Distance Capitulo 2

Distance Capitulo 2

Mtibpo

27/06/2019

Mi cuerpo… se sentía como si flotase en la inmensa oscuridad. Una pequeña luz hizo que abriese los ojos, pero, todo seguía negro, mi cuerpo flotaba, algo a lo lejos captó mi atención e hizo que me acercase poco a poco. Una forma alargada se hacía cada vez más visible ante mi… entonces la vi… una espada. Me acerqué un poco más para verla mejor, su hoja era blanca y tenia rodeándola una cadena totalmente fija incrustada en la hoja, parecía un colmillo. Pero, ¿qué ser tendría un colmillo tan grande? Su empuñadura tenía un trenzado de seda que la cubría, pero dejaba partes que permitían ver el fondo de esta. Parecía piel de algún tipo de reptil, ya que tenía escamas, pero, ¿cuál sería? Era realmente bella. Se parecía a la que mi padre había sacado, pero era mucho más pequeña. Una sensación extraña inundó mi cuerpo, mis vellos se erizaron y la piel se me puso de gallina, era como si la llave me estuviera llamando, extendí mi mano para alcanzarla…

La voz de mi madre hizo que abriese los ojos y despertara de aquel sueño, me froté los ojos varias veces. Miré el reloj que había en mi mesa de noche y vi que eran las seis de la mañana. Debía prepararme para ir a la escuela. Me incorporé quedándome absorta en aquel extraño sueño que había tenido. Sacudí la cabeza intentando despejar mi mente y me dispuse a levantarme y a vestirme, era un nuevo día. Me asomé a mi inmensa ventana apreciando el cielo azul, en la ciudad que vivíamos antes siempre estaba nublado, así que agradecía aquel buen día. Cogí mi cartera y me dispuse a bajar a desayunar, cuando llegue a la cocina mi madre ya estaba sentada a la mesa. Vi que mi desayuno estaba preparado tal y como a mi me gustaba, sonreí a mi madre agradecida. Vi que mi padre aún no había bajado.

– Tu padre bajará enseguida – Dijo mi madre como si me hubiese leído la mente, después vi como mi padre entraba en la cocina desprendiendo un delicioso aroma a perfume masculino – Buenos días cariño.

– Buenos días chicas, hoy llevo un poco de prisa pero puedo llevarte al instituto Rin, ¿te parece? – Me dijo observando su reloj.

– Vale – Dije agachando la cabeza. Aún estaba avergonzada por mi pataleta de ayer. Sentí como mi padre me besaba la frente con ternura, yo levanté la cabeza sobresaltada.

– No te preocupes por nada, todo va a salir bien – Me dijo con una amplia sonrisa.

Me resultaba fascinante la fuerza de mi padre y el valor que había tenido al sobrellevar esto, a simple vista parecía un hombre completamente normal, con su familia y su trabajo. Cuando acabé el desayuno fui hacia la puerta para coger mi chaqueta, mi padre ya estaba esperándome en el coche. Mi madre se acercó para despedirnos, siempre que nos íbamos ella nos daba un beso a cada uno y nos despedía desde la puerta. Mi madre era una gran escritora así que de vez en cuando trabajaba desde casa. Vi que nos acercábamos al parque donde me escondí ayer y un pequeño nudo se formó en mi garganta, vi algo que me resultó familiar en la puerta, otra vez la silueta negra, por un instante parecía como si el mundo se hubiera detenido. La rueda de nuestro coche explotó haciendo que este diera un gran derrape, por suerte mi padre consiguió detener el coche con rapidez, no íbamos a gran velocidad así que no pasó nada. Ambos nos bajamos del coche y mi padre cogió su teléfono móvil para llamar a la grúa. La silueta seguía en el mismo sitio, miré a mi padre que observaba hacia la misma dirección pero no parecía percatarse de su presencia. Cuando mi padre se alejó un poco para hablar con los del seguro, aproveché y caminé un poco más hacia donde estaba el encapuchado. Cuando me acerqué lo suficiente como para ver su rostro se dió la vuelta y entró en el parque, era un chico, yo me giré mirando a mi padre que seguía hablando y decidí seguir al joven. Cuando lo encontré estaba frente a unos columpios, se giró hacia mi descubriendo su rostro, no había visto mal, era un chico de ojos castaños y cabello negro peinado hacia un lado.

– ¿Quien eres? – Dije extrañada.

– Quien soy yo no tiene importancia, la cosa es… ¿quieres saber quién eres tu? – Me dijo con una media sonrisa que hizo que un escalofrío recorriera toda mi espalda.

– ¿Tú…Sabes algo de mi? – Tras hacer esta pregunta volvió esa sonrisa escalofriante y junto a ella una enorme espada que saco del interior de su capa. Comencé a correr hacia mi padre, mi voz no salía, solo podía correr, sentí como me empujaban contra el suelo, me golpeé fuertemente la cabeza. Abrí los ojos y todo se movía de un lado a otro, me dolía mucho, me sujeté la cabeza con fuerza, intenté incorporarme pero una fuerte presión me mantenía fija al suelo.

– No quiero hacerte ningún daño – me dijo el joven situándose encima de mí, intenté gritar pero mi voz se había vuelto muda – Es inútil que lo intentes, tu padre no puede verme y ahora a ti tampoco – Este se apartó y comenzó a dar vueltas a mi alrededor. Vi como mi padre miraba de un lado a otro junto al coche y como me llamaba desesperado, mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas – Te he estado observando Rin y he descubierto que tu eres la persona que busco, mi misión es robar algo que tu posees, algo que guardas en tu corazón, no quiero herirte pero por desgracia no tengo elección. Eso que guardas en tu corazón tiene un vínculo tan fuerte que si lo tomo prestado tu luz se apagará inmediatamente, así que dejemos que otra persona haga el juego sucio – Me dijo levantando su espada y apuntando hacia mi cabeza. Cuando cerré los ojos escuché un fuerte golpe a nuestro alrededor, la enorme barrera se había roto, mi padre sostenía su espada con ambas manos y sus ojos estaban del color del fuego

– ¡Suelta a mi hija! – Dijo levantando la espada y tirándola sobre el joven, la espada salió despedida hacia él pero este se esfumo como si de una sombra se tratase – ¡Rin ven aquí corre! – Me dijo nervioso.

El joven apareció justo a mi lado y me cogió entre sus brazos mirando a mi padre, desafiándole a que si se acercaba acabaría todo para mi. Entonces posó su mano sobre mi pecho y de este comenzó a salir un inmenso resplandor rojo que me hizo gritar de dolor. Mi corazón ardía, el dolor más inmenso que había sufrido en toda mi vida. Mi padre apretó los dientes enfurecido, clavó su enorme espada frente a él y juntando sus manos una enorme bola comenzó a formarse entre ellas. El joven se apartó rápidamente cuando la bola salió disparada hacia nosotros dos, a mi me atravesó pero fue como si no hubiera pasado nada. El joven sabía que a mi esa bola no me afectaba, mi padre cogió de nuevo su espada y pasó por delante de su afilada hoja la mano derecha haciendo que esta se incendiara, el joven cogió también su espada solo que esta se convirtió en hielo, pero más bien parecía un diamante. Yo deje caer mi cuerpo en el suelo apretándome con fuerza el pecho, el dolor intenso había cesado pero me faltaba la respiración. Observe a mi padre que corría hacia el encapuchado con su espada envuelta en llamas, ambas espadas se encontraron una y otra vez, estaban muy igualados en fuerzas, no esperaba que mi padre tuviera esa fuerza, aún así tenía miedo. Comenzaron una batalla y temía que acabase mal. Volví a intentar levantarme pero seguía sin fuerzas, no servía para nada, solo traía problemas. Bolas de fuego y hielo salían por ambas partes, se encontraban explotando a mitad de camino. Mi padre corría sin perder de vista al encapuchado, sus espadas se encontraban y se volvían a separar. Todo iba tan deprisa que me costaba seguir el fragor de la batalla. Una de las veces que ambas espadas cruzaron sus hojas, el encapuchado logró herir a mi padre dejándolo caer al suelo, mi corazón se aceleró al verlo, pero mi padre se levantó tan rápido como pudo. El encapuchado preparó una bola pero esta vez no se la mandó a mi padre, sino a mí… Desde el suelo vi aquella enorme bola acercándose hasta mi sin poder hacer nada. Mi padre se puso enfrente de mi parando la bola con su espada, pero para su sorpresa el encapuchado ya había lanzado otra que lo pilló desprevenido, yo la vi, sabía lo que iba a ocurrir, cerré los ojos y grité fuertemente para que se apartara, pero un fuerte estruendo hizo que abriera los ojos asustada, mis manos temblaban, levanté la mirada horrorizada por lo que estaba presenciando. Vi que el humo se disipaba y dejaba ver la silueta de mi padre en el suelo. Mi cuerpo se quedó inmóvil, no podía hacer otra cosa que no fuera mirar. Los ojos se me llenaron de lágrimas, hundí mis dedos en la hierba y me intenté acercar arrastrándome, mi cuerpo pesaba. Solo quería llegar hasta su lado, saqué las fuerzas de donde no las tenía, solo quería ver que estaba bien, rogué por que estuviera bien. Cuando llegué a su lado, lo giré hacia mi intentando ver su cara, tenía quemaduras por todas partes, puse mi mano en su pecho y apenas pude notar su latir, estaba muy débil, le costaba respirar, puso su mano sobre la mía y me miró derrotado, abatido… comencé a llorar, un nudo en mi garganta hacía que me doliera todo.

– ¡Socorro! – Dije gritando con todas mis fuerzas, pero la barrera impedía que mi voz saliera de allí, no aparté la mirada de la de mi padre -Te pondrás bien… por favor… – Dije apretando su mano y evitando que aquel nudo en mi garganta me impidiera hablarle. Vi como esbozaba una pequeña sonrisa y después cerró los ojos, soltando su última bocanada de aliento. No dejé de mirarle ni un momento, aparté mi mano de su pecho y la posé en su cara, dejando caer mis lágrimas sobre sus mejillas. Me acerqué posando mi frente sobre la suya cerrando los ojos – Perdóname… perdóname… perdóname… – Se lo pedí una y otra vez, gritando, suplicando que me respondiera, mi padre estaba muerto y solo era culpa mía, me odiaba. Escuché varios pasos que se acercaban a nosotros, cuando levanté la cabeza vi al joven. Me daba igual todo.

– Como ya he dicho el juego sucio lo hará otra persona – Lo miré sin entender – Voy a enviarte a un lugar donde descubrirás quien eres y que queremos de ti, espero que para cuando te encuentre la próxima vez me des un combate digno de un »dragón» – Una enorme bola negra me engulló haciendo que todo mi cuerpo desapareciera lentamente, me vi apartada del cuerpo de mi padre, comencé a golpear aquella inmensa bola intentando romperla pero fue inútil y terminó por consumirme.

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