Luz Amarilla

Luz Amarilla

Verse

15/06/2019

Precioso, precioso seria despertar con el sol en la cara, hermoso seria no sufrir la sombra todos los días, bello seria tener aun esperanza, pero la esperanza los dejo y todo se ha vuelto triste, triste y horrible, horrible y doloroso.

Todo el pueblo de la montaña añora los días en que despertaban con el sol en la cara, los días en que no necesitaban tener esperanza porque lo que necesitaban lo tenían. El pueblo ahora camina cansado de tanta sombra, de tanto frío proveniente de arriba. Proveniente de ese lugar que nadie conoce, de donde antes venia calidez pero ahora solo frío.

El pueblo de la montaña arrastra los pies en busca de comida, no saben porque lo siguen haciendo, suponen que por costumbre.

Las primeras mañanas luego de que el sol los abandonara pensaron que este volvería, que solo se había ausentado por una razón que debía ser demasiado importante, una razón que por supuesto ellos desconocían. Pero a medida que el sol no se aparecía en las mañanas siguientes a su desaparición, y en su lugar estaba la triste sombra, el pueblo de la montaña comenzó a perder la esperanza de que la calidez proveniente del sol regresara.

Su desesperanza no fue cosa de semanas, no, fue de años, años esperando el día en que la calidez volviera a despertarlos, años con esperanza de volver a aquellos días pasados en los que sabían perfectamente el porque caminaban en busca de comida.

Los años pasaron para el pueblo y aquel niño que se había despertado por primera vez con sombra ya era un anciano, una persona de tantas que empezaban a perder la esperanza de la vuelta del sol.

Y así llego el día en que el pueblo de la montaña se resigno a vivir en la sombra, en que no les sorprendía que los niños no jugaran afuera.

Pero seguían viviendo a pesar de saber que el sol no volvería, aunque no sabían porque lo hacían, seguían suponiendo que por costumbre.

Luego de que el pueblo excusara al sol por abandonarlos solo quedaron dos ideas presentes y estas ideas lograron que el pueblo se separara, pues unos defendían al sol diciendo que este no había regresado porque había muerto. Y otros afirmaban que los había abandonado por otro pueblo mas numeroso y bello al que prefería brindar su calidez.

El pueblo estaba dividido en dos, y era lo peor que podía sucederles luego de la misteriosa desaparición del sol. Pues al estar separados ya no podían consolarse y tampoco ayudarse, y cada persona perteneciente al pueblo de la montaña comenzó a aislarse. Todos estaban cada vez más solos.

El pueblo era tan dependiente del sol que sin el habían dejado de ser un pueblo.

Quienes defendían la idea de la desaparición del sol por un abandono para iluminar a otro pueblo decidieron salir de la montaña a explorar y a buscar un nuevo sol que les brindara calidez. Esto sorprendió a todos, pues el pueblo de la montaña estaba rodeado por cosas desconocidas y por tanto aterradoras, razón por la que nunca salían. Pero esta parte del pueblo estaba decidida a buscar una nueva razón para querer despertar, y no solo hacerlo porque si, por costumbre.

Mientras que una mitad del pueblo partía hacia el misterio que rodeaba la montaña, la otra mitad decidió mostrar respeto al espíritu del sol, que, según ellos, había muerto. Bailaron y cantaron como hacia mucho no hacían para que el sol entendiera que no estaban enojados con el, y que entendían que no había podido volver, que para el era imposible hacerlo.

Pasaron los días, que se convirtieron en semanas, y finalmente en meses hasta que los exploradores del pueblo regresaron. Estos traían noticias, pues habían averiguado que, tristemente no podían tener otro sol, pues cada pueblo tenia el suyo, no había soles de más que se pudieran repartir para aquellos pueblos que habían sido desterrados de su sol. También averiguaron que el hecho de que el sol no hubiera vuelto a aparecer era algo de lo más extraño y que solo había sucedido una vez hacia muchos, demasiados años, tantos que era imposible contarlos.

Al escuchar el pueblo estas noticias ya no sabían que hacer ni que pensar. Pues la mitad del pueblo que se había quedado en la montaña había esperado encarecidamente que la otra parte del pueblo, la que se había marchado, consiguiera lo que había dicho que buscaría, pero al enterarse de que esto era imposible todo se torno mas oscuro que nunca. Pues estaban separados por ideas diferentes y ninguna parte del pueblo de la montaña supo dar el primer paso para arreglar las cosas y volver a ser un único pueblo.

Otra mañana más se despertaron en la sombra, otro día más que cansados iban por su comida, otro día más en que los niños no salían a jugar afuera. Días monótonos y oscuros siguieron pasando y pasando y todo lo sucedido desde el día del abandono del sol se convirtió en una historia. Una historia contada de padres a hijos, y de estos hijos a sus hijos y así por generaciones para contar que no siempre habían vivido en la fría sombra, recordando e intentando hacerles imaginar a sus hijos como era todo antes de que el sol se fuera, hijos que habían nacido en sombra y que apenas podían imaginar lo que seria vivir con calidez cada día. Era un sueño, algo imposible de creer que fuera realidad.

Una mañana un anciano, el primero en despertar del pueblo, abrió los ojos desde su cama y miro anonadado como un rayo de algo brillante entraba por su ventana. El anciano miro misterioso esa luz amarilla que lo había despertado, tuvo miedo de tocarla, tuvo miedo de que le hiciera algo. Intento pensar que podía ser esa extraña pero reconfortante luz amarilla, y recordó que su madre le había contado una historia del sol, algo hermoso que brindaba calidez todos los días, hasta que se había ido.

Cuando se dio cuenta de que podía tratarse del sol, y de que este, por tanto, había regresado, no supo creerlo y se quedo allí, petrificado mirando el sol que entraba en su casa, disfrutando de cada segundo de ese especial momento temiendo que el sol pudiera irse en cualquier instante.

El anciano consiguió levantarse de su cama sin caerse, algo que le costo por su tan abrupta felicidad, un sentimiento tan desconocido para el que no sabia manejar. Se precipito afuera de su pequeña casa y comenzó a gritar para así despertar al pueblo de la montaña, teniendo la esperanza de que por la vuelta del sol se convirtieran nuevamente en un pueblo en el que él nunca había vivido, un pueblo unido, y un pueblo que pudiera disfrutar con él de la vuelta del sol.

Cuando estuvo por fin todo el pueblo reunido afuera sin poder creer lo que veían y sentían, el más viejo del pueblo, quien era el único que conocía al sol, que había disfrutado de su calidez cuando era un niño, pero que la recordaba, pues esta era imposible de olvidar, les afirmo a todos que sus sospechas eran ciertas y lo que veían era al único, reconfortante y hermoso sol, que había regresado después de tanto tiempo. El mas viejo del pueblo no pudo evitar sentir felicidad, alivio, sorpresa y esperanza de que todo volviera a ser como antes, sentimientos de los que el pueblo había sido privado por tanto tiempo.

Luego de afirmar con seguridad que el sol había vuelto a quienes no estaban del todo seguros de lo que veían, el mas viejo del pueblo le pregunto tranquilamente al sol porque los había abandonado. El sol miró con su luz amarilla a quien le hablaba y respondió igual de tranquilo que el nunca se había marchado.

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