No eres mía ni de nadie.
Has elegido mi mano
como hubieras prohijado otra.
Los dos sabemos que tu ígneo origen
no es terrenal.
Suerte efímera, bondad en caricia
que redimes la fiera que somos;
cuando llegas, umbral, génesis
cándido de la puericia verdadera.
¿Qué afán obtienes en irte
cual fugaz aparición?
Anda, quédate un poco
que no se nos olvide
aquello que fuimos.
No dejes que nos convirtamos
en atroces animales,
capaces de comerse el tiempo;
ese que vamos perdiendo
con el ruido de la vida,
ese que no nos deja oír
el corazón
que con un solo latir,
somos todos.
No eres mía ni de nadie
pero… quédate, no solo
en este día,
Quédate, poesía.
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