Siempre me han gustado las paletas. Esas paletas que tienen chicle adentro y son de color rojo. A veces me gusta lamerlas lenta, muy lentamente. Otras las muerdo con desesperación hasta conseguir el suculento chile sabor cereza que se encuentra en su interior. Ella me la vendió por un poco de polvo blanco, era toda vía una niñita de mamá, pero yo vi buena la oferta y se la agarre, lo cierto es que Carmela no había sido una chica afortunada, desde los doce años su madre comenzó ha inmiscuirla en sus sucios negocios, después ella salió embarazada de Marisol, una hermosa niña de ojos negros profundos y de mirada enojada.

Muy lista ella. Yo me la lleve en marzo de esa pocilga donde vivía, un cuchitril lleno de ratas y más niños que como ella estaban condenados a la miseria y la prostitución. Ese día me detuve en un oxxo, la niña me miraba aterrada, pero le invité una paleta. Con ojos de desconfianza me la acepto, entonces la vi mirando unos pequeños lentes en forma de estrella, yo sin dudarlo se los compré. Su cara manchada de mugre y su ropa humilde la hacían ver un tanto extraña con los exuberantes lentes blancos en forma de estrella. Nos subimos en mi carro, una Golf blanca con placas de Tijuana y nos fuimos rumbo a Guadalajara, me la lleve lejos para que su madre no la volviera a encontrar y en una de esas la metiera en la prostitución infantil, duramos varios días viajando, algunas veces nos quedamos en un motel, pero la mayor parte del viaje no la pasamos en la Golf, no hicimos mucho tiempo.

Pero yo no la quería para ser su «Sugar dady» no, no era un pedófilo que viola y descuartiza niñas huérfanas o desamparadas. Yo solo quería llevarla a un lugar seguro, después de todo sus hermanos eran hombres y sabrían cuidarse en cambio ella, ella era tan frágil como su figura escuálida, desnutrida y deshidratada. Ya en Guadalajara, le compre ropa y le dije que se pusiera calcetas lo cual me llevo a cortarle las uñas de los pies.

¡Por Dios! Nunca había visto que una niña tan pequeña, tuviera unas uñas tan largas y mugrosas, estilladas por caminar descalzas, me llevo un buen rato cortárselas y limárselas, después de eso Marisol por primera vez en su vida utilizo calcetas y zapatos, al principio se los quitaba y los dejaba en el sillón, después de mucha practica les vio la utilidad al proteger sus pies de polvo y mugre. Marisol comenzó a ser mi «Pequeña refugiada».

Su compañía era agradable la gran mayoría del tiempo, con el paso del tiempo su figura escuálida comenzó a recuperarse, sus mejillas se llenaron de rubor y luz, sus ojos dejaron de ser hostiles para convertirse en dulces y risueños. Marisol era una niña linda, aunque no como otras que ya había tenido en mi refugio, eran niñas lindas todas ellas, me gustaba arreglarlas como se arregla algún objeto valioso que se desea vender.

Después de meses de trabajar con su educación, modales, combinación de ropa, lenguaje, etc. Marisol estaba lista para ser subastada entre las familias ricas y acomodadas de Monterrey en donde me pagarían mucho dinero por ella. Muchas de estas «Familias» no tienen hijos. Ahora mismo estoy hablando con los próximos padres de Marisol, un empresario que casi no está en casa y una mujer que siempre vive sola en una gran casa llena de comodidades y lujos.

¿Pero, no las dejo, así como así? Para mí, estas niñas soy algo más que muñecas, por ello cada seis meses procuro comunicarme con ellas para saber cómo están, la gran mayoría de veces me suelen decir que están felices y bien. Y el caso de Marisol no será la excepción.

12- Julio- 2018

La entrevista está pactada, mañana viajamos a Monterrey. Marisol lloro mucho anoche:

-Vamos hija, sabias que yo no era tu padre. Después de todo necesitas una familia. Una verdadera familia.

– ¿Pero no quiero Sr? Yo soy feliz contigo.

-Si mi vida, lo sé. Pero yo no podría seguir cuidando de ti. Es necesario que te adopte una familia que te pueda dar una educación mejor, una vida mejor que esta.

– ¿Pero, no quiero ir?

– ¡Vamos, pequeña! Empaca tus pertenencias, llévate todo. Mañana conocerás a tu nueva familia y eso es irremediable.

La familia García, me había depositado la mitad del dinero y la segunda parte cuando le entregara a la niña. Muy temprano nos fuimos. Subir las maletas de Marisol fue difícil como siempre, ya que…

«En este negocio por más que uno no quiera involucrarse, termina. Si, termina uno involucrándose.»

Con la gasolina hasta el tope, nos subimos en la Golf y partimos, durante el camino Marisol, me hacía muchas preguntas:

– ¿Como son ellos? ¿Tienen más hijos o hijas? ¿Seré hija única?

-Ellos son buenas personas, no te preocupes. Tu padre adoptivo casi no está, viaja mucho. Tu madre adoptiva se llama Luisa, es una mujer de color apiñonado, alta y de buen porte. Deveras acostumbrarte a sus reglas. Y recuerda. Eres su hija. Por mucho que te digan, ella vera que te comportas bien…»Eres una buena chica Marisol.»

– ¿Y si lo hecho a perder?

-No lo aras. Es difícil colocar niñas grandes como tú, después de todo en diciembre cumples 8 años, y esta familia en verdad te quiere con ellos, les he hecho varias encuestas y evaluaciones, y veras te va ir bien. Ya tienes tu teléfono.

-Si.

-Recuerda cualquier maltrato o abuso que recibas me informas. Si ellos te insultas o golpean, me informas. Y yo iré por ti, sin dudarlo.

– ¿Lo prometes?

En ese momento voltee a ver sus ojos, su mirada llorosa me miraba como si yo fuera su única salvación en la vida. «Rayos…como odio ese sentimiento».

– ¡Claro que sí! ¡Te lo prometo!

Después de 11 horas de camino llegamos a Monterrey. Nos detuvimos en la caseta de cobro para que Marisol se acicalara un poco y estuviera radiante para la entrevista con sus padres. Después de ser recibidos por ellos, se completó el trato. Ellos estaban encantados con la niña. Platicaron en varios momentos con ella a solas. Y su madre adoptiva no dudo en preguntarle «Si yo la había tocado de forma inapropiada» a lo que la niña respondió, que No.

Dejándola dos horas en la casa de los García, antes de cerrar el trato final, para que se conocieran sin mi presencia. Después de recorrer un rato la ciudad de Monterrey regrese donde Marisol. Al tocar la puerta me abrió ella, estaba muy contenta. Le habían preparado un cuarto de juegos, con muchos juguetes y regalos.

-Marisol…Hija. Podrías ir al cuarto de juegos que te enseñamos. Necesitamos hablar con Rolando a solas.

La niña me miro, para ver si lo consentía. A lo cual asentí. Sin Marisol presente.

-Muy bien, Señor Rolando. (Me dijo Luisa) La niña es todo lo que usted nos prometió, es educada y muy inteligente. Le aseguro que su seguridad es la mía y ante todo le aseguro de antemano que Marisol será muy feliz con nosotros. Ella como lo he prometido seria bien recibida aquí y tratada por mí y por mi marido con todo el amor que una familia puede darle a una niña de su edad.

-Muchas gracias Señora. Entonces Marisol vivirá con ustedes. ¿Cualquier cosa estaré al pendiente de la integridad de ella?

– ¿Sobre eso, no tendrá preocupación alguna? Y sin más. Es mi deseo firmar la adopción legal en este preciso momento y terminar la transacción en efectivo que hemos pactado. ¡A otra cosa! Le pido por favor que no se despida de la niña para que no sea doloroso para ella, verle salir por esa puerta.

– ¿Como usted guste Sra. Luisa? De mi maleta saque los papeles de adopción legal, estipulada con todos los códigos de seguridad y los cuales firmo ella. Expidiéndome la carta de consentimiento de su esposo con su firma y su sello.

Después de algunos últimos tramites, la señora Luisa realizo el trámite bancario desde su celular, enviándome lo faltante del acuerdo.

-Muy bien. Entonces eso sería todo.

-Le doy las gracias. Le aseguro que Marisol queda en buenas manos.

– ¡Si, lo sé!

Enseguida, salí de la vida de Marisol para siempre, sin mirar atrás, subí a mi auto Golf y me fui de Monterrey. El calor del camino era insoportable, pero no lo había notado hasta que iba regresando a Guadalajara. Tal vez, porque Marisol me había hecho el viaje ameno. O era por ese sentido de desprendimiento ¿Qué? En mi caso resulta siempre algo infantil. Esta era la 12 entrega en menos de 5 años. ¿Qué porque lo hacía? la respuesta es simple… ¿Y porque no? Después de todo, yo no era un maldito pederasta pervertido, sólo era un hombre al cual le gustan las paletas Tutsi pop y nada más.

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