luz. Pero sentía que el tiempo se había congelado, no avanzaba, busque mi reloj, eran los dos de la mañana. Seguí con la velación de mi esposa.

Así me la pase, llorando y recordando momentos con ella, eso me hacía sentir débil y pequeño, pero no importaba. Lo que realmente importaba era el tiempo, el maldito y condenado tiempo. Mire el reloj ¿Dos de la mañana aun? Me sentí extraño como en un cubo de agua, flotando sin poder hacer nada. Era el anhelo de ver el amanecer, que hacía que el tiempo pasara despacio, me convencí de eso, para no volverme loco.

Una gallina grito horrible. Algo la estaba degollando, eso era lo que parecía, por sus gritos, casi parecía que el desafortunado animal escupía palabras de socorro. Baje a toda carrera, con mi arma en la mano y la linterna en la otra. No había gallina degollada, ni nada extraño, todo intacto, todo perfecto. Sentí el escalofrió, miré hacia arriba, y los ojos de Angie me miraban de nuevo. Lejos de la conmoción, sentí miedo, quería salir corriendo, convencido de haberme vuelto loco de remate, pero me quedé, era mi esposa, no podía dejar su cadáver hay como si fuera nada.

Subí, y estaba bocabajo en el suelo. La coloque en la cama y empecé a rezar, fuerte, si alguien hubiese pasado por mi casa en ese momento, se convencería que lo que rezaba era una multitud. Las horas no pasaban, empecé a desesperarme a sentirme atrapado en algo muy peligroso y misterioso.

Me recosté y me dormí, me levantaba en un sopor, por un momento creí que el cadáver de mi esposa no estaba, pero hay estaba, en mi recién despierta visión, la confundía con las sabanas. Pero ahí estaba.

Mire el reloj, las dos de la mañana ¡Por dios! Juraba que habían pasado horas.

Después que seguí en ese sopor, me convencí que el tiempo no había pasado para mí. Pero para el cadáver, había pasado días. Empezaba a hincharse el rostro hermoso de mi Angie empezaba a desaparecer su hermosura, y la pestilencia fétida era horrible. Cerraba los ojos, con fuerza, para quedar con la imagen de la Angie viva y sonriente, pero cuando los habría, me encontraba con ese rostro purpura y deforme.

Mire el reloj por enésima vez. Las dos de la mañana, empecé a jalarme de los pelos y a gritar, que podía hacer, salir corriendo como una gallina, no me atrevía.Luego empecé a odiar a la soledad, a la que había amado en algún momento. Esa Amarga soledad acosta de la muerte de Angie, estaba azotando mi cordura. La gallinas revolotearon, algo gigante camino hay afuera, y yo recogí mi arma y la linterna.

Como era de esperar, todas intactas, pero eso me harto y empecé a dispararle una por una, así ya no gritaran las malditas gallinas, era lo que me decía. El aire se llenó al olor de la sangre y las plumas danzaban antes de caer al suelo. Levante mi mirada, y los ojos de Angie estaban ahí, observándome, acusadores. Ahora eran rojos, con venas amarillentas. Empecé a retroceder dispuesto a marcharme.

Un gusano, causado por la putrefacción, cayo por mis labios, camino, intento meterse en mi nariz, y yo con un grito lo aparte y me aleje, algo en la casa se asomaba…

-Tu sembrío me mato, Sebastián. -Dijo una silueta oscura desde la puerta. -No tenías que sembrar aquí, la tierra es maldita. No debe dar frutos.

-Lo siento. -Susurre, la quijada me temblaba. – ¿Es eso? Eso te molesta….

La silueta empezó a bajar las escaleras, y supe en ese momento que no era Angie. Esta, era realmente larga, con unos brazos delgados y estirados, un rostro negro, con unos ojos grandes y rojos, ¡pero vaya!Esa figura era realmente grande, eso se había comido a mi esposa.

– ¿Es lo que quieres? tus malditas tierras sagradas. -Vocifere y me abalance a un galón de gasolina, que estaba guardado en mi caja de herramientas, debajo del gallinero destrozado por los balazos, el mismo estaba empapado de sangre. -Pues hare arde mi sembrío, y así ardera esta tierra, varias hectáreas se perderán en cenizas. -Yo agitaba el galón en mis manos, y vi que ese ser retomo la forma de Angie, la estatura, el cabello y hasta su sonrisa.

-No lo hagas Sebastián. Ven, vamos, acércate y tómame. Estoy aquí para ti. -Me decía una Angie hermosa. -Solo entrégate, ¡Por favor! Amor ven aquí – Yo me negué, en ese momento su rostro se deformo, y los gusanos empezaron a bajar del rostro. -Como lo hizo tu Angie, maldito hijo de puta, forma parte de esta tierra, forma….

Regué la gasolina y después lance un fosforo, empezó arder apasionadamente, no necesitaba más, la maleza seca se encendería rápidamente, hasta avanzar a más hectáreas. El monte seco se enciende como el periódico.

El demonio se agito, tembló, y se lanzó en la oscuridad de mi casa, yo solo vi eso, porque después solo hui de ese maldito lugar. No sé qué más sucedería después, me embarque en la canoa y Cruze el rio.

Fui a investigar al “Cura” pero no quiso hablar de ese lugar, solo reacciono violento, lo asesine, me había molestado. Él fue uno de los culpable de la muerte de mi Angie.

Ahora era el turno de Camilo, lo obligue, no quería decir nada, también reacciono violento. Pero él, se suicidó, y antes de morir dijo: Que ese sitio, hay algo malo, peligroso y omnipotente. El solo reclutaba almas, y hay otros que lo hacen igual que él, no haría diferencia su muerte. Lo vi morir, y me sentí feliz, sé que ese lugar, al final, había sacado lo peor de mí, pero…él era uno de los culpable de la muerte de mi Angie, y se merecía morir.

La policía me persigue. Atrás de todo eso… están los padres de ella, que creen que yo la mate, me yo nunca hubiese sido capaz de hacerle daño a mi amada.

Al final me atraparon. Estoy en una prisión. improvise una cuerda con unas sabanas, esta muy fuerte. Porque…

Ahora falta el ultimo, y ese soy yo, que solo espera que el guardia se aleje, para poner el nudo alrededor de mi cuello.La soledad será la única testigo de mi muerte.

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